90 likes | 242 Views
Muchacha de Guatemala. Muchacha de Guatemala, de ojos lindos y profundos, hoy estoy triste por ti y tú lo estarás por mí. Recuerdo tu piel morena, tu hermosa grácil figura, de palmera, y tu risa, limpia, espontánea, serena. Tus ojos, cual de gacela que oteara el horizonte
E N D
Muchacha de Guatemala, de ojos lindos y profundos, hoy estoy triste por ti y tú lo estarás por mí. Recuerdo tu piel morena, tu hermosa grácil figura, de palmera, y tu risa, limpia, espontánea, serena. Tus ojos, cual de gacela que oteara el horizonte en los claros de la selva, eran los de una princesa.
Hoy he vuelto junto al árbol donde izabas tu canasta llena de sabrosos mangos por recordar tu figura y aquel tu dulce mirar sin perder la compostura. ¡Adiós!, al marchar, te dije. ¡Adiós, que te vaya bien!, con un mohín respondiste, yo me marché, tú te fuiste.
El árbol sigue en su sitio, igual de grande y frondoso, cuajadito está todito de la bella flor de mango. A ti te hirió la malaria, a mí un mortal sentimiento y una pena irreparable que no la cura ni el tiempo.
Tu cuerpo virgen descansa en un claro de la selva intrincada, misteriosa del Petén mítico y maya. Una corona de orquídeas he puesto sobre la tumba de aquella muchacha maya que me quiso en Guatemala.
Dicen que en las noches blancas de luna llena en el cielo la han visto acercarte al río y caminar por la orilla contemplándose desnuda en el espejo del agua.
Dicen que se oyen lamentos al llegar la medianoche por la selva tropical, son de una joven princesa que se murió de malaria una noche en Guatemala.
Dicen que se oyen suspiros por la noche en el Petén, son los ayes de dos almas que se amaron junto al río antes de la madrugada en la Guatemala maya.
Muchacha de Guatemala, de ojos lindos y profundos, hoy estoy triste por ti y tú lo estarás por mí. Recuerdo tu piel morena, tu hermosa grácil figura, de palmera, y tu risa, limpia, espontánea, serena. Tus ojos, cual de gacela que oteara el horizonte en los claros de la selva eran los de una princesa. Hoy he vuelto junto al árbol donde izabas tu canasta llena de sabrosos mangos por recordar tu figura y aquel tu dulce mirar sin perder la compostura. ¡Adiós!, al marchar, te dije. ¡Adiós, que te vaya bien!, con un mohín respondiste, yo me marché, tú te fuiste. El árbol sigue en su sitio, igual de grande y frondoso, cuajadito está todito de la bella flor de mango. A ti te hirió la malaria, a mí un mortal sentimiento y una pena irreparable que no la cura ni el tiempo. Tu cuerpo virgen descansa en un claro de la selva intrincada, misteriosa del Petén mítico y maya. Una corona de orquídeas he puesto sobre la tumba de aquella muchacha maya que me quiso en Guatemala. Dicen que en las noches blancas de luna llena en el cielo la han visto acercarte al río y caminar por la orilla contemplándose desnuda en el espejo del agua. Dicen que se oyen lamentos al llegar la medianoche por la selva tropical, son de una joven princesa que se murió de malaria una noche en Guatemala. Dicen que se oyen suspiros por la noche en el Petén, son los ayes de dos almas que se amaron junto al río antes de la madrugada en la Guatemala maya. Juan Manuel del Río