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5 poemas de. SILVA DE SIRENAS. Ediciones La Palma, 2001. CASA DE LAS TABLILLAS. Hoy me he estudiado todas las lecciones; he repetido todas mis tablillas; he jugado en la calle a los bandidos y he rezado a los dioses mis plegarias. Me ha besado el maestro satisfecho,
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5 poemas de SILVA DE SIRENAS Ediciones La Palma, 2001
CASA DE LAS TABLILLAS Hoy me he estudiado todas las lecciones; he repetido todas mis tablillas; he jugado en la calle a los bandidos y he rezado a los dioses mis plegarias. Me ha besado el maestro satisfecho, complacido mi padre me ha besado; madre me ha dicho: “Tú eres mi tesoro”; y un pastel me ha guardado la nodriza. Ahora les oigo hablar desde la cama, como con miedo, de unas raras naves, y una palabra: hierro, que no entiendo. ¡Bah! Ugarit es eterna. Un alto escriba severo yo seré -qué será hierro? Hoy me aprendí las listas de los reyes.
MUERTE DE PATROCLO ¿Qué niebla es ésta que mis ojos ciega? ¿Qué mano despedaza entre mis manos tu lanza y me desciñe tu armadura, e inerme en medio de la lid me arroja? De mis hombros cayó el broncíneo escudo; tu casco está rodando por el suelo negro de sangre y polvo, y su penacho, los caballos, invicto, pisotean. Tras de mí quedan, pasto de los buitres, innumerables teucros, oh Pelida: vestir bien supe tus divinas armas. Un dios ha decretado ya mi muerte. Amigo mío, venga mi memoria, y a reposar ven pronto entre mis brazos.
HELENA REGRESA A ESPARTA Ebria aún por la cadencia de las ondas, altas puertas de bronce, vedme aquí -¿reina otra vez o esclava?- que regreso, más y más bella. Irónico hado el mío. Desde la almena, al pie de la muralla, vi morir a la flor de los guerreros; hombres, igual que cedros, abatidos por la Moira y su filo inexorable. Uno (qué joven era y qué gallardo) ya abrazado a la tierra, me miró. Aún desvelan mis sueños negras moscas. Aún veo aquellos ojos anhelantes que pude amar. ¡Que atruenen los heraldos! Vuelve al cubil la perra desdichada.
TRENO DEL JOVEN DAVID (II SAMUEL 1, 19-27) Más hermoso aún que aquel de las doncellas fue para mi tu amor, oh dulce amigo, oh pastor de azucenas, oh manzano en flor, verde espadaña de la orilla. Más mi dolor que aquel de las que ahora su cabello encenizan y golpean su frente contra un muro, y con las uñas sus mejillas plañendo se desgarran. Escucha, escucha, oh príncipe, mi cítara llorar a quien cantara tántas veces, tú, sobre el polvo hoy retema amarga. Tu arco, el que jamás retrocediera, yo mismo lo quebré. Que no lo sepan ni en Ascalón ni los incircuncisos.
LA CANANEA (MARCOS 7, 24-29) Venteando me he echado a los caminos las huellas perfumadas que en el polvo tus plantas han dejado; olisqueando tu rastro santo, sabio y milagroso. ¿No has conjurado tú demonios negros? ¿De pan y peces cestos no has colmado? ¿dado vista a los ciegos, y su presa rescatado del reino de la muerte? ¿Me oyes clamar y mi clamar no escuchas? ¿Detenerte no quieres, y a los tuyos dejas que tiren a esta perra piedras? Te ha de seguir mi aullido lastimero. Nada a tus hijos de su mesa quito, Mas echa tú a los chuchos las migajas.
LAMENTO DE ARIADNA ¿A quién he de quejarme?. He despertado aún aturdida por la flor del sueño -y cómo me abrazabas - y lejanas antes tus velas miro que tu ausencia ¿A quién me quejaré?. Sirena herida, chillo en la arista de este acantilado Ah, traidor, ¿qué se hicieron tus firmezas? y bronco el mar - ah, pérfido – retumba Quiero morir, morir. ¿Qué verde escollo quebrara mi cerviz, qué espuma fría o cubriera mi rostro qué medusa? Mas, ay, que la enramada se estremece por un clamor de júbilo agitada - ¿y qué tu barco? - y rugen las panteras Volver al índice proncipal