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Según el censo de 2007, la distribución del país por etnias es: Oromo (34,5%), Amhara
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Según el censo de 2007, la distribución del país por etnias es: Oromo (34,5%), Amhara (26,9%), Somali (6,2%), Tigraway (6,1%) Sidama (4%), Guragie (2,5%), Welaita (2,3%), otras (17,5%). El grupo más amplio es el Oromo, que domina el área central y sur, se-guido por los Amharas y los Tigraway en el norte. Otros grupos étnicos son los Somali en ell sudeste y los Afar en el noreste. El gobierno reconoce 64 grupos étnicos distintos
Hamer. Los hamer son una tribu agro-pastoril que ocupa las tierras del sudoeste del Mago National Park cercanas a la frontera con Kenia. Subsisten principalmente del cultivo del sorgo, mijo, verduras y algo de tabaco y algodón, así como rebaños de ovejas y cabras.
Su ceremonia más significativa es el "salto de los toros" que realizan los jóvenes al abandonar la pubertad. Días antes de la ceremonia se distribuyen invitaciones en forma de hojas de hierba seca anudadas. La ceremonia dura tres días, y el más importante es el ultimo.
Al atardecer los toros son alineados, el joven desnudo, corre hacia ellos y salta sobre la espalda del primero, entonces comienza a correr sobre los animales, al final de la línea se da la vuelta y realiza el camino en sentido contrario. Si el iniciado cae es considerado un símbolo de mala suerte.
Al comenzar el tercer día las mujeres se emborrachan como preparación del ritual, ex-citando a los varones para que les peguen con sus varas. Estos golpes dejan largas ci-catrices en sus espaldas, y son aceptados sin rechistar como señal de fortaleza.
Las mujeres embadurnan su pelo con barro ocre formando un espeso flequillo, faldas de piel decoradas con cauríes y una docena o más de brazaletes de cobre ajustados a los brazos. Las mujeres casadas llevan un ancho collar de cobre con una cuña circular que sobresale en la parte delantera.
Karo. Viven en el banco este del Rio Omo. Muy unidos a los hamer, comparten con ellos la lengua, además de rebaños y comida. Decoran su cuerpo con tiza, a menudo imitando el moteado de los pavos reales, y realizan mascaras para la cara con tiza, hierro y diversos minerales.
Como para los hamer decorar el pelo con arcilla gris y ocre, y plumas de avestruz es símbolo de hombría y bravura.
Las mujeres se hacen cicatrices en el pecho para estar más guapas y apetecibles para el hombre.
El adorno de los hombres con plumas de avestruz delata haber matado algún animal peligroso o enemigo.
Mursi. Pastores que viven entre la estepa Tama en temporada de lluvias y las colinas Mursi al noreste del Omo Park en temporada seca. Tienen algunos cultivos en las zonas próximas al río Omo donde la abundancia de mosca tse-tse hace imposible la supervi-vencia del ganado. También recolectan miel.
Las mujeres llevan platos de arcilla en los labios. En su adolescencia, las mujeres sol-teras perforan su labio inferior y van expandiendo el agujero durante el periodo de un año aproximadamente. Después se inserta el disco de arcilla quemada que expande aun más el agujero, que a veces llega a ser tan grande que el labio cuelga por de bajo la barbilla.
El tamaño del plato deter- mina la dote de la novia, un plato muy grande se llega a pagar con cincuenta cabezas de ganado. Algunas llegan a quitarse los dientes centrales para albergar platos más grandes.
Anualmente, los jóvenes solteros Mursi suelen participar en violentos torneos, en los que provistos de largas varas, donga, ponen a prueba su fuerza, su valor y su destreza, que tendrán como recompensa la admiración de las jóvenes casaderas y el prestigio para la comunidad de la región del país Mursi de donde provenga el vencedor.
Dassanetch. Son unos 36.000, divididos en ocho subgrupos, que viven a lo largo de las riberas del lago Turkana, tanto en la parte etiope como keniata. Combinan la ganadería y la agricultura, y completan su dieta con algo de pesca en tiempos de crisis.
. La tierra, semiárida, es trabajada por las mujeres, cultivando sorgo, trigo, café, etc. Los hombres se dedican al desarrollo de sus grandes rebaños de ganado vacuno.
Construyen sus viviendas con estructuras de ramas que recubren del abundante papiro existente en el delta, de cuero o con chapas de metal
Los jóvenes de ambos sexos siguen pasando por la ceremonia de la circuncisión a pesar de que cada día son más las mujeres que se oponen a la mutilación sexual de las niñas.
Una gigantesca presa hidroeléctrica y la relacionada usurpación de tierras para planta-ciones amenazan a los pueblos indígenas del bajo río Omo. Estos pueblos indígenas llevan habitando esta zona desde hace siglos, y han desarrollado técnicas para sobre-vivir a sus duras condiciones.
No se les ha consultado acerca de la presa o las plantaciones a pesar de que pueden llegar a perder su medio de vida que depende del ciclo de inundaciones naturales del río.
El valle bajo del río Omo es un paraje de una belleza espectacular, que alberga diversos ecosistemas, incluidas praderas, restos volcánicos y uno de los pocos bosques de ribe-ra “prístinos” que quedan en el África semiárida, hábitat de una rica fauna y flora.
Los bodis (me’en), los daasanaches, los karas (o karos), los kwegus (o mugujis), los mursis y los nyangatoms viven a lo largo del río Omo y dependen de él para subsistir, habiendo desarrollado complejas prácticas socioeconómicas y ecológicas intrincada-mente adaptadas a las duras y frecuentemente impredecibles condiciones del clima semiárido de la región.
La crecida anual del río Omo propicia la rica biodiversidad de la región y garantiza la seguridad alimentaria de los pueblos indígenas, máxime si se tiene en cuenta que las precipitaciones son escasas e irregulares.
Dichos pueblos dependen de este fenómeno para poder practicar un sistema de cultivos que depende de las crecidas, aprovechando la fértil franja que queda a lo largo de las orillas del río cuando el nivel de las aguas desciende lentamente.
También recurren al cultivo pluvial rotativo de sorgo, maíz, habas, pimientos, calabaci-nes y tabaco en los terrenos inundables. Algunos de estos pueblos, en particular los kwegus, practican la caza y la pesca.
Las vacas, cabras y ovejas son parte vital del modo de vida de la mayoría de estos pue-blos indígenas, al reportarles sangre, leche, carne y pieles. Las vacas tienen un gran valor y se emplean como pago por la riqueza que aporta la novia al ser desposada.
Constituyen una importante protección contra el hambre cuando escasean las lluvias y los cultivos. En determinadas épocas las familias se desplazan a campamentos tempo-rales para proporcionar nuevos pastos a los rebaños, sobreviviendo a base de la leche y la sangre que éstos les aportan. Los bodis dedican poemas a sus reses favoritas.
Otros pueblos, como los hamares, chais, suris y turkanas, viven más alejados del río pero, gracias a una red de alianzas interétnicas, también ellos pueden acceder a los terrenos inundables, especialmente en tiempos de escasez.
A pesar de esta cooperación, cada cierto tiempo se producen conflictos entre los pue-blos por los recursos naturales. Debido a que el Gobierno de Etiopía se ha ido apropian-do de cada vez más territorio indígena, la competencia por los escasos recursos se ha intensificado. La introducción de armas de fuego ha vuelto más peligrosas las luchas interétnicas.
Los pueblos indígenas del valle bajo del río Omo llevan años sufriendo una progresiva pérdida de acceso y control sobre sus tierras. En los años sesenta y setenta se crearon dos parques nacionales, en los que los indígenas están excluidos de la gestión de los recursos.
Los turistas pueden ir de safari y cazar en las tierras indígenas, mientras que éstos tienen prohibida la caza. Esto se ha traducido en un aumento de la malnutrición. En los años ochenta, parte de su territorio se convirtió en superficie agrícola de regadío administrada por el Estado y recientemente el Gobierno ha comenzado a arrendar grandes extensiones de tierra indígena a empresas y gobiernos extranjeros para que puedan desarrollar cultivos industriales, incluida la producción de biocombustibles.
Los habitantes del valle del Bajo Omo toman todas las decisiones públicas después de exhaustivas reuniones comunitarias en las que participan todos los adultos. Muy pocos hablan amárico, el idioma nacional, y los niveles de alfabetización son los más bajos del país, lo que significa que apenas pueden acceder a la información relativa a los asuntos que los afectan. Aunque la Constitución de Etiopía garantiza a los pueblos indígenas el derecho a “ser plenamente consultados” y a expresar “sus puntos de vista en la planificación y puesta en marcha de políticas medioambientales y proyectos que los afectan directamente”, en la práctica la consulta rara vez se lleva a cabo completa y adecuadamente.
Un enviado de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) que visitó el Bajo Omo en enero de 2009 para evaluar el impacto de la presa Gibe III informó de que las comunidades indígenas no sabían nada o prácticamente nada sobre el proyecto.
Con la intención de sofocar el debate sobre las controvertidas políticas y restringir la sensibilización sobre los derechos humanos, el Gobierno hizo público en febrero de 2009 un decreto por el que se establecía que cualquier organización benéfica u ONG que obtuviera más del 10% de su financiación de fuentes extranjeras no tiene permiso para defender los derechos humanos y democráticos.
En julio de 2006 el Gobierno de Etiopía firmó un contrato con la compañía italiana Salini Costruttori para construir Gibe III, la mayor presa hidroeléctrica del país. En lo que su-pone una violación de la legislación etíope, no hubo una licitación pública para adjudicar el contrato. Las obras comenzaron en 2006 con un presupuesto de 1.400 millones de euros. Ya se ha construido la mitad de la presa y los costes siguen subiendo.
En julio de 2009, la Southern Region’s Justice Bureau (Oficina judicial de la región del Sur) revocó las licencias a 41 “asociaciones comunitarias” locales, a las que acusaba de no cooperar con las políticas gubernamentales. Muchos observadores creen que esta revocación es, en realidad, una medida del Gobierno para erradicar cualquier tipo de debate u oposición a la Gibe III.
La presa bloqueará la parte suroeste del río Omo, que discurre a lo largo de 760 kms desde las tierras altas de Etiopía hasta el lago Turkana en Kenia. El valle del Bajo Omo está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en reconocimiento a su valor arqueológico y geológico. En esta zona el río Omo atraviesa los parques naciona-les del Mago y del Omo, hogar de varios pueblos indígenas.