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Vía Crucis dictado por Jesús a Sor Josefa Menéndez. Contempla y acompaña a Cristo desde el corazón. Avance de diapositivas manual.
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Vía Crucis dictado por Jesús a Sor Josefa Menéndez. Contempla y acompaña a Cristo desde el corazón Avance de diapositivas manual
Josefa, (le dijo Jesús en revelaciones) vas a contemplarme durante el doloroso camino del Calvario, en el cual voy a derramar mi Sangre. Adórala y ofrécela a mi Padre celestial a fin de que sirva para la salvación de las almas.
Escucha cómo pronuncian contra Mi la sentencia de muerte… Mira con qué silencio, paciencia y mansedumbre la recibe mi Corazón. Almas que tratáis de imitar mi conducta: aprended a guardar el silencio y la serenidad delante de lo que os mortifica y contraría. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Primera Estación: JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
Mira la Cruz que ponen sobre mis hombros. Grande es su peso, pero es mucho mayor el amor que siento hacia las almas. Almas que me amáis; comparad vuestro sufrimiento con el amor que me tenéis, y no dejéis que el abatimiento apague la llama de ese amor. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Segunda Estación: JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS
El peso de la Cruz me hace caer en tierra, pero el celo por la salvación de las almas me hace levantar, cobrar de nuevo ánimo y seguir el camino. Almas a quienes he llamado para compartir el peso de mi Cruz, ved si vuestro celo por las almas os da nueva vida para seguir adelante en el camino de la abnegación y la renuncia, o si vuestro exceso de amor propio abate vuestras fuerzas y no os deja soportar el peso de la Cruz. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Tercera Estación: JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ
Aquí encuentra a mi Santísima y querida Madre: contempla el martirio de estos dos corazones. Pero el dolor del uno y otro se reúnen para fortalecerse mutuamente y, aunque doloroso, el amor triunfa. Almas que camináis por la misma senda y que tenéis las mismas miras, que la vista de vuestros mutuos sufrimientos os anime y fortalezca para que el amor triunfe. Que la unión en el dolor os sostenga y haga abrazar generosamente las espinas del camino. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Cuarta Estación: JESÚS ENCUENTRA A SU SANTÍSIMA MADRE
Mirad cómo este hombre acepta por un pequeño interés esa carga penosa y cruel. Mirad también cómo mi cuerpo va perdiendo fuerzas… Almas que os habéis abrazado con el estado de perfección: si vuestro valor flaquea frente al esfuerzo que supone la lucha contra la naturaleza, considerad que no os habéis comprometido a llevar mi Cruz por una pequeña cantidad, ni por un goce terreno y pasajero, sino para adquirir la vida eterna y procurar la misma dicha a otras muchas almas. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Quinta Estación: EL CIRINEO AYUDA A JESÚS A LLEVAR LA CRUZ
Mirad la caridad con que esa mujer viene a limpiar mi rostro, y cómo por amor vence todo respeto humano. ¡Ah!, vosotras que por mi amor habéis abandonado el mundo y lo que más amabais, no dejéis que ahora un ligero temor de perder la reputación o la fama, os impida limpiar mi rostro con actos de generosidad y de amor. ¡Ved cómo lo cubre la sangre! Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Sexta Estación: LA VERÓNICA LIMPIA EL ROSTRO DE JESÚS
La Cruz agota mis fuerzas. El camino es largo y penoso. Nadie se acerca para sostenerme y mi angustia es tal que caigo por segunda vez. No os desaniméis, almas que camináis en pos de Mí, si en vuestra vida sin consuelo humano y llena de arideces os veis abandonadas de todo consuelo espiritual. Cobrad ánimo a la vista de vuestro Modelo en el camino del Calvario. Ved que esta es la segunda vez que cae, pero se levanta y sigue su camino hasta el fin. Si queréis tomar un poco de fuerza, venid y besadle los pies. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Séptima Estación: JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ
Las mujeres de Jerusalén lloran al verme en tal estado de ignominia. EL mundo llora delante del sufrimiento, pero Yo os digo, almas que me seguís por el camino estrecho, que más tarde el mundo os verá andar por entre anchas y floridas praderas, mientras que él y los suyos caminarán sobre el fuego que ellos mismos se prepararon con sus goces. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Octava Estación: JESÚS CONSUELA A LAS PIADOSAS MUJERES
Mira que ya estoy próximo al calvario y caigo por tercera vez. De este modo daré fuerzas a las pobres almas que, próximas a su muerte eterna, se ablandarán con la sangre de las heridas que me produce esta tercera caída; les dará gracias para levantarse una última vez y llegar a conseguir la vida eterna. Almas que deseáis imitarme: no rehuséis nunca un acto costoso, aunque os produzca nuevas heridas. ¡Qué importa!... Esa sangre dará la vida a un alma. Imitad a vuestro Modelo que avanza hacia el Calvario. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Novena Estación: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Mirad con cuánta crueldad me despojan de mis vestidos. Contemplad cómo permanezco en silencio y en total abandono. Dejaos despojar de cuanto poseéis, ya sea de vuestros bienes, ya de vuestra propia voluntad. En cambio, Yo os cubriré con la túnica de la pureza y con los tesoros de mi propio Corazón. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Décima Estación: JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Ya he llegado a la cima del Calvario donde voy a entregarme a la muerte. Ya me colocan y clavan en la Cruz… ¡Nada tengo!... ni aun libertad para mover ni un pie… Pero no son los clavos, sino el amor lo que me tiene sujeto. Por eso no sale de mis labios una queja, ni un suspiro. Vosotras estáis clavadas en la cruz de la religión y sujetas con los clavos del amor que son vuestros votos. No os quejéis, no murmuréis cuando estos clavos benditos os desgarren las manos y los pies. Venid y besad los míos: aquí encontraréis fuerza. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Decimaprimera Estación: JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ
La Cruz es mi compañera en el camino del Calvario y en la Cruz exhalo mi último suspiro. Almas que habéis tenido la Cruz por compañera inseparable durante vuestra vida: estad seguras que en sus brazos exhalaréis vuestro último suspiro. Pero estad seguras también que ella será la puerta por donde entréis en la vida. Besad constantemente esta bendita y sagrada prenda. Abrazadla con ternura y amadla como el más grande de vuestros tesoros. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Decimasegunda Estación: JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Mirad la caridad con que ese hombre justo se encarga de bajar mi Cuerpo de la Cruz. Lo pone entre los brazos de mi Madre. Ella lo adora, lo besa, deja caer sus lágrimas sobre mi rostro y sobre todos mis miembros. Después lo entrega a los que van a embalsamarlo y depositarlo en el sepulcro. Almas escogidas y llamadas a ser esposas y víctimas: ¡Venid! ¡Tomad mi cuerpo… embalsamadle con el aroma de vuestras virtudes! ¡Adorad sus llagas! Besadlas y dejad que las lágrimas caigan sobre Mi rostro… Después, colocadme sobre el sepulcro de vuestro corazón. Decid también una palabra de consuelo a mi querida Madre y vuestra. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Decimatercera Estación: JESÚS EN LOS BRAZOS DE MARÍA SANTÍSIMA
Mirad con qué delicadeza me ponen en el sepulcro. Es nuevo y, por lo tanto, limpio de la más ligera sombra. Almas que estáis unidas a Mí con tan estrechos lazos como son vuestros votos: buscad todas las delicadezas que os sugiere el amor, a fin de que vuestro corazón esté limpio y adornado para sepultarme en él por un amor tierno, un amor fuerte, un amor constante y generoso. Después de cada estación, Josefa hacía esta oración: “Padre Eterno: Recibid la Sangre divina que Jesucristo, vuestro Hijo, ha derramado en Su Pasión, por sus llagas, por su Corazón, por sus méritos divinos, perdonad a las almas y salvadlas”. Y besando el suelo: “Sangre divina de mi Redentor, os adoro con grande respeto, gran amor para reparar los ultrajes que recibís de las almas”. Decimacuarta Estación: JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO
1 Del maestro de coro. Salmo de David. 2 Cuando el profeta Natán lo visitó, después que aquel se había unido a Betsabé. 3 ¡Ten piedad de mí, oh Dios, por tu bondad, por tu gran compasión, borra mis faltas! 4 ¡Lávame totalmente de mi culpa y purifícame de mi pecado! 5 Porque yo reconozco mis faltas y mi pecado está siempre ante mí. 6 Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo a tus ojos. Por eso, será justa tu sentencia y tu juicio será irreprochable; 7 yo soy culpable desde que nací; pecador me concibió mi madre. 8 Tú amas la sinceridad del corazón y me enseñas la sabiduría en mi interior SALMO 51 MISERERE
9 Purifícame con el hisopo y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve. 10 Anúnciame el gozo y la alegría: que se alegren los huesos quebrantados. 11 Aparta tu vista de mis pecados y borra todas mis culpas. 12 Crea en mí, Dios mío, un corazón puro, y renueva la firmeza de mi espíritu. 13 No me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu. 14 Devuélveme la alegría de tu salvación, que tu espíritu generoso me sostenga: 15 yo enseñaré tu camino a los impíos y los pecadores volverán a ti. SALMO 51 MISERERE
16 ¡Líbrame de la muerte, Dios, salvador mío, y mi lengua anunciará tu justicia! 17 Abre mis labios, Señor, y mi boca proclamará tu alabanza. 18 Los sacrificios no te satisfacen; si ofrezco un holocausto, no lo aceptas: 19 mi sacrificio es un espíritu contrito, tú no desprecias el corazón contrito y humillado. 20 Trata bien a Sión por tu bondad; reconstruye los muros de Jerusalén, 21 Entonces aceptarás los sacrificios rituales –las oblaciones y los holocaustos– y se ofrecerán novillos en tu altar. SALMO 51 MISERERE
Fragmentos musicales: “La Pasión de Cristo” Jhon Debney