100 likes | 320 Views
LA PERFECCIÓN DE NUESTRA FE. Lección 2 para el 11 de octubre de 2014. Santiago 1:2-11. LA PRUEBA DE VUESTRA FE. “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:2-3).
E N D
LA PERFECCIÓN DE NUESTRA FE Lección 2 para el 11 de octubre de 2014
LA PRUEBA DE VUESTRA FE “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:2-3) Pedro nos dice que debemos ser “afligidos en diversas pruebas” (1P. 1:6). ¿Cómo podemos sentir “sumo gozo” cuando estamos afligidos por las pruebas? La expresión “prueba de vuestra fe” hace referencia al proceso por el cual se prueba una cosa. La fe del creyente es probada de diversas maneras (tal vez dolorosas) de modo que resplandezca como el oro y produzca su fruto: paciencia (perseverancia). Cómo ejercer la fe: Creer en un Padre amante. Confiar en su sabiduría. Actuar sobre la base de su Palabra. Aquel que es capaz de ver por la fe el fruto final, más allá de la aflicción presente, es bienaventurado (Mt. 5:12). Tendremos “sumo gozo” si ponemos nuestra mira en el oro ya refinado, en lugar de mirar al fuego.
LA FE QUE HACE PERFECTO • Perfección “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:4) La meta que Dios nos propone es que lleguemos a ser perfectos (madurez espiritual) y cabales (totalmente completos). ¿Cuándo alcanzaremos esta perfección, según Efesios 4:13? Solo cuando seamos como Cristo seremos perfectos. Pablo era consciente de no haberlo alcanzado aún (Fil. 3:12-15). Nosotros, como él, debemos proseguir siempre hacia la meta.
“Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra” (Santiago 1:5-6) • PEDIR CON FE Según la Biblia, la sabiduría no consiste en tener conocimientos, sino en saber cómo conducirse en el “temor de Jehová” (Proverbios 9:10) • Saber oír, saber callar, saber cuándo airarse (Stg. 1:19) • Saber discernir las necesidades de los demás (Stg. 2:15-16) • Saber comportarse correctamente, con mansedumbre (Stg. 3:13) Esta sabiduría debe ser pedida con fe, creyendo que Dios tiene poder para cambiarnos, y así reflejar en nuestra vida nuestra comunión con Cristo.
LA FE Y LA DUDA “No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos” (Santiago 1:7-8) Al igual que Elías, Santiago nos pregunta: “¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?” (1R. 18:21). El “hombre de doble ánimo” vacila entre la fe y la duda. • Nuestra fe tiene que estar viva y crecer. Esto sucede solo cuando ejercemos esa fe buscando a Dios y confiando en él en toda circunstancia. • Una fe que proviene de Dios y ha sido purificada en el crisol de las pruebas es una fe que mueve montañas. Una fe exenta de dudas.
“Las vicisitudes más difíciles de la vida cristiana deberían ser las que proporcionen mayores bendiciones. Las providencias especiales recibidas en las horas lóbregas deben animar al alma en los futuros ataques de Satanás, y prepararla para que permanezca firme en las fieras pruebas. La prueba de nuestra fe es más preciosa que el oro. Pero para soportar las pruebas debemos tener esa fe, esa confianza en Dios que no será conmovida por los argumentos y las tentaciones del engañador. Tomemos como segura la palabra del Señor, estudiemos sus promesas y apropiémonos de ellas. “La fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” (Romanos 10:17). Feliz aquella alma que, cuando es tentada, se encuentra rica en el conocimiento de las Escrituras y se escuda en las promesas de Dios. Necesitamos esa fe perdurable y calmada, esa valentía moral que solo Cristo puede dar, a fin de estar capacitados para enfrentar las pruebas y fortalecidos para cumplir con nuestro deber” E.G.W. (Review and Herald, 17 de abril de 1894)
EL POBRE Y EL RICO “El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas” (Santiago 1:9-11) Aunque parecen extremistas, las enseñanzas de Santiago sobre los ricos son iguales a las de Jesús:
“La Biblia no condena al rico por el hecho de ser rico; tampoco declara que la adquisición de riquezas sea un pecado, ni dice que el dinero es la raíz de todo mal. Todo lo contrario, las Escrituras declaran que Dios es el que da el poder para conseguir riquezas. Esta habilidad es un talento precioso si se lo consagra a Dios y se lo emplea para promover su causa. La Biblia no condena el genio ni el arte, porque éstos proceden de la sabiduría que Dios imparte. No podemos hacer que el corazón sea más puro o más santo cubriendo el cuerpo de cilicio o privando el hogar de todo lo que proporciona comodidad, gusto o conveniencia. Las Escrituras enseñan que la riqueza es una posesión peligrosa únicamente cuando se la hace competir con el tesoro inmortal. Se convierte en una trampa cuando lo mundano y lo temporal absorben los pensamientos, los afectos y la devoción que Dios reclama para sí” E.G.W. (Consejos sobre mayordomía cristiana, pg. 144)