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Viviendo la plenitud del Espíritu Santo Ef 5:17-20. “Todos tenemos que ver con el fuego: los pecadores, con el del infierno; los creyentes, con el fuego del juicio. Por cuanto la iglesia ha perdido el fuego del Espíritu Santo, millones tendrán que ir al fuego del infierno”. Leonardo Ravenhill.
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Viviendo la plenitud del Espíritu Santo Ef 5:17-20
“Todos tenemos que ver con el fuego: los pecadores, con el del infierno; los creyentes, con el fuego del juicio. Por cuanto la iglesia ha perdido el fuego del Espíritu Santo, millones tendrán que ir al fuego del infierno”. Leonardo Ravenhill
Introducción ¿Qué es vivir en la plenitud del Espíritu Santo? ¿A qué nos referimos cuando hablamos de ser llenos del Espíritu? Cuando hablamos de la plenitud del Espíritu en nuestras vidas, nos referimos a la presencia del Espíritu que nos da poder para ser canales de bendición y ser controlados por él.
Imagínate que recibes a un estudiante de intercambio universitario en tu casa. Ese estudiante, por un período de 5 meses, tendrá la oportunidad de usar completamente tu casa. Dormirá en su recámara, por supuesto, pero podrá hacer uso del baño, de la sala, del comedor, de la cocina; en pocas palabras, será un miembro más de la familia. Sería tonto y ridículo aceptar a un estudiante de intercambio y decirle: “Sólo puedes vivir en tu recámara; no uses el baño, ni la sala, ni la cocina; sólo vive en tu recámara”.
En los mismos términos, el libro del Apocalipsis dice que Jesús llama a la puerta de nuestro corazón. Cuando respondemos en fe e invitamos al Espíritu Santo a entrar en nuestras vidas, tenemos que hacer otra decisión: si le permitiremos entrar y tomar el control de todos los aspectos de nuestra vida o no. Así como le diríamos a un huésped: “Puedes hacer uso de todas las habitaciones de mi casa”, así le tenemos que decir al Espíritu Santo: “Toma el control de mi tiempo, dinero, familia, trabajo, estudios, etc.” El Espíritu no está automáticamente en control de nuestras vidas diarias: tenemos que entregárselo.
Si esto es así, ¿cómo puedo vivir en la plenitud del Espíritu? ¿Cómo le puedo entregar el control de mi vida al Espíritu Santo?
“Vivimos en la plenitud del Espíritu, cuando:” I. entendemos la voluntad de Dios, Ef 5:17 “No seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”.
“Vivimos en la plenitud del Espíritu, cuando:” II. entregamos el control al Señor, Ef 5:18 “No os embriaguéis con vino...antes bien sed llenos del Espíritu”.
“Vivimos en la plenitud del Espíritu, cuando:” III. espiritualizamos la conducta delante del Señor, Ef 5:19-20 “hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales...”
Conclusión Se llama rejoneador al matador de toros a caballo, conforme a la más antigua tradición de la tauromaquia, cuando los toreros montados a caballo y no los de a pie, eran el centro del espectáculo taurino. El rejoneador recibe su nombre por su característica de toreo, que consiste en colocar sobre el dorso del toro adornos de tela y colores anclados a la piel del animal con una cuchilla que va montada sobre una vara de madera de 1 a 1.5 metros de largo llamada rejón.
Los caballos de rejoneo han sido sometidos a una doma y entrenamiento singulares con el fin de que pierdan el miedo, que les es natural, ante la presencia del toro y, además, "aprendan a torear". Los caballos son entrenados con las artes básicas de la alta escuela. "Al enfrentar al toro en la plaza, el arte del rejoneo obliga al caballo entrenado a la manera andaluza a ejecutar todas las figuras o suertes hasta la herida mortal o rejón."
El caballo de rejoneo es entrenado incansablemente porque el rejoneador sabe que la lidia de un toro puede acabar en la muerte del caballo, del jinete o de ambos. Se mide al rejoneador no sólo por su capacidad para clavar certeramente y salir airoso de los encuentros con el toro, sino, y fundamentalmente, por la doma y torería de sus caballos.
Las condiciones y características del caballo de rejoneo son la fortaleza y velocidad considerables, así como rapidez de reacción y una condición peculiar: "tener corazón", es decir, una valentía pareja a la del torero ante la cara del toro.
De la misma forma, el creyente que vive en la plenitud del Espíritu Santo se entrega plenamente al mando del Espíritu. Así, la voluntad, el control y la conducta del creyente están sometidas a la voluntad del Señor. Así como el caballo del rejoneador no hace nada sin la instrucción de su jinete, el creyente no hace nada sin la dirección del Espíritu Santo. El caballo del rejoneador está entrenado y domado por su amo; el cristiano espiritual, de igual manera, está controlado por la dirección del Espíritu Santo.
Vivir la plenitud del Espíritu no significa que el creyente tenga más del Espíritu Santo, sino que el Espíritu tenga más del creyente. Significa ser domado, entrenado y controlado por el Espíritu Santo.
Te invito a que nos decidamos a entregar nuestra voluntad al Señor y vivamos en la plenitud del Espíritu.