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La Ilustración y el Neoclasicismo. Álvaro Fernández Calvo 3.C.
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La Ilustración y el Neoclasicismo Álvaro Fernández Calvo 3.C
La Ilustración fue un movimiento cultural europeo que se desarrolló especialmente en Francia e Inglaterra desde principios del siglo XVIII hasta el inicio de la Revolución Francesa, aunque en algunos países se prolongó durante los primeros años del siglo XIX. Fue denominado así por su declarada finalidad de disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón. El siglo XVIII es conocido, por este motivo, como el Siglo de las Luces. Los pensadores de la Ilustración sostenían que la razón humana podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía, y construir un mundo mejor. La Ilustración tuvo una gran influencia en aspectos económicos, políticos y sociales de la época. La expresión estética de este movimiento intelectual se denominará Neoclasicismo. La Ilustración significa el movimiento del hombre al salir de una puerilidad mental de la que él mismo es culpable. Puerilidad es la incapacidad de usar la propia razón sin la guía de otra persona. Esta puerilidad es culpable cuando su causa no es la falta de inteligencia, sino la falta de decisión o de valor para pensar sin ayuda ajena. Sapere Aude es, por consiguiente, el lema de la Ilustración La Ilustración
Ubicación del movimiento • Desde Gran Bretaña, donde algunos de los rasgos esenciales del movimiento se dieron antes que en otro lugar, la Ilustración se asentó en Francia, donde la anglofilia fue difundida por Voltaire, y produjo aquí su cuerpo ideológico, el enciclopedismo, y sus más representativas personalidades (Montesquieu, Diderot, Rousseau, Bufón, etc.); también dio sus frutos, en ocasiones más o menos autónomamente, pero en la mayoría de casos dependientes de Gran Bretaña y, sobre todo, de Francia, en otras zonas europeas (Países Bajos, las penínsulas italianas e ibérica, el conglomerado germánico, Polonia, Rusia, Suecia, etc.) o en sus colonias americanas; frutos condicionados por el grado de desarrollo ideológico y sociopolítico adquirido en el momento de lanzamiento de la nueva ideología y por el proceso interno seguido a lo largo de su desenvolvimiento.
La Ilustración en España En España, la Ilustración coincidió con los reinados de Fernando VI y Carlos III. Si bien la decadencia profunda en que se encontraba el país en el punto de partida obstaculizó una posterior eclosión, el auge dinámico de algunas de sus zonas geográficas (especialmente Cataluña) a lo largo del período y la actuación coadyuvante (aunque tímida) desde el poder político facilitaron la aparición de un nutrido y valioso grupo de ilustrados (Cabarrús, Cadalso, Campomanes, Capmany, Cavanilles, Feijoo, Hervás y Panduro, Jovellanos, Mutis, etc.) condicionado, no obstante, por el arraigo y la preponderancia del pensamiento teológico tradicional. La creación de las Reales Academias de la Lengua, de la Historia, de la Medicina o del Museo de Ciencias Naturales, fueron algunos de los logros de la Ilustración española
El Siglo XVIII • El término Ilustración se refiere específicamente a un movimiento intelectual histórico. Existen precedentes de la Ilustración en Inglaterra y Escocia a finales del siglo XVIl, pero el movimiento se considera originalmente francés. La Ilustración tuvo también una expresión estética, denominada Neoclasicismo. Desde Francia, donde madura, se extendió por toda Europa y América y renovó especialmente las ciencias, la filosofía, la política y la sociedad; sus aportes han sido más discutidos en el terreno de las Artes y la Literatura. Según muchos historiadores, los límites de la Ilustración han alcanzado la mayor parte del siglo XVIl, aunque otros prefieren llamar a esta época la Era de la Razón. El siglo XVIII constituye, en general, una época de progreso de los conocimientos racionales y de perfeccionamiento de las técnicas de la ciencia. Fue un período de enriquecimiento que potenció a la nueva burguesía, si bien se mantuvieron los derechos tradicionales de los órdenes privilegiados dentro del sistema monárquico absolutista. Sin embargo, la historia del siglo XVIII consta de dos etapas diferenciadas: la primera supone una continuidad del Antiguo Régimen (hasta la década de 1770), y la segunda, de cambios profundos, culmina con la Revolución Estadounidense, la Revolución francesa y Revolución industrial en Inglaterra.
El Neoclasicismo • El término Neoclasicismo surgió en el siglo XVIII para denominar de forma peyorativa al movimiento estético que venía a reflejar en las artes, los principios intelectuales de la Ilustración que desde mediados del siglo XVIII, se venía produciendo en la filosofia y que consecuentemente se había transmitido a todos los ámbitos de la cultura. Sin embargo después de la caída de Napoleón los artistas no tardaron en cambiar sus ideas hacia el Romanticismo y el Neoclasicismo fue dejado.
La narrativa es casi inexistente en España durante este período. Prácticamente, se reduce a la Vida de Diego de Torres y Villarroel, o al relato Fray Gerundio de Campazas del Padre Isla. Otra modalidad de gran influencia en esta época fue el periódico. Literarios, científicos o de curiosidades, publicaciones como el Diario de los Literatos de España, El Censor o El Correo de Madrid contribuyeron a difundir en España las teorías y las ideas del momento, asentando los principios de la Ilustración. Por el contrario, el ensayo es el género dominante. Esta prosa educativa y doctrinal muestra un deseo de acercarse a los problemas del momento, tiende a la reforma de costumbres y suele hacer uso de la forma epistolar. A veces, el intercambio intelectual de estas obras produce sonadas polémicas, como por ejemplo la que se estableció con motivo del provocativo "¿Qué se debe a España?" del francésMasson de Morvilliers en su Enciclopédie Méthodique (1782). Fue contestado con la reivindicación Oración apologética por España y su mérito literario de Juan Pablo Forner (1786); que fue a su vez ridiculizado por la sátira Oración apologética en defensa del estado floreciente de España (1793), más conocida como Pan y Toros atribuida a veces a Jovellanos, pero realmente de León de Arroyal. Destacan Gaspar Melchor de Jovellanos y José Cadalso. Prosa Neoclásica
Lírica Neoclásica • En 1737, Ignacio Luzán recogía las ideas estéticas del Neoclasicismo en su Poética. Este estilo triunfó en España imponiendo unos criterios de utilidad y servicio a la humanidad, junto a los deseos de placer estético. Dominaron los ideales artísticos importados de Francia, el "buen gusto" y el comedimiento, y se reprimían sentimientos y pasiones. La sujeción a las normas fue general, huyéndose de la espontaneidad y de la imaginación, que fueron sustituidas por el afán didáctico. • La poesía neoclásica trató temas históricos, costumbristas y satíricos. En la variante denominada Rococó, más lujosa y recargada, dominaron los temas pastoriles que exaltaban el placer y el amor galante. Formas habituales fueron odas, epístolas, elegías y romances. • Nombres importantes de la poesía española son los de Juan Meléndez Valdés, el maximo representante español del Rococó, Nicolás Fernández de Moratín y los fabulistas Tomás de Iriarte y Félix María Samaniego. • La literatura neoclásica se desarrolló principalmente en tres ciudades: Salamanca, por personas relacionadas con su Universidad; Sevilla con la influencia de su asistente (cargo similar al de alcalde) Pablo de Olavide y Madrid, en torno a la Fonda de San Sebastián. De esta manera, se agrupa a los escritores de aquella tendencia en escuelas o grupos poéticos: Laescuela salmantina, en la que se encuentra Cadalso, Meléndez Valdés, Jovellanos y Forner; la escuela sevillana, en la que se incluyen los escritores Manuel María Arjona, José Marchena, José María Blanco White y Alberto Lista, quienes pronto evolucionaron hacia un Romanticismo primerizo (Prerromanticismo); y el grupo madrileño formado por Vicente García de la Huerta, Ramón de la Cruz, Iriarte, Samaniego y los Fernández de Moratín.
Teatro Neoclásico En teatro, los principales cultivadores fueron los del grupo madrileño. Se sometieron a lo que enseñaban los preceptistas clásicos y modernos, y crearon un teatro en pos de los intereses políticos y morales de la época. Existen tres tendencias: Tendencia tradicional. • Durante la primera mitad del siglo XVIII el teatro se encuentra en decadencia. Hay continuadores de Calderón de la Barca, carentes casi todos de inventiva. Entre el público triunfan las comedias de enredo, de magia, de milagros de santos y de historia. Para la aristocracia, se montaron zarzuelas y óperas, de gusto italiano. Se estrenan también algunas traducciones de obras francesas. Los ilustrados criticaron y satirizaron, pidiendo la representación de obras que enseñasen buenos ejemplos y que respetasen las reglas aristotélicas. Tendencia neoclásica. • Tratando de acabar con esta decadencia, el conde de Aranda mandó rescatar las obras del Siglo de Oro que no infringieran demasiado las directrices aristotélicas, adaptándolas de ser necesario, y apoyando también la traducción de obras extranjeras. A su vez, también animó a los escritores neoclásicos a componer nuevas tragedias vinculadas con la razón y las nuevas reformas que se estaban imponiendo. Varios autores ilustres aceptaron esas ideas, aunque pocas obras atrajeron al público. Tendencia popular. • Los sainetes gozaron del apoyo popular. Estaban escritos en verso, emparentado con los pasos y entremeses de los siglos anteriores. El autor más importante de sainetes fue Ramón de la Cruz.
Jose Cadalso José Cadalso y Vázquez de Andrade (Cádiz, 8 de octubre de 1741 – San Roque (Cádiz), 26 de febrero de 1782) fue un literato y militar español. José Cadalso y Vázquez nació en Cádiz, el 8 de octubre de 1741. La familia, sin embargo, procedía por línea paterna del señorío de Vizcaya. La madre murió a consecuencia del parto, y el padre, ausente por negocios en América, iba a tardar casi trece años en conocer al niño. Tuvo que encargarse de su educación un tío jesuita, el padre Mateo Vázquez. Él fue quien envió al futuro escritor a estudiar a Francia. Vuelto el padre de Indias, desembarcó en España y se dirigió a Paris a conocer a su hijo. Y ansioso siempre de nuevos ambientes, se fue después aInglaterra, donde tanto se entusiasmó, que llamó con él a Londres al educando. También viajaría por Italia y Alemania, cuyos idiomas, igual que el latín y el inglés, dominaba. Tras otro año de estancia en París, pasando por Holanda, regresó por fin a España el cosmopolita muchacho, recibiendo una impresión muy negativa de un país que no había apenas conocido en contraste con su experiencia europea; ello marcará fuertemente la índole de sus posteriores Cartas marruecas. Ingresó entonces por orden de su padre y con dieciséis años en el Seminario de Nobles de Madrid, según cuenta, «con todo el desenfreno de un francés y toda la aspereza de un inglés», ya que su padre quería corregir en él las costumbres y la religión, y prepararle para un empleo de covachuelista, que detestaba; a ese fin fingió sentir inclinación por ser jesuita, sabedor de que su padre detestaba a los de la Compañía, y le sacó de allí; intentó persuadirle entonces de que lo que le gustaba era la carrera militar, lo que tampoco placía a su padre; se valió de estos tormentos para que su padre le devolviera a Europa y, entre los dieciocho y los veinte años vivió de nuevo en París y Londres, hasta que le llegó la noticia de la muerte de su padre en Copenhague (1761).
Tuvo entonces que regresar a España para arreglar el papeleo de su herencia, lo que hizo de forma tan apresurada que años después se encontró sin ningún patrimonio familiar; y se alistó en el regimiento de caballería de Borbón en 1762, participando en la campaña de Portugal, donde tuvo un violento duelo a espada con su antiguo condiscípulo el Marqués de Tabuérniga, con el que se había emborrachado, que terminó tan súbitamente como se había producido. Encontrándose en Madrid en marzo de 1766, sigue con interés el motín de Esquilache, salvando con su intervención la vida del Conde de O’Reilly; «aquel día conocí el verdadero carácter del pueblo», escribió en su Autobiografía. En ese mismo año obtuvo el hábito de Santiago. Trasladado su regimiento a Madrid, Cadalso se enamora sucesivamente de la hija del consejero Codallos, con la que estuvo a punto de casarse, y de la frívola Marquesa de Escalona y, con la venta a él de un caballo que le gustaba, tiene ocasión de introducirse con el entonces todopoderoso Conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla, al que le entrega un manuscrito de una novela, de carácter utópico por lo que indica el título: Observaciones de un oficial holandés en el recién descubierto reino de Feliztá. Con gran escándalo de la nobleza y de encopetadas damas de la corte, circuló por Madrid un libelo titulado Calendario manual y guía de forasteros en Chipre (1768), parodia de la Guía común de forasteros, donde se hacía una descripción de las costumbres amorosas típicas de la sociedad dieciochesca. El público, confiesa el mismo Cadalso, «me hizo el honor de atribuírmelo, diciendo que era muy chistoso». Como consecuencia de ello, tuvo que salir desterrado de Madrid a Zaragoza. El escritor militar permaneció en Zaragoza hasta 1770. Y fue allí donde empezó a dedicarse más intensamente a la poesía.