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Juana Inés y las monjas místicas. Narrativas. Tres narrativas hegemónicas que consolidan la sociedad y asignan su papel a hombres y mujeres, contribuyendo a fijar identidades de género, dentro de la sociedad mexicana: la religiosa, la nacionalista y la modernizadora.
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Narrativas • Tres narrativas hegemónicas que consolidan la sociedad y asignan su papel a hombres y mujeres, contribuyendo a fijar identidades de género, dentro de la sociedad mexicana: la religiosa, la nacionalista y la modernizadora. • La narración religiosa predominó a lo largo de la época colonial. (Jean Franco)
Entre la Guadalupe y la Malinche • En la Nueva España la mujer era ensalzada y degradada; al mismo tiempo que ocupaba un lugar social privilegio era considerada un sujeto sin autonomía ni raciocinio. La fuerza del culto mariano revela el enorme espacio que dentro del imaginario mexicano tiene la figura de la Virgen. Lo mismo que la presencia de la Malinche, madre traidora pero madre al fin de todos los mexicanos.
El púlpito y el confesionario • A fin de proteger los límites entre lo racional y lo irracional, la Iglesia se vale del púlpito y del confesionario, y de ciertos discursos como el sermón, cuya enunciación estaba vedada a las mujeres y, a través de los cuales, se buscaba instruir, denunciar y vigilar a la población.
La cultura femenina mística • En el siglo XVII tuvo lugar una nueva cultura femenina en los conventos; se favorecía el misticismo, forma de conocimiento para el que se consideraba que la mujer estaba particularmente dotada.
La experiencia y el testimonio • La experiencia mística no se adquiría por la erudición y no se captaba en el discurso • Se le cedía a la mujer el terreno de los sentimientos. La experiencia mística dio origen a una forma de escritura: el testimonio, escrito a petición del sacerdote.
Las hagiografías • Las historias de las vidas de las monjas místicas representan no sólo un testimonio sino un tipo de literatura fantástica; relatos construidos a partir del acopio del material de sueños, visiones y fantasías, modos cognoscitivos excluidos del discurso oficial por “ficticios”. Eran vigiladas por los confesores, sustrayéndolas de la notoriedad y de la discusión, pues se consideraba a las mujeres como propensas a la contemplación.
El vuelo • La austeridad y mortificación de la vida retirada eran la respuesta a la amenaza del pensamiento moderno; la vida imaginaria era rica en sensaciones ausentes en su vida real; escuchaba los secretos de Dios; la transportaba a lugares lejanos-paralelo sagrado con el vuelo de las brujas y le permitía tener visiones y alucinaciones.
Heroínas • Las mujeres se imaginaban a sí mismas en el papel de heroínas; tenían fantasías de huida en las que siempre se alejaban de sus familias e iban a vivir al desierto como ermitañas o a morir como mártires en tierras infieles.
Silencio y Negación • Al aceptar el silencio y la negación de sí mismas, las monjas místicas del siglo XVII sancionan el poder institucional de la racionalidad masculina, y la exclusión de las mujeres de los terrenos públicos del discurso.
Juana Inés y la racionalidad • Sor Juana toma un camino irritante: dar la lucha en el terreno de la racionalidad, lo que la enfrenta con la Iglesia y las instituciones. Utilizó los espacios de la corte y el convento, la literatura se transformó en un juego de máscaras que le permitía adoptar cualquier identidad, cambiar de sexo, o volverse neutra; defendió la racionalidad de las mujeres aunque su libertad fue relativa: por ejemplo, puso la figura de la Virgen dando luz al Verbo. Su defensa de una racionalidad diferente y más productiva que la mística le acarreó la condena eclesiástica. (Jean Franco)
Otras mujeres • Otras luchas- menos visibles – acaecían entre mujeres de clase inferior, empujadas al conocimiento discontinuo e ilegítimo. La Inquisición las estigmatizó como ilusas a las que decían profecías en público, caían en éxtasis y declaraban tener experiencias fuera del convento.
Las posesas • A diferencia de las monjas místicas, expresaban públicamente su sexualidad, en especial con el derroche de la sangre; impugnaban los límites entre verdad y ficción; conocimiento y superstición. Llevaban su palabra más allá de los límites permitidos y estos eran peligrosos; su lucha buscaba un espacio en la sociedad y defendía un saber distinto. No estaban protegidas; carecían de lugar, historia y poder; su propio cuerpo se transformaba en la lengua a través de la cual producían prácticas discursivas.
Escritoras a pesar suyo • Las monjas novohispanas del siglo XVII fueron ”escritoras a pesar suyo”. A pesar de la censura y de las limitaciones impuestas al estudio el "andar en honduras" era impropio de su sexo-, muchas hallaron el modo de conceptualizar su historia y experiencia en el discurso religioso.
Los monasterios • Los monasterios contribuyeron a estimular, preservar y propagar la vida intelectual. En Nueva España, hacia fines del periodo colonial, había unas cuatrocientas monjas que fueron significativas agentes y cronistas. El primer monasterio femenino, La Concepción, se estableció en 1541, pero la mayoría de las ocho órdenes- agustinas, cistercenses (Orden jesuita Santa Brígida), concepcionistas, Compañía de María, carmelitas descalzas, dominicas, franciscanas (capuchinas, clarisas, urbanistas), jerónimas- lo hicieron en los siglos XVII y XVIII, durante y después de la expansión económica de la Colonia
El claustro • La mayoría de las profesas vivían en apartamentos particulares, separados unos de los otros, aunque todos dentro del claustro. Llevaban una vida cómoda si ingresaban con buenas dotes, podían tener sirvientas- en general, indígenas y negras; vestían con lujo y adornaban sus esculpidas imágenes religiosas, con elegancia; conversaban y recibían visitas por rutina. Sólo las carmelitas y las capuchinas observaban desde un principio reglas estrictas con respecto a las labores y la vida en comunidad. A las dominicas, entre otras, se les convenció tardíamente de que adoptaran algunas reformas como la reducción en el número de sirvientas.
Comer, Orar, Coser y Escribir • El mundo femenino del convento fue un espacio social único; aunque la obediencia a reglas y votos requería sumisión a la jerarquía eclesiástica, representada particularmente por sacerdotes y confesores, la existencia diaria de las monjas -comer, orar, coser, escribir- tenía lugar en un espacio separado del sexo opuesto. El ambiente las protegía, en gran parte, de la violencia doméstica y la muerte de parto; alentaba ideales y prácticas espirituales y servía también como elemento catalítico de afanes intelectuales.
La escritura • Los siglos XVI al XVIII, señalan la transición del discurso religioso, las mujeres habían tenido acceso a una educación clásica o a la experiencia mística dentro de la intelectualidad conventual. Algunas pocas, como Santa Teresa de Jesús, disfrutaron tanto de la letra escrita como del éxtasis visionario. Algunas, privilegiadas con una educación formal, aprovecharon la posibilidad de reflexionar sobre lo que habían aprendido y, por tanto, de subvertirlo. A otras, un don innato o un talento cultivado les otorgó la capacidad de experimentar el trance místico.
El saber • El saber como fruto de la unión mística fue una fuente importante de legitimación, fuente que daba autoridad secular y religiosa. El misticismo, la teología, y el conocimiento llegaban a constituir un trabajo sinónimo. Las imágenes repetidas en la liturgia, los sermones y la iconografía religiosas formaban las visiones de las monjas. Era una libertad ilusoria, por supuesto, ya que era proporcional el aumento de la vigilancia clerical. Los manuscritos terminaban confiscados o consumidos por el fuego, bajo mandato del confesor. En casos individuales, la vía mística podía ser el camino hacia un cambio de posición social. Algunas visionarias sin dote ni letras pero de vida interior extraordinaria recibían permiso u orden de apuntar los "favores recibidos".
Cuadernos de Mano • Narrar la experiencia mística representaba un ejercicio mental; un sentido de instrucción superior engendraba la elocuencia. En sus autobiografías espirituales, las monjas místicas intentaban probar su ejemplaridad y estructurar la conciencia de una experiencia inconsciente. No necesariamente les resultaba placentero el escribir; la mayoría de las veces era una tarea desagradable que seguía al rapto místico
Hagiografìas • Perdían todo derecho de autor porque sus anotaciones pertenecían a los confesores y se utilizaban como materia prima de biografías escritas por sacerdotes. Las manifestaciones místicas eran más frecuentes entre mujeres y sus éxtasis eran vigilados por confesores que tenían el poder de interpretar, aprobar o reprobar. En un mundo donde estaba prohibida la novela y las hagiografías eran lectura corriente la mística era un lenguaje del ser y del cuerpo mediante el cual podían expresarse.
El sexo • Las revelaciones de las mujeres eran más peligrosas “pues no sólo son más débiles y susceptibles sino húmedas, torpes y viscosas por naturaleza” y son presas de las pasiones. Los escritos eran importantes en el escrutinio de cualquier anormalidad. Sin embargo, es una paradoja que acaso el confesionario incitara a las mismas transgresiones que tenía por objeto impedir y controlar, por la manera en que regulaba la subjetividad con respecto a lo sexual. Sometían a los penitentes a una verdadera tecnología del sexo que debió cambiar por completo toda la conciencia que tenían de sus cuerpos.
El arte barroco y los sentidos • El arte barroco estimulaba la imaginación, pues subrayaba los sentimientos hasta el éxtasis. Las iglesias eran increíblemente suntuosas. A veces era difícil separar el castigo de la sexualidad. Las místicas corrían otros riesgos pues sus experiencias subjetivas sin pruebas externas estaban fuera del control del clero. La consideración de la mística como discurso subversivo merece examinarse cuidadosamente pues, de diversas manera, las monjas místicas se comportaban como se esperaba que se comportaran las mujeres.
Dos casos son de especial interés: María de Jesús Tomelín (1574 -1637) del convento de la Concepción de la Virgen María de Puebla cuyas experiencias fueron asentadas por una hermana también monja sor Agustina, y María de San Joseph ( 1656-1736) del convento de Santa Mónica de Puebla que escribió y reescribió la historia de sus vidas en un lenguaje coloquial muy expresivo. En los dos casos la separación de sus familias es el preludio de su vida mística.
Margo Glantz hay una diferencia fundamental: ellos escriben y publican sus propias obras,los textos de monjas se editan con menos prodigalida, se mantienen manuscritos, en forma de “cuadernos de manos” que sirven como material en bruto para los confesores
.La mujer era un ser “flaco y deleznable” del que Fray Luis de León dice...”así como la mujer buena y honesta la Naturaleza no la hizo para el estudio de las ciencias , ni para negocio de dificultades, sino para un solo oficio simple y doméstico, así las limitó el entendimiento, y, por consiguiente, les tasó las palabras y las razones...han de guardar siempre la casa y el silencio”
La casa y el convento • La casa y el convento parecen ser la misma cosa, en ambos sitios las mujeres hacen operaciones de manos y labores. Entre esas “labores de mano” está la escritura, muy asociada a ellas. Su producción, a diferencia del bordado, el deshilado , el labrado, la costura es una actividad ambigua, sospechosa y vigilada. El famoso obispo Santa Cruz (Sor Filotea) exige a uno de sus subordinados: ”Apúrela más en que diga lo demás que le pasó en los veinte años del siglo, pues no es posible que no tenga más..
El vuelo • El vuelo femenino es el equivalente del viaje heroico con la diferencia de que no encontraba obstáculos y, más que un viaje, era una epifanía. El lenguaje místico es lenguaje de deseo sin que implique una sexualidad sublimada; igual que en el amor profano el corazón es el recinto simbólico del goce y del sufrimiento. La religión y la sexualidad forcejean por la posesión del lenguaje- las místicas conservaban los prejuicios de la población blanca: los diablos solían ser negros o mulatos
Sor Juana • Sor Juana se mueve en el espacio masculino: el púlpito, la corte, la política y la escritura. Impugna la feminización que el clero hacía de la ignorancia; no puede ser considerada individualista en un sentido moderno pero rechaza la convención femenina del silencio y se encontró transformada en un fenómeno, en un ave rara: una mujer que escribía sobre cuestiones religiosas, un monstruo-
El mandato • Las autoridades vieron las ventajas de su figura. Lima tenía su Santa Rosa y México la Guadalupe cuyo culto florece en el siglo XVII. Sor Juana debía ser la Santa Teresa del Nuevo Mundo. Aunque rechaza este papel con firmeza, utilizan el silencio de sus últimos años y su muerte ejemplar .
La corte • Para las mujeres la corte virreinal era un espacio relativamente libre entre la casa paterna, dominada por el padre, y la casa matrimonial, dominada por el esposo. Este espacio de incertidumbre es en muchas de las obras de Sor Juana un lugar de desaliento y dislocación ya que carecer de estado significa no existir como persona. Las criollas sólo podían elegir entre dos estados muy controlados: el convento o el matrimonio.
Los empeños de una monja • Ceremonia es, más que adorno,/ este disfraz tan usado,/ vinculado a los festines/ cortesanos de Palacio”( Amor es más laberinto).”Pues sepan, que en Palacio,/ los que lo asisten,/ aun los mismos desprecios/ son imposibles”(Los empeños de una casa)
La celda al matrimonio • Todas sus razones para tomar los velos se resumen en una: la celda es preferible al matrimonio; aprender es superior a criar hijos. Sus ansias de independencia son impensables en su época-”¿Hay cosa como saber/ que ya dependo de nadie,/ que he de morirme y vivirme/ cuando a mí se me antojare” .
El claustro y la corte • Logró entrar al claustro sin romper relaciones con la corte, pero en este nuevo terreno encontraría una rígida separación entre el mundo masculino y el mundo femenino, el mundo racional y el mundo mágico-.”yo no entiendo de esas cosas;/ sólo sé que aquí me vine/porque, si es que soy mujer,/ ninguno lo verifique”- • No transgrede de manera directa los discursos cortesano y eclesiástico, no se burla de la jerarquía, no impugna al Estado oponiéndole un cuerpo grosero ni traspasa los límites de lo permisible y de la herejía.
Las máscaras • . Las virreinas y las demás damas protectoras no sólo la estimulan sino que la cuidan-la condesa de Paredes salva su obra.Para ella la condición femenina es concidicón histórica como se evidencia en la célebre redondilla ”Hombres necios...” donde clama “Pues ¿para qué os espantáis/ de la culpa que tenéis?/ Queredlas cual las hacéis/ o hacedlas cual las buscáis”
Las cartas • En relación a su controvertida intromisión en el púlpito encontramos tres cartas: la primera rechazando como confesor Antonio Núñez de Miranda, que se había quejado del escándalo de sus escritos; la segunda, un crítica al padre Viera que publica el obispo Santa Cruz, sin su autorización, como Carta Atenagórica; la tercera es la Respuesta a Sor Filotea que se publica después de su muerte. En el primer caso refutó la condena que se hacía de su poesía ; en el segundo interviene en un género masculino por excelencia: el sermón.
La respuesta a Sor Filotea • El tercer texto contiene sus argumentaciones sobre la condición de las mujeres, en respuesta a Sor Filotea- el obispo Santa Cruz- con quien estable un juego retórico, empleando la negación y el silencio para establecer la neutralidad del espacio del conocimiento al mismo tiempo que producir una autobiografía.
La autobiografía. • La hagiografía se convierte en autobiografía, sus “labores de manos” valen igual que sus “negros versos”.Estas cuestiones le llevan a exponer sus reflexiones sobre el espacio que se dan y que ocupan las mujeres frente al que les otorgan las instituciones.
Saber, Decir, No • La escritura de Sor Juana aparece como una vasta máquina transformadora que trabaja con muy pocos elementos. En esta carta la matriz tiene tres: dos verbos y la negación: saber, decir, no. Modulando y cambiando de lugar cada uno de ellos en un arte de la variación permanente, conjugando los verbos y transfiriendo la negación, Sor Juana escribe un texto que elabora las relaciones entre dos lugares, una de los dos es negado si se enfrenta al otro(Ludmer)
Saber u Decir • Saber y decir se presentan como campos enfrentados, no pueden ser simultáneos. Decir que se sabe; no decir que se sabe; saber sobre el no decir, no saber sobre el decir. Esta serie liga los diferentes sectores del texto -autobiografía, polémica, citas- y sirve de base a dos movimientos fundamentales que sostienen las tretas: primero, separación del campo del saber del campo del decir; en segundo lugar reorganización del campo del saber en función del no decir.
Separación • Primer movimiento: separación de saber y decir: Juana le escribe al Obispo argumentando: “vos saber agradeceros” no saber decir “algo digno de vos” como justificación por haberse demorado. Cuando dice que no sabe decir, el no saber conduce al silencio y a un reconocimiento de la superioridad del otro. La ignorancia es, pues, una relación social determinada transferida al discurso: Juana no sabe decir en posición de subalternidad.
Escribir violentada • A través de este recurso magnifica al Otro y lo marca con un exceso que produce no saber decir. “Y, a la verdad, yo nunca he escrito sino violentada y forzada sólo por dar gusto a otros;no sólo sin omplacencia, sino con positiva repugnancia, porque nunca he juzgado de mí que tenga el caudal de letras e ingenio que pide la obligación de quien escribe”
Los textos de la Respuesta • La Respuesta contiene, por lo menos, tres textos: • 1) el que escribe directamente al Obispo; • 2)la ”autobiografía intelectual” y • 3)la polémica sobre la sentencia de Pablo: “callen las mujeres en la iglesia”. • Las tres es zonas que se encuentran en constante relación de contradicción. • El discurso dirigido al Obispo implica la aceptación plena del lugar subalterno asignado y el intento de callar, no decir, no saber. Afirma que entró en religión para "sepultar con mi nombre mi entendimiento sacrificárselo sólo a quien me lo dio'', pues había pedido a Dios que le quite la inteligencia, "dejando sólo lo que basta para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos, en una mujer y aún hay quien diga que daña''.En el interior del texto autobiográfico afirma casi inmediatamente otra cosa -que entró en religión por la "total negación que tenía al matrimonio".
Sepultar con mi nombre mi entendimiento • El discurso dirigido al Obispo implica la aceptación plena del lugar subalterno asignado y el intento de callar, no decir, no saber. Afirma que entró en religión para "sepultar con mi nombre mi entendimiento sacrificárselo sólo a quien me lo dio'', pues había pedido a Dios que le quite la inteligencia, "dejando sólo lo que basta para guardar su Ley, pues lo demás sobra, según algunos, en una mujer y aún hay quien diga que daña''.En el interior del texto autobiográfico afirma casi inmediatamente otra cosa -que entró en religión por la "total negación que tenía al matrimonio".
Podìa conmigo más el deseo de saber que el de comer. • En la autobiografía escribe que calla, estudia y sabe; dibuja otro espacio propio, despojado de retórica, donde escribe lo que no dice en las otras zonas. Su historia, que narra como historia de sus ansias de conocimiento-“y podía conmigo más el deseo de saber que el de comer”- aparece, a nuestros ojos, como una típica autobiografía popular o de marginales: un relato de resistencias frente al poder- como el género epistolar, la autobiografía es considerada literatura menor .
En la primera escena cuenta cómo engañó a la maestra y guardó silencio ante la madre. Su primer encuentro con la escritura se condensa en no decir que sabe: no dice que sabe ante la madre y luego ante el Obispo. “Y viendo que la daban lección (a la hermana mayor) me encendí yo de manera en el deseo de leer que, engañando, a mi parece, a la maestra, le dije que mi madre ordenaba me diese lección...y supe leer en tan breve tiempo, que ya sabía cuando lo supo mi madre, a quien la maestra lo ocultó por darle el gusto por entero y recibir el galardón por junto; y yo lo callé, creyendo que me azotarían por haberlo hecho sin orden
El silencio es resistencia frente al poder del otro; ante las tres instancias superiores: la madre, el Obispo, la Inquisición. El movimiento consiste en despojarse de la palabra pública. Esa zona se funde con el aparato disciplinario y su no decir surge como disfraz de una práctica que es prohibida. Juana decide entonces que el publicar, punto más alto del decir no le interesa. Lo que una cultura postula como su zona valorada y dominante, allí es donde ella dice no sé, no digo, me abstengo y marca otra vez que decir, escribir, publicar, que ahora constituyen una serie. Es una exigencia que proviene de los otros y se liga con la violencia simbólica y material.
“Porque ¿qué inconveniente tiene que mujer anciana, docta en letras y de santa conversacion y costumbres,tuviese a su cargo la educación de las doncellas?...“¿Mi entendimiento tal cual, ¿no es tan libre como el suyo (el del padre Viera) pues viene de un solar? ¿Es alguno de los principios de la Santa Fe, revelados , su opinión, para que la hayamos de creer a ojos cerrrados? Demás que yo ni falté al decoro que a tanto Varón se debe como acá ha faltado su defensor...Que si creyera se había de publicar no fuera con tanto desaliño como fue. Si es, como dice el censor, herética? ¿Por qué no la delata?
El Obispo • El decir público está ocupado por la autoridad y la violencia: un Otro da y quita la palabra. El engañoso seudónimo del Obispo y la publicación oblica de su polémico polémica es la definición misma del proyecto que la Iglesia tiene para Juana. Ella erige su cadena de negaciones, combina la aceptación de su lugar subalteno y su treta: no decir pero saber o decir que no se sabe y saber, o decir lo contrario de lo que se sabe. Esta treta del débil separa el campo del decir - la ley del otro- del campo del saber -mi ley. Une, como toda táctica de resistencia, sumisión y aceptación del lugar asignado por el otro con antagonismo , enfrentamiento y retiro de colaboración. Juana hace entrar en contradicción saber y decir, y cubre de silencio el campo del saber; en ese sentido escribe sobre el silencio femenino.
Saber sobre el no decir • Segundo movimiento: saber sobre el no decir: Acepta la esfera privada como propia de la palabra femenina, acata la decisión episcopal pero la constituye como zona de la ciencia y de la literatura y niega, desde allí, la división sexual. La treta consiste en que desde el lugar asignado y aceptado no sólo cambia el sentido de ese lugar, sino el sentido mismo de lo que se instaura en él .