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Toledo es una ciudad milenaria cuyo origen se pierde entre la historia y la leyenda. Su originalidad y belleza le asemejan a un libro de arte, cuyas páginas es un placer abrirlas para gozar del deleite de sus iglesias, mezquitas, sinagogas, conventos, puentes, murallas y edificios emblemáticos.Forjada por romanos, visigodos, árabes, judíos y cristianos, guarda celosamente las huellas de su pasado. Desde lo alto de una gran roca, observa cómo el Tajo la circunda blasonando su poderío y gallardía de ciudad imperial.Su casco urbano custodia todavía hoy el tiempo y la historia entre sus calles angostas y empedradas. Celosa de sus tradiciones, ha sabido mantener a lo largo de los siglos, ese espíritu de antigüedad que el trascurrir del tiempo ha depositado en ella.
Aguador en el Tajo al fondo San Juan de los Reyes y el puente de San Martin Aguadores en el Cobertizo de San Miguel-1925
AZACANES EN LA CALLE DEL ANGEL Toledo es una hoguera. Cada piedra es un pequeño corazón en llamas. En fachadas gastadas por la usura del tiempo arden ladrillos aljamiados y arden las cúpulas y los cimborrios como antiguas ofrendas expiatorias de vitrales de iglesias encendidas, y las arduas maderas del mozárabe y los profundos patios entrañables y los ojos sin luz de las estatuas y las ojivas y las claraboyas…
Azacán en la puerta de Alcántara—Foto: Aberlardo Linares 1911-20
TOLEDO Siempre estuve en Toledo. Aunque mis pasos se hayan pedido en otro laberinto, sé que nunca salí de este recinto de hondas nieblas e íntimos ocasos. Siempre llevé conmigo las callejas, los rumores del río, los gastados oros de los ladrillos aljamiados, los mágicos rincones de perplejas urdimbres y la mística maraña de blasones, de espadas y de piedras que ennobleces los hielos y las hiedras de Castilla, magnífica y huraña. Siempre estuve en Toledo. Cuando muera, sé que hay algo en su entraña que me espera. . BUEYES EN SAN MARTIN—Foto: Jean Laurent-1874-92
Calle Cárdenas Foto: Casiano Argüacil Calle Ancha
Calle Santo Tomé Callejón de los Niños Hermosos
Grandes almeces (Celtis australis) en la Ermita del Valle a principios del siglo XX
Cuesta de Doce Cantos Calle Santa Isabel hacia 1925
La Melonera
Palacio de Pedro I el Cruel Palacio de Caracena
Puente de Alcántara antes de 1864 “…Aherrojado en las lindes de lo eterno, Guardaré el sueño que me han entregado Generaciones de hombres y de piedras. Te seguiré soñando en la otra orilla….” Fragmento del poema: “Alonso de Covarrubias mira a Toledo por última vez” de José María Gómez Gómez
Puente de San Martín y San Juan de los Reyes Puente de Alcántara y castillo de San Servando
Cuando el atardecer entra en los puentes, ahondados de penumbras y de espejos, el río es un tizón incandescente, un fluir de luciérnagas acuáticas… Puente San Martin—Foto: Jean Laurent, 1858-74
Hubo un tiempo feliz en que Toledo era un rumor de gentes en las calles, con sabor de intrahistoria milenaria, de pueblo labrador y castellano. La cantinela de los viejos carros de mulas era música entrañable y las mujeres en Zocodover improvisaban tiendas y mercados, y ofrecían sus frutos en el suelo sobre una simple manta o en un cesto… Tropeles de asnos de los azacanes acarreaban agua desde el río… y no faltaba el vendedor de loza con su burro adornado con borlones y aparejos de color, portando aguaderas cargadas de cacharros, platos, botijos, orzas y lebrillos. Eran los años de la fiel pobreza, la honorable pobreza de Toledo, que contrastaba con la reciedumbre de su historia y de sus monumentos, testigos por entonces silenciosos del abandono y de la decadencia. Puente de Alcántara
Catedral Iglesia de San Nicolás
Santa Leocadia SANTO TOME—Foto: Arthur Byne 1917
PASTOR EN CHOZO—Foto: Anna M. Christian-1915 DISEÑO: Luis M. Moll info@laalcazaba.org Poemas: José María Gómez Gómez Colaboración: Alfredo Pastor Ugena REVISTA LA ALCAZABA