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Vivimos en un tiempo cuando cada vez desconfiamos más de la justicia, pero al mismo tiempo es cuando más necesitamos de justicia. La justicia humana. Los escribas, los principales maestros de la ley y los ancianos estaban reunidos en el palacio del Sumo sacerdote Caifás.
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Vivimos en un tiempo cuando cada vez desconfiamos más de la justicia, pero al mismo tiempo es cuando más necesitamos de justicia.
Los escribas, los principales maestros de la ley y los ancianos estaban reunidos en el palacio del Sumo sacerdote Caifás. • Era tal el odio que tenían hacia Jesús que estaban reunidos fuera de hora, al amparo de la noche y la oscuridad.
Los líderes religiosos, los estudiosos y maestros de las profecías, los que debían haber guiado al pueblo hacia Dios y su mensaje, tramaban en secreto el arresto y la muerte de Jesús.
La intencionalidad de esos líderes religiosos quedó al descubierto. No se manejaron por la justicia sino por los prejuicios e intereses de sus corazones egoístas.
Pedro no quería perderse el final de la película. Seguía de lejos, más por su curiosidad de espectador que por su compromiso de discípulo.
“Se presentaron muchos testigos falsos” (v.60). • Entre tantos hubo dos que se pusieron de acuerdo en el “aporte de pruebas o evidencias” en contra de Jesús.
El acepta y se declara ser el Hijo de Dios. Eso significa el Gran Yo Soy. Es la confesión de su identidad divina. Es el Creador, el Sustentador del Universo.
“A partir de ahora, veréis al Hijo del Hombre” No solo era el Hijo de Dios, Dios mismo en identidad y esencia, era también el Hijo del Hombre.
El Hijo de Dios, el Hijo del Hombre, es el mismo que regresará como Juez para restaurar definitivamente su Universo original y liberarlo definitivamente del pecado y sus consecuencias.
“Ha blasfemado” Lo condenaron por decir que era el Hijo de Dios, el Salvador y el que volvería como Juez.
“Cristo sufrió intensamente bajo los ultrajes y los insultos. En manos de los seres a quienes había creado y en favor de los cuales estaba haciendo un sacrificio infinito, recibió toda indignidad. Y sufrió en proporción a la perfección de su santidad y su odio al pecado” • (El deseado de todas las gentes, p. 649).