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Domingo XI o. «Sus pecados están perdonados porque tiene mucho amor». 5o Domingo. 10 - Durante el Año. 11 - Durante el Año. AMBIENTACIÓN.
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Domingo XIo «Sus pecados están perdonados porque tiene mucho amor»
5o Domingo 10 - Durante el Año 11 - Durante el Año
AMBIENTACIÓN En este Domingo la Palabra de Dios nos llega a través de unas lecturas que tienen un denominador común: el arrepentimiento, la fe y el amor de Dios son tres notas que aparecen en ellas. Cuando Jesús de Nazaret, ante la miopía espiritual y social del fariseo Simón, perdona a la pecadora, está haciendo un acto de amor supremo avalado por el gran amor que también demuestra la mujer.
Es todo un gran mensaje de amor y perdón muy especial para estos tiempos en los que el amor está cada vez más ausente y el perdón apenas aparece. Sigamos a Jesús, durante todo este Tiempo Ordinario, en su permanente lección de amor y de concordia. Pidamos al Señor que, su Palabra, nos ilumine y descubramos el gran corazón perdonador de Dios.
Pasos De la LECTIO DIVINA «Sus pecados están perdonados porque tiene mucho amor»
INVOCACION AL ESPÍRITU SANTO
Señor Jesús, envía tu Espíritu, para que Él nos ayude a leer la Biblia en el mismo modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús. Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte.
Así, la cruz, que parecía ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección. Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.
Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús, podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu. Amén.
¿QUÉ DICE el Texto?
1ª. LECTURA 2Sm. 12,7-10.13: «El Señor perdona tu pecado. No morirás»
Esta narración del segundo libro de Samuel ha dejado en la Historia Salvífica y en la Teología profunda huella por las interesantes enseñanzas que contiene: El pecado de David narrado con toda su objetividad y crudeza. Ni se calla ninguna de las circunstancias agravantes. El Rey ha sido elegido por Dios; y colmado de honores, victorias y predilecciones como ningún otro personaje de la Historia de Israel.
A estas predilecciones divinas va ahora a responder David con pecados gravísimos que ofenden a Dios, manchan la Alianza y escandalizan a todo el pueblo: adulterio del Rey con agravio despiadado de uno de sus más fieles soldados: mientras este leal soldado -Urías- está en campaña, David comete adulterio con Bersabé, esposa de Urías. Al adulterio sigue el asesinato. Un asesinato tramado villanamente, cínicamente. El mismo Urías lleva en sus manos, en pergamino sellado que ha de entregar a Joab, la sentencia que David ha fulminado contra el fiel servidor (cfr. 2Sm. 11,14-15).
A sangre fría la ejecuta Joab (cfr. 2Sm. 11,16-17); y al recibir David la noticia de: «Misión cumplida» (cfr. 2Sm. 11,18-21), celebra la boda con Betsabé (cfr. 2Sm. 11,27), sin que asome el mínimo remordimiento a su conciencia (cfr. 2Sm. 11,25). Es uno de esos asesinos a los que la conciencia no les advierte que sus manos chorrean sangre, porque la astucia al servicio de las pasiones conduce al cinismo y a la insensibilidad moral.
Tan grave ataque a la Ley de la Alianza no puede dejar mudos a los Profetas, guardianes de su pureza y fidelidad. El Profeta Natán se enfrenta con el poderoso y atolondrado Rey; y en nombre de Dios le conmina con los castigos divinos. Su apólogo o parábola, ordenada a despertar la conciencia y el arrepentimiento del Rey David, hizo impacto inmediato (v. 13); y lo sigue haciendo a través de los siglos en miles de conciencias. Haríamos bien en leerlo y aplicárnoslo hoy, que tanto se va perdiendo la conciencia del pecado.
David será ejemplar de pecador penitente. Su humildad, su dolor, sus lágrimas de contrición sincera parecen palpitar en el Salmo «Miserere» (Sal. 51(50), que será por siempre más la oración del corazón contrito y humillado. Nos sería muy provechoso recitarlo siempre que nos acercamos al Sacramento de la Penitencia. Pero David motivado por el don de Dios a través del profeta, no se desespera; sabe que la misericordia de Dios es mayor que cualquier pecado. Se arrepiente y es perdonado.
La escena destaca sobre todo la misericordia de Dios para con el pecador arrepentido. Así, la misericordia es una prueba más de cómo ama Dios al ser humano, como en el caso de David. Esta narración prepara el espíritu para contemplar la misericordia de Cristo para con la pecadora que muestra su conversión a Jesús: será el mensaje del Evangelio.
Salmo responsorial Sal. 32(31): «Perdona, Señor, mi culpa y mi pecado»
El salmo responsorial de este domingo es una magnífica descripción del gozo del pecador que confiesa su pecado: «Propuse: "Confesaré al Señor mi culpa", y tú perdonaste mi culpa y mi pecado» (v.5b). Las palabras del salmista pueden ser palabras de David, de la pecadora del evangelio, de cada uno de nosotros... El texto del salmo 32(31) merece ser aprendido de memoria y recitarlo como plegaria de acción de gracias después de celebrar el sacramento de la reconciliación.
Pocos textos expresan de un modo tan directo la experiencia del hombre pecador y perdonado.
2ª. LECTURA Gál.2,16-19.21: «No soy yo, es Cristo quien vive en mí»
Ante la asamblea de Antioquía y ante una falta de tacto de Pedro (no error doctrinal), Pablo defiende el camino a seguir. El Evangelio ni es ni debe parecer una secta Mosaica: La Ley no puede dar otra santidad que la ritual o cultual; mera sombra y prenuncio de la que lo es de verdad: la gracia. Pedro defendió esta verdad en Hch.11, 1-18. Si en Antioquía se atiene a la Ley Mosaica es en consideración de los judíos allí residentes; para evitar su escándalo.
Pero con ello hace daño a los muchos cristianos de la gentilidad que hay en la Comunidad de Antioquía. La gran autoridad de Pedro podría convertir en un deber lo que él hace sólo para no exacerbar a los «judaizantes». Pablo ve el peligro de que éstos hagan de la conducta de Pedro una tesis y una bandera; e impongan la Ley Mosaica a todos los convertidos de la gentilidad. Esto era cerrar la puerta al Evangelio entre los gentiles. Y contenía el peligro de un gravísimo error doctrinal: que la «Salvación» se debiera a la Ley y no a Cristo.
El tema fundamental de la controversia entre Pablo y los judaizantes queda muy clarificado en este fragmento (cfr. Gál. 1, 11-19. 2ª lectura del Domingo 10º). Las contundentes afirmaciones del apóstol expresan dónde radica nuestra salvación: en una configuración con la muerte de Cristo en la cruz, para participar en su existencia de cara al Padre. En otras palabras: en la inserción, por el Bautismo, en el Misterio Pascual de Cristo. La Ley es sólo para llegar a Cristo. Sólo Cristo nos da la Salvación.
Retornar a la Ley y exigirla como condición salvífica sería anular a Cristo. Es evidente: si nos salva Moisés, ¿a qué ha venido Cristo? Pablo, que fue celoso fariseo, conoce esto existencialmente y con claridad meridiana desde que en Damasco se pasó de los brazos yertos de la Ley a los brazos salvadores de Cristo crucificado y resucitado.
Esta hermosa experiencia vivencial suya nos queda cincelada en aquella frase, también suya, inmortal, de la que teólogos y místicos extraerán sus luces y sus ardores: «Vivo, mas ya no yo; es Cristo quien vive en mí» (Gál. 2,. 20). Mi «yo», mi persona, si sólo cuenta con el propio caudal o si sólo recibe ayuda de otro débil y limitado como yo, aunque sea Moisés, no tiene más destino que el fracaso y la muerte.
Pero Cristo, Hijo de Dios, se me entra en lo más íntimo de mi ser y sin destruir mi personalidad física e individual me llena de su Espíritu; ya vivo de El; ya vive El en mí; ya soy hijo de Dios; ya soy inmortal. La FEy adhesión vital a Cristo, por tanto, no me empobrece, sino que me dignifica, me plenifica. ¿Qué está diciendo Pablo en el mensaje a los Gálatas? Nunca debemos desesperar, aún si pecamos contra las leyes de Dios y del hombre, porque el amor de Jesús, que dio su vida por nosotros, es más fuerte que la ley.
Quiere decir que siempre podemos ser perdonados por Cristo, presente en los sacramentos de la Iglesia, no importa cuan mediocre sea nuestra vida. ¡Claro está que no debemos «abusar» de la misericordia de Dios! que no obra por arte de magia. «Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí»
EVANGELIO Lc. 7,36 - 8,3: «Sus muchos pecados están perdonados porque tiene mucho amor»
EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS R/. Gloria a Ti, Señor. 7,36 Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. 37 Había en la ciudad una mujer pecadora, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, 38 y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume.
39 Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora» 40 Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decirte» Él dijo: «Di, maestro» 41 «Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cincuenta. 42 Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?»
43 Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más» Él le dijo: «Has juzgado bien», 44 y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. 45 No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. 46 No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume.
47 Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra» 48 Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados». 49 Los comensales empezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?». 50 Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz».
8,1 Y sucedió a continuación que iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, 2 y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, 3 Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes. Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, SeñorJesús
RE-LEAMOS EL TEXTO PARA INTERIORIZARLO A- Ubicación en el ciclo litúrgico En el interior del proceso de la lectura litúrgica del evangelio de Lucas, la perícopa de este domingo corresponde al tercero de los «signos proféticos» de Jesús: - el soldado de Cafarnaún (Domingo 9º) - el hijo de la viuda de Naín (Domingo 10º), - el perdón de la pecadora (Domingo 11º).
Los dos signos anteriores (Domingos 9o: Lc. 7, 1-10 y 10o: Lc. 7, 11-17) se referían a curaciones corporales. En cambio, el perdón de los pecados entra en el ámbito del espíritu. Es una revelación de la misericordia de Dios, y, en este sentido, una escena profundamente vinculada a la temática de Lucas.
En cualquier caso, se puede subrayar la condición «profética» de Jesús. «Si éste fuera profeta...», piensa Simón. Y Jesús le demuestra que es profeta, denunciando los pensamientos de su corazón y perdonando los pecados de la mujer, que ama tanto porque ha reconocido el gran amor que Dios le tiene.
Jesús de Nazaret, que se reveló como Señor de la vida en la reanimación del hijo de la viuda de Naín (cfr. domingo 10º del Tiempo Ordinario, ciclo C: Lc. 7, 11-17), se revela ahora como Señor misericordioso, que perdona el pecado, en la escena que nos narra Lucas. La frialdad del fariseo Simón no tiene nada en común con el amor, lo único capaz de experimentar el perdón de Dios.
Proceso de la Lectura Litúrgica Introducción: ciclo epifánico( Domingos 1º – 2º ) Domingo 1º: El Bautismo de Jesús y la teofanía del Jordán. Domingo 2º: Las bodas de Caná y el primero de los “signos” de Jesús Lo que hemos leído hasta aquí en el Tiempo Ordinario Ciclo C I. Conocer a Jesús: ( Domingos 3º – 12º ) 1. La Presentación de Jesús (Domingos 3 - 5) Domingo 3º : Jesús es el “hoy” de las Escrituras, el anunciado por los profetas. Domingo 4º : Jesús es el profeta universal. Domingo 5º : Jesús llama a participar de su misión profética.
Proceso de la Lectura Litúrgica 2. El mensaje profético: (Domingos 6º - 8º) Domingo 6º : El camino de la felicidad y las amenazas de desgracia.. Domingo 7º : La imitación del Padre misericordioso. Domingo 8º : la necesidad de tener un buen corazón para ayudar a los demás. Lo que hemos leído hasta aquí en el Tiempo Ordinario Ciclo C 3. Los signos proféticos de Jesús (Domingos 9º - 11º) Domingo 9º : El signo del criado del centurión: universalidad de la FE. Domingo 10º : El signo de la viuda de Naín: el misterio pascual Domingo 11º : el signo de la pecadora perdonada en casa de Simón: el perdón de los pecados por el don del Espíritu Santo. F
B- Contexto: Lc. 7: NOVEDAD DEL REINO: - En Cafarnaún, elogia la fe del extranjero: (Lc 7,1-10). - En Naím resucita al hijo de la viuda (Lc 7,11-17). - El modo de Jesús de anunciar el Reino sorprende tanto a los hermanos judíos, que incluso Juan el Bautista queda sorprendido y manda a preguntar: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» (Lc 7,18-30). - Jesús critica la incoherencia de su paisanos: Lc 7,31-35) - (Lc. 7,36 - 8,3): el comportamiento de Jesús hacia las mujeres.
En tiempos del Nuevo Testamento, en Palestina, la mujer vivía marginada: - No participaba de la sinagoga, no podía hacer de testigo en la vida pública. - Desde el tiempo de Esdras (s. IV a. C), la oposición iba crescendo, como vemos en la historia de Judit, Ester, Ruth, Noemí, Susana, la Sulamita y otras mujeres. - Esta resistencia de las mujeres encontró eco y acogida en Jesús:
- En el episodio de la mujer del ungüento (Lc. 7,36-50) aparecen: * tanto el inconformismo y la resistencia de las mujeres, * como la acogida de Jesús hacia ellas. - En la descripción de la comunidad que crece en torno a Jesús (Lc. 8,1-3), vemos a hombres y mujeres reunidos alrededor de Jesús = como discípulos y discípulas.
C- Re-lectura del texto: a) Estructura: dos episodios: Lc. 7, 36-50: Una mujer pecadora llega hasta Jesús y es perdonada... Lc. 8, 1-3: La comunidad de Jesús = discípulos y discípulas.
b) Desarrollo el relato: Lc. 7, 36-38: Una mujer lava los pies de Jesús en casa de un Fariseo Lc. 7, 39-40: La reacción del fariseo y la respuesta de Jesús Lc. 7, 41-43: La parábola de los dos deudores y la respuesta del Fariseo Lc. 7, 44-47: Jesús aplica la parábola y defiende a la mujer Lc. 7, 48-50: El amor hace nacer el perdón. El perdón hace crecer el amor. Lc. 8,1-3: Los discípulos y discípulas de la comunidad de Jesús
b) Comentario: Este episodio, de la mujer arrepentida de su pecado y perdonada por Jesús, está narrado en los cuatro evangelios. Por supuesto que cada evangelista hace la redacción con sus propias características y subraya los detalles que más interesan a la finalidad de su escrito. A través de un hecho concreto, el evangelista quiere destacar la misericordia de Jesús para con los pecadores.
Y subraya, además, en contraste, la actitud de quienes, creyéndose ejemplares cumplidores de la Ley, eran intolerantes e incapaces de respetar siquiera la dignidad humana de los demás y los rechazaban porque los consideraban «indignos»: no veían más allá del cumplimiento externo de la ley. Los fariseos identificaban al pecador con su pecado. Jesús ve el valor de la persona humana más allá de las apariencias, que puedan hacernos pensar que esa persona es despreciable.
Cuando leamos el texto imaginémonos que estamos en casa del fariseo, durante el almuerzo, y observemos con mucha atención las conductas, los gestos y las palabras de las personas: de la mujer, de Jesús y de los fariseos. Leamos varias veces y también atentamente la breve información de Lucas sobre la comunidad que se formó en torno a Jesús y tratemos de examinar bien las palabras usadas para indicar la participación tanto de los hombres como de las mujeres que siguen a Jesús.
Lc. 7, 36-38: Una mujer lava los pies de Jesús en casa de un Fariseo. Tres personas totalmente diferentes se encuentran: Jesús, un fariseo y una mujer, de la que se decía que era «pecadora». Sólo ese calificativo está en el texto original del evangelio: gunh. h[tij h=n evnth/| po,leia`martwlo,j (guinèetisén en te poleiamartolós = «había en la ciudad una mujer que era pecadora»). Jesús se encuentra en la casa de Simón, un fariseo que lo había invitado a comer en su casa.