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El salmo comienza con la consabida invitación a alabar al Señor , como a él le conviene. + Un motivo especifico de esta alabanza se señala al principio del salmo y se desarrollará en la segunda parte: el Señor reconstruye Jerusalén. 1. CON ISRAEL.
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El salmo comienza con la consabida invitación a alabar al Señor, como a él le conviene. + Un motivo especifico de esta alabanza se señala al principio del salmo y se desarrollará en la segunda parte: el Señor reconstruye Jerusalén.
1. CON ISRAEL Toda la piedad popular judía se expresa en este himno que enumera algunos de los atributos divinos, que mueven a decir "gracias", a "alabar". Notemos la aparente mezcla desordenada de temas "históricos" (intervenciones de Dios en favor de su pueblo: regreso de los deportados, reconstrucción de las murallas de Jerusalén, protección de los pobres, ruina de los impíos) y temas "cósmicos" (intervención de Dios en la naturaleza: estrellas, nubes, vegetación, animales, hombre). 2. CON JESÚS Llama la atención la semejanza entre este lenguaje sencillo, casi ingenuo, sobre Dios... y la manera de hablar de Jesús sobre el Padre, "que hace salir el sol y caer la lluvia" (Mateo 5,45)... "Que da su alimento a los pajarillos" (Mateo 6,26). Recordemos que Jesús se alimentó con estos poemas. De ahí que utilice casi las mismas palabras. 3. CON NUESTRO TIEMPO Hay en nosotros, hombres modernos occidentales, algo que se resiste a este tipo de lenguaje: lo encontramos demasiado ingenuo y optimista. Junto a las maravillas de la naturaleza, somos sensibles a sus fracasos. Será necesario quizá que las crisis de nuestra civilización nos acerquen a la naturaleza y nos devuelvan la capacidad de maravillarnos. Puesto que vivimos en un cuadro artificial, no "disfrutamos" la frescura de la lluvia que hace reverdecer los campos, ni la caricia del sol que hace germinar las plantas, ni la abundancia de semillas que crecen a profusión para los pajarillos.
Alabad al Señor, que la música es buena;nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,reúne a los deportados de Israel;él sana los corazones destrozados,venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,a cada una la llama por su nombre.Nuestro Señor es grande y poderoso,su sabiduría no tiene medida.El Señor sostiene a los humildes,humilla hasta el polvo a los malvados.
Entonad la acción de gracias al Señor,tocad la cítara para nuestro Dios,que cubre el cielo de nubes,preparando la lluvia para la tierra;
que hace brotar hierba en los montes,para los que sirven al hombre;que da su alimento al ganadoy a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el vigor de los caballos,no estima los jarretes del hombre:el Señor aprecia a sus fieles,que confían en su misericordia.
CORAZONES Y ESTRELLAS «El Señor sana los corazones destrozados, venda sus heridas. Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre». Si sabes manejar las estrellas, ¿no vas a saber manejar también mi corazón? Encárgate de él, Señor, por favor. Tiene una órbita bastante loca; no es fácil saber hoy lo que hará mañana; puede escaparse en cualquier momento por la tangente, como puede estacionarse y negarse a avanzar con tozuda torpeza. Guíalo suavemente hasta la órbita justa, Señor; vigila su curso y cuida su camino con providencia suave y eficacia firme. Que sea estrella para alegrar el cielo nocturno sobre el mundo de los hombres. Yo descanso, Señor, en tu sabiduría y tu poder. El firmamento es mi hogar, y me paseo alegremente por toda tu creación bajo tu mirada cariñosa. Llámame por mi nombre, Señor, como llamas a las estrellas del cielo y a tus hijos en la tierra. Llámame por mi nombre como el pastor llama a sus ovejas. Me alegra saber que conoces mi nombre. Usalo con toda libertad, Señor, para llamarme al orden cuando me aleje, y a la intimidad cuando me acerque con intimidad filial. Y úsalo un día, Señor, para llamarme a tu lado para siempre. «Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida».
Señor Dios, cuya sabiduría no tiene medida, cuyo poder somete a cada estrella, llamándola por su nombre, tú, que reconstruiste Jerusalén y reuniste a los deportados de Israel, sana ahora también nuestros corazones destrozados y haz que confiemos siempre en tu misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.