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Domingo XII o. «¿Quién dicen ustedes que soy Yo». Ambientación. La Palabra de Dios en este Domingo nos va a invitar a dar acogida a Jesús y a su Evangelio tal cual es: unas veces nos ofrece alegrías y otras veces nos exige estar dispuestos a « tomar la cruz » para seguir sus pasos.
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Domingo XIIo «¿Quién dicen ustedes que soy Yo»
Ambientación La Palabra de Dios en este Domingo nos va a invitar a dar acogida a Jesús y a su Evangelio tal cual es: unas veces nos ofrece alegrías y otras veces nos exige estar dispuestos a «tomar la cruz» para seguir sus pasos. El Señor nos va a preguntar qué significa Él en nuestra vida de cada día; qué puesto ocupa El en nuestros afanes, alegrías o preocupaciones.
Pasos De la LECTIO DIVINA «¿Quién dicen ustedes Que soy Yo?»
INVOCACION AL ESPÍRITU SANTO
Espíritu Santo, Señor y dador de Vida, ilumina nuestro entendimiento y mueve nuestra voluntad, para que podamos estar bien dispuestos a acercarnos y escuchar la Palabra de Vida que nos invita a confesar nuestra fe en Jesús como Mesías e Hijo de Dios y a seguirlo por la cruz a la gloria. Amén
¿QUÉ DICE el Texto?
1ª. LECTURA Zc. 12,10-11: «Mirarán al que traspasaron»
El siervo paciente intercede por nosotros. Es alusión a los tiempos mesiánicos según oráculos dispersos. La conversión aparece como gracia e iniciativa de Dios (hay un paralelo con Ez. 36, 21-26), con la mediación de una víctima a la que hay que mirar con fe: el traspasado, el Siervo paciente. Las misteriosas palabras del profeta tienen un cumplimiento en la muerte de Jesús: El es el hijo único, traspasado por nuestros pecados.
Una mirada llena de fe al que ha sido traspasado será el comienzo de la conversión y la posibilidad de acceder a la fuente que lava los pecados: el costado abierto de Cristo, en la cruz, del que brota sangre y agua. Esta primera lectura anuncia el perdón de Dios sobre «la casa de David y los habitantes de Jerusalén» (Zc. 12, 10).
La mayor señal del perdón de Dios es el Crucificado: «Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, llorarán como se llora al primogénito» (Zc. 12, 10). Se recuerda al efecto por vez primera «el luto de Hadad-Rimón en el valle de Meguido» (Zc. 12, 11); se trata de una aldea otrora desconocida, en cuya vecindad Josías, gobernante del reino del sur de Judá (639-609 antes de Cristo) perdió la vida, en su lucha contra el faraón egipcio Necao (años 609-595 antes de Cristo).y fue llorado hondamente por todo el pueblo de Israel (cfr. 2Re. 23, 29-30; 2Cr. 35, 19-25).
Salmo responsorial Sal. 63(62): «Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío»
Organizacióndel Salmo: 1. Búsqueda ardiente del salmista por su Dios (vv. 2-3) 2. Necesidad imperiosa de una intimidad (vv. 7-9) 3. Acción de gracias por el bien supremo (vv. 4-6) 4. Seguridad del rey frente a sus enemigos (vv. 10-12a) 5. Adición litúrgica (v. 12b) El Salmo 63(62) alcanza una de las cumbres de la espiritualidad del Antiguo Testamento.
Todas las afirmaciones apuntan a una aspiración definitiva de todo hombre de fe: vivir solamente dependiendo de Dios. «Este salmo es un canto de amor místico» (Delitzsch). «Es la expresión religiosa de un alma tomada totalmente por Dios» (J. Calés). Para el salmista Dios lo es todo. El bien que sobrepasa a todo lo demás. El único que compensa, con creces, todos los infortunios de la existencia.
Este salmo es como el encuentro de dos sedientos: Dios y el hombre. Encuentro de la sed infinita de Dios por darse en amor al hombre. Y la sed del hombre por responder a ese amor. Se realiza aquí una célebre frase de San Gregorio Nacianceno: «Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Dios».
Ante la fuente que es el costado abierto del traspasado, ¿no tendremos sed de Dios? Cantando este salmo nos es fácil recordar las palabras del apóstol: «¡todos hemos bebido del mismo Espíritu!» (1Co. 12,13). «Tengo hambre de Él. Él es quien excava los abismos en mi alma. Abismos que sólo Él puede llenar». (Sor Isabel)
2ª. LECTURA Gál. 3,26-29: «Los que han sido bautizados se han revestido de Cristo»
Somos hijos de Dios por la fe y el bautismo. La ley seguía pesando a los que venían del Judaísmo y Pablo trata de la justificación por la fe. La Ley desempeñó una función pedagógica, para dar paso a la realización de las promesas con la venida de Cristo. Por la fe en El y por el Bautismo somos justificados, hechos hijos de Dios todos, no solo los judíos. Aquí radica el plan de Dios en su relación con el hombre.
La fuerza unificadora de los hijos de Dios, lo que supera cualquier forma de división humana, es la incorporación a la persona de Cristo. El Bautismo es el sacramento de esta incorporación, y por eso la circuncisión ya no cuenta en orden a la salvación. La circuncisión significaba la incorporación al pueblo de las promesas, pero el Bautismo incorpora a la realidad, que es Cristo.
En la segunda lectura se circunscribe la universalidad de la obra salvífica de Cristo y de laCde la salvación neotestamentaria. Mediante la unión con Cristo en el Bautismo resultan ilusorias todas las diferencias de razas, lenguas y pueblos. «Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3, 28). Sobre todo ahí, donde se marcan todavía los encasillados de la discriminación de razas o de las diferencias de clase, no manda el espíritu de Cristo.
Tarea de los cristianos es, por tanto, no solamente dirigir la plegaria al «único Padre celestial», sino implantar esa unidad y unión con el único Dios-Padre en el mundo de la política, de la industria y de la familia.
EVANGELIO Lc. 9,18-24: «¿Quién dicen ustedes que soy Yo?»
EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS R/. Gloria a Ti, Señor. 18 Estando una vez orando a solas, en compañía de los discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». 19 Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos ha resucitado». 20 Les dijo: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?».
Pedro le contestó: «El Cristo de Dios». 21 Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. 22 Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar al tercer día».
23 Decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.24Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará». Palabra del Señor R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.
RE-LEAMOS EL TEXTO PARA INTERIORIZARLO A- Ubicación en el ciclo litúrgico En el interior del proceso de la lectura litúrgica del evangelio de Lucas, la perícopa de este domingo corresponde la conclusión de la primera parte que invita a conocer a Jesús y va desde el Domingo 3o. hasta este Domingo 12o, que es este Domingo.
B- Relación con el contexto Domingo 11º = llegó hasta Lc. 8,3. Se salta una larga sección de Lucas: Lc. 8,4 - 9,17: Lc. 8, 4-18: parábolas, 8, 19-21: familiares de Jesús, 8,22-25: tempestad calmada, 8, 26-39: endemoniado de Gerasa 8, 40-56: hemorroisa e hija de Jairo, 9, 1-6: misión de los doce, 9, 7-17: multiplicación de los panes. Con paralelos en Mt. y Mc.
Y reanuda la lectura continua con: Lc. 9, 18-24 - la confesión de fe de Pedro: Lc. 9, 18-21 y - la invitación de Jesús de seguirlo a El en el camino de la cruz: Lc. 9, 22-24 que es el texto del evangelio de este Domingo 12º. DOMINGO 11ºDOMINGO 12º Lc. 7,36 - 8,3 [ 8,4 - 9,17]Lc. 9,18-24
C- Relectura del relato a) Estructura: - Confesión mesiánica de Pedro (Lc. 9,18-20); - anuncio de la Pasión (Lc. 9, 21-22); - y condiciones para el seguimiento de Cristo (Lc. 9,23). - La disponibilidad total en el seguimiento (Lc. 9, 24)...
b) Comentario Lc. 9,18: La pregunta de Jesús después de la oración Jesús en oración: - en el bautismo, momento en que asume su misión (Lc 3,21); - en los 40 días en el desierto, cuando vence las tentaciones del demonio a la luz de la Palabra de Dios (Lc 4,1-13); - la noche antes de escoger a los doce apóstoles (Lc 6,12); - en la transfiguración, cuando conversaba con Moisés y Elías sobre la Pasión en Jerusalén (Lc 9,29);
- en el jardín, cuando afronta la agonía (Lc 22,39-46); - en la cruz, cuando pide perdón para el soldado (Lc 23,34)... - y entrega su espíritu a Dios (Lc 23,46). Lc. 9,19: La opinión del pueblo sobre Jesús El Evangelio enfrenta a los hombres de todos los siglos con la pregunta de Jesús: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Lc. 9, 18). Al igual que Herodes, muchos pensaban que Juan el Bautista había resucitado en Jesús.
Era común la creencia que el profeta Elías regresaría (Mateo 17,10-13, Mc 9,11-12, Ml 3,23-24, Sir 48,10). Y todos alimentaban la esperanza de la venida del profeta prometido por Moisés (Deut. 18,15). Respuestas insuficientes. ¿Es Jesús de Nazaret solamente un fundador religioso, al mismo nivel de Buda, Zoroastro o Mahoma?
Jesús no es uno de tantos. El es el único salvador que ha traído al mundo la salvación y la vida precisamente por medio de su cruz (cfr. Lc. 9, 22 = primer descubrimiento del Misterio de la pasión) y de su resurrección. Lc. 9,20: La pregunta de Jesús a sus discípulos Después de escuchar las opiniones de los demás, Jesús pregunta directamente a los discípulos: «Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?». Pedro dijo: «¡El Cristo de Dios!».
El evangelista Lucas pone la confesión de fe de Pedromuy pronto dentro de su narración. Quizás sea interesante notar que la colocación, en Lucas, de la confesión de Pedro es paralela a la de Juan: en el contexto del signo de los panes (Lc. 9, 10-17 = Jn. 6, 67-71). La relación entre Lucas y Juan aún queda más destacada en el leccionario litúrgico a causa del texto profético de la primera lectura, citado precisamente por Juan en la narración de la muerte de Jesús: «Mirarán al que atravesaron» (cfr. Jn. 19, 37).
Pedro reconoce que Jesús es el único que la gente está esperando y que viene a cumplir las promesas. Lucas omite la reacción de Pedro que trata de disuadir a Jesús de seguir el camino de la cruz y también omite las duras críticas de Jesús a Pedro (cfr. Mc. 8,32-33; Mt. 16,22-23). En la confesión del apóstol Pedro de que Jesús sea «el Mesías (= Cristo) de Dios» (Lc. 9, 20; cfr. Lc. 2, 26; 23, 35; Hch. 3, 18; 4, 26; Sal. 2, 7), se articula la espera político-religiosa del pueblo de Israel.
El Mesías era esperado como rey libertador de la casa real de David (2Sm. 7, 14), el cual les arrancaría el yugo de la opresión romana y, de esa manera, se establecería finalmente el reino de David. La palabra «Mesías» poseía en aquel entonces un significado «político perturbador» (Friedrich Cornelius) que no solamente evocaba un conflicto con las potencias romanas de ocupación, sino que también podría obstruir el camino para el reconocimiento del Misterio de Jesús.
Lc. 9,21: La prohibición de revelar que Jesús es el Cristo de Dios Jesús prohibió revelar a la gente que era el «Cristo», el «Mesías» de Dios (ambas palabras significan lo mismo: «Ungido»). ¿Por qué Jesús les prohibió? En aquel tiempo todos esperaban la venida del Cristo, del Mesías, pero cada uno a su manera: ¡algunos esperaban un rey, otros a un sacerdote, otros a un médico, un guerrero, un juez, o un profeta!
Nadie parecía esperar al Mesías siervo, anunciado por Isaías (cfr. Is. 42,1-9; 52,13-53:12). Quién insiste en mantener la idea de Pedro, es decir, del Mesías glorioso sin la cruz, no entiende nada y nunca llegará a asumir la actitud de un verdadero discípulo. Continuará a caminar en la oscuridad, como Pedro, confundiendo a la gente con árboles (cf. Mt. 8,24). Porque sin la cruz es imposible entender quién es Jesús y lo que significa seguir a Jesús.
Por ello, en seguida, Jesús volvió a insistir en la cruz y más tarde ofrecerá el segundo anuncio de su pasión, muerte y resurrección (cfr. Lc. 9, 43b-45). Todos creemos en Jesús, pero hay quienes lo entienden de una forma y otros de otra. ¿Cuál es hoy el Jesús más común según el modo de pensar de la gente?
Lc. 9, 22: El primer anuncio de la pasión Jesús comienza a enseñar que él es el Mesías Siervo, y dice que como el Mesías Siervo anunciado por Isaías, pronto será condenado a muerte en el desempeño de su misión de justicia (Is. 49,4-9; 53,1-12). El evangelista quiere, sobre todo, preparar la narración del camino hacia Jerusalén con la invitación de Jesús a su seguimiento efectuada inmediatamente después de la confesión de Pedro.
En este domingo destacamos sobre todo el sentido del mesianismo de Jesús: el Misterio Pascual lo define. Lucas por lo general sigue el Evangelio de Marcos, pero en este caso omite la reacción de Pedro que aconsejaba a Jesús no pensar en el Mesías sufriente y omite también la dura respuesta de Jesús a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mc. 8, 33b). «Satanás» es una palabra hebrea que significa «tentador», que aleja a los demás del camino de Dios. Jesús no permite que Pedro se aleje de su misión.
Jesús substituye la palabra «Mesías» por la de el «Hijo del Hombre» que saca del libro de Daniel (cfr. Dn. 7, 13 s.) refiriéndose, por vez primera, al juez escatológico. En la primera profecía de la pasión se hace palpable un boceto muy viejo de una confesión de fe cristiana muy antigua, que fija tres importantes etapas en las historias de la Pasión y de la Pascua: condenado - muerto - resucitado al tercer día.
Jesús trae la salvación, no a la manera de un falseado Mesías de carácter político, sino como un esclavo de sufrimientos, que fue reprobado por su propio pueblo y entregado a la muerte de Cruz. Desde la muerte y sufrimiento del Señor se lanza un puente hasta la vida de la Iglesia, que se encuentra claramente en una situación crítica. La expresión «llevar diariamente su cruz» significa, sin embargo, algo muy distinto de los pequeños dolores del tono gris de cada día, que se han de llevar con recta intención.
Se expresan, más bien, las condiciones de un seguimiento perentorio y definitivo, en las cuales ha penetrado la comunidad de la salvación neotestamentaria y que siempre han de traerse nuevamente al recuerdo. «Diariamente» ha de constarles a los cristianos que el seguimiento de Cristo encierra en sí también disponibilidad para el martirio. Colocarse del lado de Jesús quiere decir contar con el odio, con la persecución y (en situaciones extremas), también con la pérdida de la vida.
El seguimiento de Cristo es una empresa peligrosa, que exige, al mismo tiempo, estímulo, humildad y renuncia de sí mismo. «El que quiera sustraerse a la peligrosa situación del seguimiento de Cristo para salvar su vida, perderá la vida en el futuro juicio y no gozará de la feliz eternidad» (Heinz Schürmann).
Lc. 9, 23-24: El seguimiento de Jesús A continuación, a todos decía: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz de cada día y sígame. Quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mi causa, la salvará». La comprensión plena del seguimiento de Jesús no se consigue por medio de una instrucción teórica, sino por el compromiso práctico, caminando con Él por el camino del servicio, desde Galilea hasta Jerusalén.
El camino del discipuladoes el camino de la entrega personal, del abandono, del servicio, de la disponibilidad, de la aceptación del conflicto, sabiendo que habrá resurrección. La cruz no es un incidente, es parte de este camino. Porque en un mundo organizado en base a principios egoístas ¡el amor y el servicio sólo pueden existir crucificados!
Quien hace de su vida un servicio a los demás, incomoda a los que viven aferrados a los privilegios, y sufre. Lo que destaca el evangelio de Lucas hoy es sobre todo la contemplación plena de fe y confianza del Mesías-Traspasado. Espontáneamente se evocan las escenas lucanas de la pasión: las mujeres que lloran (Lc. 23, 27), la plegaria del ladrón (Lc. 23, 42) y la reacción de la multitud después de la muerte (Lc. 23, 48).
Por tanto, podríamos definir la perspectiva de este pasaje evangélico del modo siguiente: la fe de Pedro es el tipo de la fe de la Iglesia, entendida como seguimiento del Hijo único y comunión con el Misterio Pascual, contemplado desde el ángulo de la revelación de la misericordia del Padre en la muerte del Hijo. «¿Quién dicen ustedes que soy Yo?»