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EL TESTAMENTO ESPIRITUAL DEL MAESTRO. LO BENDIJO. SALMO PARA GENTE MUY OCUPADA. El Señor guía mis pasos, así que no me apresuro. Él hace que me pare y descanse para reposar tranquilo. Él me inspira imágenes de quietud que restauran mi serenidad.
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EL TESTAMENTO ESPIRITUAL DEL MAESTRO LO BENDIJO
SALMO PARA GENTE MUY OCUPADA El Señor guía mis pasos, así que no me apresuro. Él hace que me pare y descanse para reposar tranquilo. Él me inspira imágenes de quietud que restauran mi serenidad. Él me guía por la senda de la actividad sin perder la calma. Él me guía en la paz de su Espíritu. Aunque tenga muchas cosas cada día, no me turbo, porque El está conmigo. Señor del tiempo, dueño de las horas, Él me mantiene ecuánime. Me prepara un almuerzo y restaura mis fuerzas en medio de los quehaceres, y unge mi mente con el óleo de la paz. Mi copa rebosa de energía gozosa. Esta armonía y esta actividad son el fruto de mis días, Porque camino en la paz del Señor y habitaré en su casa para siempre.
BENDECIDOS El verbo bendecir: • Del griego: eu-logueo: “bien” y “decir”. • Del latín: bene dicere: hablar bien, decir cosas buenas de alguien.
Lo primero que hace el Señor es hablarnos bien: con la verdad. Pronuncia una palabra que es viva y eficaz, que es espíritu y es vida; más cortante que espada de dos filos, que penetra hasta las profundidades del alma. • Toda palabra que escuchamos moldea la manera de pensar, y determina después la forma de ser y actuar. Nuestra mente es como un casette en blanco que depende de lo que en él se graba, eso reproducirá más tarde.
Así como los jóvenes cantan canciones de memoria y de alguna manera tratan de imitar a sus ídolos, así también si escuchamos la Palabra de Dios, nuestra mente se irá identificando con la voluntad divina, hasta que los criterios del Señor nos parezcan de lo más natural. • Así como el agua empapa la tierra y la fecunda, la Palabra de Dios nos irá penetrando hasta la raíz de nuestras decisiones.
Nuestra actitud será escuchar: • Si en esta etapa el Señor se manifiesta como Maestro que nos enseña, nuestra principal actitud ha de ser la de discípulo que escucha para aprender. • En una ocasión un escriba preguntó a Jesús cual es el mayor de los mandamiento. El maestro respondió: “Escucha Israel…” (Mc. 12, 28-29). • El primero y más grande de los mandamientos es escuchar la voz del Pastor, porque al escucharlo nos expresa su amor, nos enamora y nos capacita para responderle con todo nuestro corazón.
Un signo de haber caído en los lazos del activismo, es cuando hablamos más del Señor que con el Señor. • Quien nace sordo jamás puede hablar. Al no escucharlas palabras, no es capaz de pronunciarlas. Esto mismo sucede en la vida espiritual y pastoral: si no sabemos escuchar a Dios, no podemos hablar en su Nombre. • Por otra parte, la oración que se centra en hablarle a Dios, sin darle la oportunidad a comunicarse, va atrofiando el crecimiento espiritual.
Existen personas que deciden los caminos de pastoral o imponen un criterio a seguir que ellos tienen en mente; más, para que tenga fuerza y no encuentren oposición al proyecto, añaden: “¡Esta es la voluntad del Señor!” Pero, ¿quién les dijo a ellos que ese era el plan divino? ¿Cuándo o cómo supieron que esa era la voluntad celestial? Lo único que hicieron para imponerlo a los demás fue endosárselo al Señor…
Los peores son aquellos que piensan que por tener cierta autoridad o título, gozan de infalibilidad, y que sus directrices son automáticamente voluntad divina, como si el Señor dependiera de los siervos. • En vez de preguntarle al Señor lo que Él quiere, dicen lo que piensan y luego tratan de que los demás crean lo que ellos mismos no saben: que ese proyecto, y sobre todo esa prohibición, son voluntad celestial.
Tres cosas que ahogan la Palabra de Dios, no le permiten enraizar, y menos dar fruto: • Primero: Las preocupaciones del mundo, que consisten en darle prioridad a las cosas transitorias. Vivir como si sólo contáramos con nuestras fuerzas para solucionar nuestros problemas. • Segundo: El afán de las riquezas, que comprende la exagerada búsqueda de bienes materiales, títulos o poder. La ambición que nunca se sacia; al contrario, se cae en el remolino de la codicia que es una idolatría. • Tercero: La concupiscencia de la carne, que es la satisfacción desmedida de todos los sentidos, viviendo baja la ley del menor esfuerzo.
Vive tu oración Me puse de rodillas para orar, antes de acostarme, y oré así: “Señor, bendícelos a todos; alivia el dolor de cada corazón entristecido y haz que los enfermos vuelvan a estar sanos”. Al día siguiente me desperté, sin ninguna preocupación. Durante todo el día, no intenté enjugar ninguna lágrima de ningún ojo. No intenté compartir la carga de ningún hermano, en su camino. Ni tan siquiera fui a visitar al enfermo que yacía en la casa de al lado. Sin embargo, otra vez, al acostarme, ore así: “Señor, bendícelos a todos”. Pero mientras oraba así, oí junto a mi oído, una clara voz que me decía: “Detente, hipócrita, antes de orar. ¿A quién haz tratado de ayudar hoy?” “Las mejores bendiciones Dios las da siempre por medio de las manos de los que aquí sirven”. Entonces cubrí mi cara con las manos y lloré: “Perdóname, Dios, porque he mentido; permíteme vivir un día más, que yo trataré de vivir de acuerdo con mi oración”.
A Dios nunca lo ha visto nadie; si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y el amor de Dios está en nosotros consumado. Jn 1, 12 Sugerencias para la oración • Examina tu oración. ¿sientes, de veras lo que oras? ¿Pones en práctica tu oración? ¿Tu oración ha cambiado tu vida? Tu estilo de vida ¿contribuye a la calidad de tu oración? • Lee y medita 1 Jn 4, 7-21; o Santiago 2, 14-24 • Pide gracia para que tu oración fructifique en servicio Nada tiene sentido si no amas a alguien E.E. Cummings