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Somos muchos los que en el ayer hicimos la carta al Niño Jesús. Una carta llena de errores y de tachaduras propias de un niño que escribe a otro niño.
E N D
Somos muchos los que en el ayer hicimos la carta al Niño Jesús. Una carta llena de errores y de tachaduras propias de un niño que escribe a otro niño. Ahora, es que me doy cuenta que “Alguien viene para alguien” es decir, que Dios llega para beneficio de toda la humanidad. Es un Dios en camino por fruto del amor de María la Virgen, en el Espíritu Santo, para que Jesús fuese el mejor tronco que reventara florido en las manos de San José, su buen padre que supo guardar el mejor secreto. Estoy viendo o imagino como en todos los hogares están haciendo sus pesebres – nacimientos en cualquier rincón, mesa o debajo del frondoso árbol de navidad. Allí pastores de todos los tamaños, ovejas con sus crías corriendo por los vallados, ríos que saltan de cristalina alegría hacia abajo, vecinos admirados que se preguntan ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?, unos viejos magos de vestidos tupidos que en vez de montados están halando a sus camellos … y como el ciego junto al libro abiertoy el niño pobre ante el juguete caro.
En ese pesebre o nacimiento está recreado la pequeña Belén, tierra humilde y apartada, ciudad de David, donde llega la familia de José y María para empadronarse. Mientras allí estaban le llegó a María el momento de dar a luz. Belén tenía muchos visitantes y por más que José buscó posada no la encontró. Un establo donde se guardaba el ganado sirvió para que naciera el Niño Jesús. “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció” (Isaías 9,1) Bajo esa gran luz quiero volver a escribir y con mucha esperanza poder decirle: “Querido Niño Jesús” ya habiendo dejado la niñez, la juventud y ahora en mi edad adulta, me uno a todos los niños del mundo y a todo el pueblo creyente. Pues reconozco, que todos, sin excepción, siempre guardamos algo de niño que en este tiempo de Navidad es imposible esconder. La Navidad es la fiesta de un Niño, de un recién nacido.
Pedir es fácil. Pues he visto como son más los que piden que los que dan. Por eso. Quisiera comenzar agradeciendo, todo el bien que haces por cada de nosotros. Un bien que nos cuesta reconocer, pues nos corrompemos cuando nos visita el dolor y la tristeza. Agradecimiento “justo y necesario” que lo hacemos vida en cada misa que nos regalas para oír tu palabra, vivir la liturgia de tu amor y alimento para salir al encuentro de todos los miembros de la comunidad. Al agradecimiento se une, de forma inmediata, la adoración como reconocimiento de la divinidad del Niño que nace en el portal de Belén. Reconocido por los más humildes en aquellos pastores que ofrecían leche, requesón y miel. También, los Reyes magos, que abriendo sus cofres entregaron incienso, oro y mirra. Todo esto lo guardaba la Virgen María en su corazón. Puesto entre pajas descubriremos al Niño.
Desde aquella creación donde Adán y Eva eran abrazados por Dios y bendecidos por toda la belleza del paraíso. Dios, a pesar de la desobediencia, tuvo siempre compasión, y en ese abrir de los ojos, les invita a ganarse el pan con el sudor de la frente y a batallar para vencer la debilidad de la carne. Además, en ellos, nos ofrece a todos, que nunca, pero nunca nos abandonará. Razón por la cual trae al mundo a su único Hijo, Jesús nacido de la Virgen María. Ahora, con toda claridad, debo pedirle perdón por todos los pecados contra ese amor que siempre nos ha regalado y que nosotros hemos sabido rechazar. Perdón que se traduce en reconocimiento, arrepentimiento, dolor de corazón y enmienda definitiva para corregirlos y acusarlos en el Sacramento de la Confesión como camino de encuentro con el Dios de la paz y del perdón. Que el perdón abunde en todos los hogares para que nazca de verdad Dios
Son muchas las cosas que quisiera enumerar en esta carta, pero que sabiendo que todas son necesarias, buscaré las más útiles para la vida cotidiana. Es el pan que falta en muchos seres, mientras que otros la botan haciendo mucho daño. Es el agua que se pierde a diario en llaves y tuberías estropeadas. Es la violencia que sacude sin compasión arrastrando, tras de ella, la vida de jóvenes e inocentes. Es la cruel guerra, sin motivo ni son, que explota en muchos lugares derramando sangre, tristeza y muchas lágrimas. Es la ofensa y los gritos que van matando al amor de los matrimonios para caer en divorcio. Es el modernismo de una moda excluyente que aprieta el arete, la gargantilla y el tatuaje de la indiferencia juvenil. Es la comodidad del “a mí no me importa” mientras el otro es secuestrado, atracado y maltratado. como el perro que apaga sus amorosos bríoscuando hay un perro grande que le enseña los dientes;
“Querido Niño Jesús” son tantas y tantas cosas, que ya parece una lista de compras y aún así, quiero seguir para llegar hasta el fin. En mi casa, en mi barrio, en la sociedad la gente no se quiere. Vivimos pasando factura y cobrando favores. La gente se muere en los hospitales por falta de medicina y de implementos médicos. Cada día son más los que viven en la calle y muchos se mueren en la vera de los caminos de mengua y pobreza. La gran mayoría padece el hambre de pan y de amor; de alegría y de esperanza; de paz y de reconciliación. Esos que padecen mucho no vienen a misa y dicen que no pueden porque les falta ropa y necesitan estar pidiendo a toda hora. Que este 25, día de tu nacimiento, vengas no cargado de regalos sino de bendiciones, para empezar a amar, que es y sería el mejor regalo que nos hace falta. Niño Jesús ve a mi casa en esta navidad. P. Marcelo
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