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Elección de Carrera. San Alberto Hurtado sj. Elige Bien. La elección de carrera es el más importante problema que tiene que abordar un joven. Con razón se afirma que todo el porvenir de un hombre depende de dos o tres sí; de dos o tres no que da un joven entre los quince y los veinte años.
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Elección de Carrera San Alberto Hurtado sj
Elige Bien • La elección de carrera es el más importante problema que tiene que abordar un joven. Con razón se afirma que todo el porvenir de un hombre depende de dos o tres sí; de dos o tres no que da un joven entre los quince y los veinte años. • El gusto, las ganas, el porvenir económico, son de ordinario los factores decisivos. Pero ¿hay acaso otros elementos que tomar en consideración?. Sí, hay otro punto de vista fundamental para un cristiano: La voluntad de Dios sobre mí.
¡Señor! ¿Qué quieres que haga? • Esta pregunta que hizo Saulo a Cristo, es la interrogante que habría de estar también en la mente de quien pretende resolver como cristiano el camino de su vida. • Conocer este llamamiento especial que Dios me dirige a mí en particular, ha de ser mi gran preocupación de toda la vida, sobre todo en aquellos momentos más decisivos, como es el de la elección de carrera. • La vida de un cristiano es un gran viaje que termina en el cielo. La estación de término es la misma para cada cristiano, pero el camino para llegar es diferente según los designios divinos. ¿Cuál es el camino que Dios quiere que tome yo para llegar allí? • De los males que podemos encontrar en la vida, uno de los más graves y de mayor trascendencia es el de no resolvernos a mirar con serenidad y valentía cuál sea nuestro propio camino de la vida.
¿Cómo conocer mi camino? • A tu elección se ofrecen varios caminos. Terminas tus estudios: ante ti se abre la universidad con sus múltiples carreras; el ejército y la marina; el campo, la industria, el comercio, un empleo, un sitio de obrero; la literatura y el arte, estados de vida: la vida religiosa, el sacerdocio, el matrimonio. • Todas estas solicitaciones estarán frente a ti, y otras mil más, al iniciar tu vida en forma más personal e independiente. • ¿A cuál de estos caminos te ha llamado Dios? No ha dejado a tu capricho que seas lo que quieras. Tú tienes vocación para algo, ¿para qué? ¿Cuál es el fin de tu vida? • ¿Qué criterio me permitirá discernir el llamamiento de Dios? ¿El atractivo que en mí ejercen, el agrado, quizás la felicidad que me ofrecen? Esos criterios tan incompletos no pueden ser la norma para un ser racional; y menos para un cristiano.
Primera Norma de Elección • El primer principio que nos puede orientar en nuestra elección es indiscutiblemente éste: Dios me llama a aquel estado o modo de vida en el que mejor puedo servirle y en el que mejor puedo salvarme. • Dios ha creado al hombre para conocerlo, amarlo, glorificarlo y mediante esto salvar su alma. • Medicina, ingeniería, sacerdocio, matrimonio, milicia, política, riqueza y pobreza todo no es en el fondo un fin, sino un medio para conseguir mi fin. Notemos bien, y con harta insistencia, que no se trata de elegir un buen camino, sino el mejor para mí.
¿Qué es lo mejor para mí? • La respuesta a veces se ofrece con mucha claridad. Otras veces la voluntad de Dios se manifiesta por el análisis de las aptitudes de que Dios nos ha dotado. • Vemos con frecuencia a muchachos dotados maravillosamente que, por culpa propia o de sus padres, renuncian a explotar estas cualidades y se embarcan en empresas minúsculas en su sentido divino y aún humano. Entierran sus aspiraciones en una billetera repleta de billetes. • Una inyección de idealismo y de valores desinteresados, de generosidad y de amor humano y sobrenatural, es una de las más urgentes necesidades de la juventud de nuestra época, para que pueda encontrar su camino en la vida.
¿A qué te inclinas? • Puede servirte para conocer tu carrera, estudiar tus inclinaciones superiores cuanto éstas son profundas y constantes, no caprichos pasajeros, ni sentimentalismos momentáneos. Una inclinación para ser constante ha de estar basada en la íntima convicción del individuo. • Hay inclinaciones totalmente desarraigadas de convicciones; inclinaciones que se tienen únicamente “porque sí”, “porque me gusta”, “porque tengo ganas”, porque aquello es tan novedoso, tan atrayente, tan interesante Estas convicciones no pueden durar, como no pueden durar ninguna inclinación puramente sentimental, sin arraigo en la inteligencia. • Una auténtica inclinación admite una gran variedad de matices en lo que a su aspecto intelectual y emotivo se refiere. No es raro que el hombre se encuentre con hondas resistencias a las renuncias que estas inclinaciones le provoquen. • Si alguna vez en tu vida recibes un llamado a algo grande y generoso, apróntate para la lucha y regocíjate de antemano con la victoria. ¡No vaciles! ¡Pelea valientemente por seguir el llamamiento de Cristo!
Si aún no ves claro, ¡Reflexiona! • Has analizado las luces recibidas del Señor, las aptitudes que Él te ha dado, las inclinaciones profundas y superiores de tu ser, pero aún no ves claro. ¿Qué hacer? Acógete a la reflexión serena y tranquila ante los ojos de Dios. • Demarcar el terreno de la elección, es decir, poner el problema en concreto; ¿qué camino voy a seguir en la vida?, dentro de los que ofrecen duda seria. • Luego, siempre tener presente el fin para el cual he sido creado. • Razonar cuántas ventajas y desventajas se me siguen de abrazar uno de aquellos caminos; cuántos proyectos de no seguir ese camino y cuántos inconvenientes al abandonarlo. Entre las ventajas y desventajas han de figurar: ¿en qué carrera, yo en concreto, haré un bien más extenso, más profundo, más sobrenatural y más humano? ¿En qué carrera tendré una influencia más honda y duradera en las personas? ¿en qué carrera me santificaré más?
Si aún no ves claro, ¡Reflexiona! • Mirar donde más la razón se inclina; y así según la mayor moción racional, se debe hacer deliberación sobre la cosa propuesta. • Finalmente la oración delante de Dios y ofrecerle la elección para que Él la quiera recibir y confirmar siendo su mayor servicio y alabanza. • Si aún no acabas de ver clara la solución, puedes proponerte el problema en esta otra forma: ¿Qué haría Cristo en mi lugar?, ¿Qué escogería Cristo si tuviese mi edad y se encontrara en idéntica situación en la que yo me encuentro? ¿Qué me aconseja Él hacer a mí?
Sigamos con nuestra reflexión… • No veo aún claramente Quizás si en lugar de resolver un problema personal resolviera yo un problema análogo pero ajeno, de un amigo mío muy querido que viene a consultarme su caso; un caso igual al mío, pero que no se realiza en mí, sino en él. ¿Qué le diría? Luego me aplico a mí el consejo que a él he dado. • Aun otro modo Imagínate que estás terminando tu vida, y a punto ya de morir. Vas a presentarte a Cristo. ¿Cómo quisieras presentarte ante Él?, ¿Qué camino quisieras haber seguido? No olvides que se trata del uso no “de la vida”, sino “de tu vida” bien concreta. • No te arrepentirás de haberte propuesto el problema: has obrado como un hombre en esta época en que los hombres están escasos; has obrado como un cristiano. Has dado a luz un apóstol, un convencido. Quizás un santo • ¡Dios está contigo! ¡Adelante! Si vienen pruebas puedes tener en tu corazón la profunda alegría de que no has entrado en un camino siguiendo tu capricho, sino porque has creído obedecer la voz de tu conciencia que te revelaba la de tu Creador y Padre. No temas ¡Dios está contigo!
Finalmente • No te arrepentirás de haberte propuesto el problema: has obrado como un hombre en esta época en que los hombres están escasos; has obrado como un cristiano. Has dado a luz un apóstol, un convencido. Quizás un santo • ¡Dios está contigo! ¡Adelante! Si vienen pruebas puedes tener en tu corazón la profunda alegría de que no has entrado en un camino siguiendo tu capricho, sino porque has creído obedecer la voz de tu conciencia que te revelaba la de tu Creador y Padre. No temas ¡Dios está contigo! Selección Selección preparada por Padre Manuel Martínez 2008por el Padre Manuel Martínez ión preparada por el Padre Manuel Martínez