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Comentario de texto . Estrategias de lectura Del amor y otros demonios de Gabriel García Márquez Cecilia Bruzzoni.
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Comentario de texto Estrategias de lectura Del amor y otros demonios de Gabriel García Márquez Cecilia Bruzzoni
Lo que siguió fue una tensión invivible y un silencio absoluto que parecían el preludio de algún prodigio celestial. Un acólito puso al alcance del obispo el acetre del agua bendita. Él agarró el hisopo como un mazo de guerra, se inclinó sobre Sierva María, y la asperjó a lo largo del cuerpo murmurando una oración. De pronto profirió el conjuro que estremeció los fundamentos de la capilla. «Quienquiera que seas», gritó. «Por orden de Cristo, Dios y Señor de todo lo visible y lo invisible, de todo lo que es, lo que fue y lo que ha de ser, abandona ese cuerpo redimido por el bautismo y vuelve a las tinieblas». Sierva María, fuera de sí por el terror, gritó también. El obispo aumentó la voz para acallarla, pero ella gritó más. El obispo aspiró a fondo y volvió a abrir la boca para continuar el conjuro, pero el aire se le murió dentro del pecho y no pudo expulsarlo. Se derrumbó de bruces, boqueando como un pescado en tierra, y la ceremonia terminó con un estrépito colosal. Cayetano encontró aquella noche a Sierva María tiritando de fiebre dentro de la camisa de fuerza. Lo que más lo indignó fue el escarnio del cráneo pelado. «Dios del cielo», murmuró con una rabia sorda, mientras la liberaba de las correas. «Cómo es posible que permitas este crimen». Tan pronto como quedó libre, Sierva María le saltó al cuello, y permanecieron abrazados sin hablar mientras ella lloraba. Él la dejó desahogarse. Luego le levantó la cara y le dijo: «No más lágrimas». Y enlazó con Garcilaso : «Bastan las que por vos tengo lloradas». Sierva María le contó la terrible experiencia de la capilla. Le habló del estruendo de los coros que parecían de guerra, de los gritos alucinados del obispo, de su aliento abrasador, de sus hermosos ojos verdes enardecidos por la conmoción. «Era como el diablo», dijo. Dios Iglesia Bien Diablo Mal
Composición interna Espacio Tiempo Lo que siguió fue una tensión invivible y un silencio absoluto que parecían elpreludio de algún prodigio celestial. Un acólito puso al alcance del obispo elacetre del agua bendita. Él agarró el hisopo como un mazo de guerra, se inclinó sobre Sierva María, y la asperjó a lo largo del cuerpo murmurando una oración. De pronto profirió el conjuro que estremeció los fundamentos de la capilla. «Quienquiera que seas», gritó. «Por orden de Cristo, Dios y Señor de todo lo visible y lo invisible, de todo lo que es, lo que fue y lo que ha de ser, abandona ese cuerpo redimido por el bautismo y vuelve a las tinieblas». Sierva María, fuera de sí por el terror, gritó también. El obispo aumentó la voz para acallarla, pero ella gritó más. El obispo aspiró a fondo y volvió a abrir la boca para continuar el conjuro, pero el aire se le murió dentro del pecho y no pudo expulsarlo. Se derrumbó de bruces, boqueando como un pescado en tierra, y la ceremonia terminó con un estrépito colosal. 1ra parte Capilla Exorcismo Día Cayetano encontró aquella noche a Sierva María tiritando de fiebre dentro de la camisa de fuerza. Lo que más lo indignó fue el escarnio del cráneo pelado. «Dios del cielo», murmuró con una rabia sorda, mientras la liberaba de las correas. «Cómo es posible que permitas este crimen». Tan pronto como quedó libre, Sierva María le saltó al cuello, y permanecieron abrazados sin hablar mientras ella lloraba. Él la dejó desahogarse. Luego le levantó la cara y le dijo: «No más lágrimas». Y enlazó con Garcilaso : «Bastan las que por vos tengo lloradas». Sierva María le contó la terrible experiencia de la capilla. Le habló del estruendo de los coros que parecían de guerra, de los gritos alucinados del obispo, de su aliento abrasador, de sus hermosos ojos verdes enardecidos por la conmoción. «Era como el diablo», dijo. 2da parte Espacio Íntimo Celda Noche Consuelo
Lo que siguió fue una tensión invivible y un silencio absoluto que parecían elpreludio de algún prodigio celestial. Un acólito puso al alcance del obispo elacetre del agua bendita. Él agarró el hisopo como un mazo de guerra, seinclinó sobre Sierva María, y la asperjó a lo largo del cuerpo murmurando unaoración. De pronto profirió el conjuro que estremeció los fundamentos de lacapilla. «Quienquiera que seas», gritó. «Por orden de Cristo, Dios y Señor de todo lovisible y lo invisible, de todo lo que es, lo que fue y lo que ha de ser,abandona ese cuerpo redimido por el bautismo y vuelve a las tinieblas». Sierva María, fuera de sí por el terror, gritó también. El obispo aumentó la vozpara acallarla, pero ella gritó más. El obispo aspiró a fondo y volvió a abrir laboca para continuar el conjuro, pero el aire se le murió dentro del pecho yno pudo expulsarlo. Se derrumbó de bruces, boqueando como un pescadoen tierra, y la ceremonia terminó con un estrépitocolosal. Imágenes auditivas Tensión Ruido In crescendo Gritos Estrépito
Cayetano encontró aquella noche a Sierva María tiritando de fiebre dentrode la camisa de fuerza. Lo que más lo indignó fue el escarnio del cráneopelado. «Dios del cielo», murmuró con una rabia sorda, mientras la liberabade las correas. «Cómo es posible que permitas este crimen». Tan prontocomo quedó libre, Sierva María le saltó al cuello, y permanecieron abrazadossin hablar mientras ella lloraba. Él la dejó desahogarse. Luego le levantó lacara y le dijo: «No más lágrimas». Y enlazó con Garcilaso : «Bastan las que por vos tengo lloradas». Sierva María le contó la terrible experiencia de la capilla. Le habló delestruendo de los coros que parecían de guerra, de los gritos alucinados delobispo, de su aliento abrasador, de sus hermosos ojos verdes enardecidospor la conmoción. «Era como el diablo», dijo. Imágenes auditivas Contraste Atenuaciòn Silencio Desahogo Lágrimas Llanto Palabras
Lo que siguió fue una tensión invivible y un silencio absoluto que parecían elpreludio de algún prodigio celestial. Un acólito puso al alcance del obispo elacetre del agua bendita. Él agarró el hisopo como un mazo de guerra, seinclinó sobre Sierva María, y la asperjó a lo largo del cuerpo murmurando unaoración. De pronto profirió el conjuro que estremeció los fundamentos de lacapilla. «Quienquiera que seas», gritó. «Por orden de Cristo, Dios y Señor de todo lovisible y lo invisible, de todo lo que es, lo que fue y lo que ha de ser,abandona ese cuerpo redimido por el bautismo y vuelve a las tinieblas». Sierva María, fuera de sí por el terror, gritó también. El obispo aumentó la vozpara acallarla, pero ella gritó más. El obispo aspiró a fondo y volvió a abrir laboca para continuar el conjuro, pero el aire se le murió dentro del pecho yno pudo expulsarlo.Se derrumbó de bruces, boqueando como un pescadoen tierra, y la ceremonia terminó con un estrépito colosal. TONO CLIMA Guerra “santa” Violencia Agresión TERROR
Cayetano encontró aquella noche a Sierva María tiritando de fiebre dentrode la camisa de fuerza. Lo que más lo indignó fue el escarnio del cráneopelado. «Dios del cielo», murmuró con una rabiasorda, mientras la liberabade las correas. «Cómo es posible que permitas este crimen». Tan prontocomo quedó libre, Sierva María le saltó al cuello, y permanecieron abrazadossin hablar mientras ella lloraba. Él la dejó desahogarse. Luego le levantó lacara y le dijo: «No más lágrimas». Y enlazó con Garcilaso : «Bastan las que por vos tengo lloradas». Sierva María le contó la terrible experiencia de la capilla. Le habló delestruendo de los coros que parecían de guerra, de los gritos alucinados delobispo, de su aliento abrasador, de sus hermosos ojos verdes enardecidospor la conmoción. «Era como el diablo», dijo. TONO CLIMA Indignación Liberación Consuelo Paz Amor Interpretaciòn de Sierva Marìa Apariencia y realidad
Lo que siguió fue una tensión invivible y un silencio absoluto que parecían el preludio de algún prodigio celestial. Un acólito puso al alcance del obispo elacetre del agua bendita. Él agarró el hisopo como un mazo de guerra, senclinó sobre Sierva María, y la asperjó a lo largo del cuerpo murmurando unaoración. De pronto profirió el conjuro que estremeció los fundamentos de la capilla. «Quienquiera que seas», gritó. «Por orden de Cristo, Dios y Señor de todo lovisible y lo invisible, de todo lo que es, lo que fue y lo que ha de ser,abandona ese cuerpo redimido por el bautismo y vuelve a las tinieblas». Sierva María, fuera de sí por el terror, gritó también. El obispo aumentó la vozpara acallarla, pero ella gritó más. El obispo aspiró a fondo y volvió a abrir laboca para continuar el conjuro, pero el aire se le murió dentro del pecho yno pudo expulsarlo. Se derrumbó de bruces, boqueando como un pescadoen tierra, y la ceremonia terminó con un estrépito colosal. Cayetano encontró aquella noche a Sierva María tiritando de fiebre dentrode la camisa de fuerza. Lo que más lo indignó fue el escarnio del cráneopelado. «Dios del cielo», murmuró con una rabia sorda, mientras la liberabade las correas. «Cómo es posible que permitas este crimen». Tan prontocomo quedó libre, Sierva María le saltó al cuello, y permanecieron abrazadossin hablar mientras ella lloraba. Él la dejó desahogarse. Luego le levantó lacara y le dijo: «No más lágrimas». Y enlazó con Garcilaso : «Bastan las que por vos tengo lloradas». Sierva María le contó la terrible experiencia de la capilla. Le habló delestruendo de los coros que parecían de guerra, de los gritos alucinados delobispo, de su aliento abrasador, de sus hermosos ojos verdesenardecidospor la conmoción. «Era como el diablo», dijo. Realismomágico: Lo hiper-bólico Lo desmesu-rado Adjetiva-ción profusa
Lo que siguió fue una tensión invivible y un silencio absoluto que parecían el preludio de algún prodigio celestial. Un acólito puso al alcance del obispo el acetre del agua bendita. Él agarró el hisopo como un mazo de guerra, se inclinó sobre Sierva María, y la asperjó a lo largo del cuerpo murmurando una oración. De pronto profirió el conjuro que estremeció los fundamentos de la capilla. «Quienquiera que seas», gritó. «Por orden de Cristo, Dios y Señor de todo lo visible y lo invisible, de todo lo que es, lo que fue y lo que ha de ser, abandona ese cuerpo redimido por el bautismo y vuelve a las tinieblas». Sierva María, fuera de sí por el terror, gritó también. El obispo aumentó la voz para acallarla, pero ella gritó más. El obispo aspiró a fondo y volvió a abrir la boca para continuar el conjuro, pero el aire se le murió dentro del pecho y no pudo expulsarlo. Se derrumbó de bruces, boqueando como un pescado en tierra, y la ceremonia terminó con un estrépito colosal. Cayetano encontró aquella noche a Sierva María tiritando de fiebre dentro de la camisa de fuerza. Lo que más lo indignó fue el escarnio del cráneo pelado. «Dios del cielo», murmuró con una rabia sorda, mientras la liberaba de las correas. «Cómo es posible que permitas este crimen». Tan pronto como quedó libre, Sierva María le saltó al cuello, y permanecieron abrazados sin hablar mientras ella lloraba. Él la dejó desahogarse. Luego le levantó la cara y le dijo: «No más lágrimas». Y enlazó con Garcilaso : «Bastan las que por vos tengo lloradas». Sierva María le contó la terrible experiencia de la capilla. Le habló del estruendo de los coros que parecían de guerra, de los gritos alucinados del obispo, de su aliento abrasador, de sus hermosos ojos verdes enardecidos por la conmoción. «Era como el diablo», dijo. Reprodución de la voz de los personajes No hay diálogo Estilo Directo Intertex- tualidad Garcilaso de la Vega, poeta renacentista español