530 likes | 728 Views
San Telmo Las Palmas de Gran Canaria Rafael Rodríguez 2004. “Por los años 50 del XIX éste era el único muelle de la ciudad que, desde 1811, se venía construyendo.
E N D
San Telmo Las Palmas de Gran Canaria Rafael Rodríguez 2004
“Por los años 50 del XIX éste era el único muelle de la ciudad que, desde 1811, se venía construyendo. ................en 1852, por Real Orden fue declarado puertos de interés general, cosa que al principio no revertió en su mejora como debiera, a pesar de esa categoría (aumento de consignación económica, nuevo proyecto de ampliación, etc.); al contrario, en realidad en los siguientes diez años fue quedando en la práctica progresivamente relegado. En efecto, el Estado por medio del Ministerio de Fomento y la sociedad de Las Palmas, a través de sus políticos, prensa y ayuntamiento, fueron perdiendo la confianza en la fortuna de aquella obra que languidecía en un proyecto inconcluso, ya anticuado por entonces”.Martín, p.282
“Algunos temporales con efectos desastrosos para el muelle, por ejemplo en 1856 y 1857; la insuficiencia e irregularidad de las asignaciones económicas que debería librar el Gobierno para las obras; la frecuente inutilización del desembarcadero, o peligroso al menos, por el estado de la mar (reboso),........ desmoralización colectiva y a que cada vez, con más interés, se fijase la mirada en la bahía de La Luz”. Martín, p.282 Pero cuando la polémica alcanzaba su punto más álgido, la Ley de Puertos de 7 de mayo de 1880 daba al traste con cualquiera de las alternativas en discusión, ya que quedaron fuera de los planes del Estado los puertos de Las Palmas, de esa manera se cerraba el período abierto desde 1852 cuando fue declarado de interés general el de Las Palmas.
Pero la precipitada Ley, contra la que se movilizaron todas las fuerzas vivas de la ciudad, trajo luego otros bienes, como, por ejemplo, el puerto de refugio de La Luz, aunque a costa del sucumbimiento definitivo del muelle de Las Palmas, que a partir de entonces entró en plena fase de agonía. En 1881 pasó a ser conservado en su mantenimiento por la Junta de Obras del Puerto. En 1882 el ayuntamiento presionó para que la Ley de 1880 fuera corregida y se volviese a un puerto de Las Palmas de interés general cosa que nunca llegó a ocurrir. Martín, p.284-285.
Alfredo Herrera también nos cuentas de los avatares del muelle de San Telmo: “El muelle de Las Palmas apenas podía prestar escasos y deficientes servicios a la comunicación marítima de la ciudad y de la isla. La historia de su construcción compuso un largo capítulo signado porla carencia de disponibi1idades económicas, los errores técnicos y los inconvenientes de su emplazamiento. Después de diez años de paralización, en 1827 el Gremio de Mareantes de Las Palmas se había encargado de proseguirlas.
Cuatro años después se constituyó la Junta del Puerto, para dirigir su marcha. En estos años.cincuenta el dique había sufrido las inclemencias de los temporales que deshacían lo conseguido a costa de muchos sacrificios, ya que el muelle estaba situado en un punto de la costa completamente desabrigado, como hoy mismo apreciamos cuando el oleaje bate aquella parte de la Avenida Marítima del Norte. Los frecuentes mares de fondo en aquel lugar impedían realizar las ordinarias operaciones de carga y descarga. El muelle de Las Palmas no ofrecía ni comodidad, ni seguridad a las maniobras portuarias. Sus desfavorables condiciones proporcionaron, como contrapartida, un mayor relieve a los planteamientos para conseguir la construcción de un muelle en el Puerto de la Luz”. Herrera, p.269.
Muy escaso eco debió de tener y, al fin, el viejo muelle de Las Palmas quedó a la merced del embate marino, resultando con los años totalmente inutilizado para faenas portuarias; pero no así para otros usos que pasó a hacer de él la ciudad. Concretamente el de lugar romántico de recreo donde, hasta la mitad del siglo XX, pequeños y mayores acudían a jugar o solazarse, teniendo el murmullar del mar como música de fondo y al cobijo de aquel Galdós carcomido por la meteorización (que esculpiera Victorio Macho) o del basáltico faro, ya mudo, del abandonado muelle de Las Palmas. Martín, p.284-285.
En el muelle de San Telmo y formando parte de él durante muchos años (1930 al 1968), estuvo ubicado un monumento a don Benito Pérez Galdós, original del escultor Victorio Macho. Quesada Acosta, nos relata que después de una gran polémica sobre donde situar el monumento, añade: “Victorio Macho eligió el martillo del muelle de Las Palmas para la ubicación de su obra, por el hecho de haberla concebido como un faro”: “ El monumento que se eleve en su país a don Benito ha de ser como un faro de la raza, cuyo frente de piedra, reflejando la luz del sol, alumbre y guíe. La estatua de Galdós ha de elevarse y ser vista como una esfinge y ha de mirar al mar”.
Mas adelante esta autora nos describe el monumento de Macho: “La obra que nos ocupa, concluida en 1925, consistió en un elevado plinto troncopiramidal, con acceso en la cara principal y concebido a manera de sepulcro romano; descansaba sobre él la robusta figura de un Galdós sedente y desnudo de cintura para arriba. Su rostro, cargado de expresividad y temperamento, denotaba las dotes de observación que tanto le caracterizaba. Fiel a su estilo sencillo, Macho prescinde de tratamiento detallista y alegorías, a las que gustaba definir como “zarandajas”. Quesada Acosta, p.124-126
“Tan sólo veinte años después, la efigie había perdido su antigua configuración. El bravo oleaje del mar y otras incidencias climatológicas fueron deteriorando la masa ciclópea y, como es habitual, la prensa, elemento crítico local, es la que pide que se le preste la debida atención al conjunto....... “Sin que se llevase a cabo ninguna de estas indicaciones, el monumento fue desmontado el 8 de marzo de 1968 y trasladado a las Academias Municipales............Hoy puede ser visto en la Casa Museo de Galdós. Una réplica en bronce debida al escultor Manuel Bethencourt está situada en frente del Teatro Pérez Galdós en una zona recién remodelada. Don Benito fue inmortalizado en los años sesenta por Pablo Serrano en la Plaza de la Feria. Quesada Acosta, p.123-127.
Marejada, 1922. El bravo oleaje del mar, fue uno de los motivos del deterioro del monumento a Galdós
...........tal como señalaba mas atrás Martín Galán, el muelle de San Telmo junto al parque, fue durante décadas, hasta que fue adsorbido por la Avenida Marítima, un lugar de esparcimiento y recreo de mayores y pequeños. Realmente para la gente de mi generación no había un parque, ni un muelle, para nosotros, ir al muelle de las Palmas era ir al Parque de San Telmo. Allí los domingos, en particular, después de los conciertos en el quiosco de la música (que fue también protagonista de encarnizada polémica cuando se derribó y se sustituyó por otro de estilo modernista) los asistentes gustaban de acercarse hasta el muelle. ¿Quién de mi generación no degustó un sabroso helado en la heladería del muelle?. Las gentes se paraban al borde de las escalinatas para contemplar la destreza de muchos “chiquillos” que se sumergían en el agua a recoger las monedas que les arrojaban al mar.
Los había que las atrapaban con los dientes (Martín Moreno nos habla de alguien que se zambullía en época anterior a la de mis evocaciones: ”el muelle de Las Palmas, a falta todavía de la estatua de Don Benito, que el salitre oceánico corroería. Y por donde el embarcadero formaba ángulo, en la dársena, las panzadas de “Ribanso”, recordado Agustín Medina Sosa, hendían el reprimido oleaje tras las monedas que fuera de su alcance le arrojaban los chonis” Martín Moreno, p.26. .
Una costumbre, un deporte un tanto extraño, de los jóvenes a la sazón, consistía en llegar hasta cerca de la punta del muelle en días de reboso a esperar las fuertes olas, y antes que rompieran contra el espigón, correr hacia atrás para evitar el remojón..... mas de uno salía “enchumbado”, pero con la fuerte brisa y el radiante sol pronto quedaba lavado, secado y hasta planchado.
Un punto y aparte merece las referencias que hacen dos autores a los mencionados conciertos de la Banda municipal que dirigía por aquel entonces don Agustín Hernández: “..........y el Parque de San Telmo, éste con el quiosco en condiciones para su atracción primera: conciertos de la Banda Municipal, con el maestro Agustín Hernández a su frente”. Martín Moreno, p.26
..............”Los jueves y domingos por la noche (por mi época eran los domingos al mediodía), en el Parque de San Telmo, mientras la Banda Municipal dirigida por don Agustín Hernández ofrecía su repertorio, que siempre incluía un fragmento de La Leyenda del Beso, se paseaba en ambas direcciones, de San Telmo a Bravo Murillo, y viceversa. Frente al quiosco de la música, semiescondido y modesto, estaba un busto verdoso de Tomás Morales. Se notaba en seguida a los matrimonios peninsulares porque tenían la costumbre de sentarse en las mesitas y tomar algo. Las señoras isleñas se sentaban en las sillas plegables”. Fe de la, p.36, 37.
Ambos autores mencionan a don Agustín Hernández Sánchez (Las Palmas de Gran Canaria 1881-1960), director que lo fue, no solo de la Banda Municipal sino también de la Filarmónica. Lothar Siemens se refiere a este insigne conductor de estas orquestas apuntando que si la Filarmónica permaneció viva entre 1930 y 1940 fue gracias: “al gran sacrificado maestro local, afable y abnegado, que lució mas en la población al frente de la Banda municipal que desarrollando una labor concertística de la mano de la Filarmónica” Siemens, p194-197.
BIBLIOGRAFÍA • Martín Galán Fernando. Las Palmas Ciudad y Puerto. Cinco Siglos de Evolución. Fundación Puertos de Las Palmas, 2001. • Herrera Piqué Alfredo. Las Palmas de Gran Canaria, Editorial Rueda, 1984. Alcorcón, Madrid). • Quesada Acosta, Ana María. La escultura Conmemorativa en Gran Canaria (1820-1994). Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, 1996. • Moreno, Martín. Siesta de Memorias. Ediciones del Cabildo de Gran Canaria, 2000. • Fé de la, Mª Dolores. Las Palmas, casi ayer. Colección San Borondon. El Museo Canario. 1978. • Siemens, Lothar. Historia de la Sociedad Filarmónica de Las Palmas y de su Orquesta y sus Maestros. Sociedad Filarmónica de Las Palmas, 1995.