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En este fragmento hay una serie de palabras y expresiones (en su mayor parte adjetivos) que remiten a una misma isotopía: la de. El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde
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En este fragmento hay una serie de palabras y expresiones (en su mayor parte adjetivos) que remiten a una misma isotopía: la de... El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única. (Segunda página, líneas 12-17)
Comparemos con el fragmento de otro cuento de Quiroga: Estos acantilados de piedra cortan perpendicularmente el río,avanzan en él hasta reducir su cauce a la tercera parte. El Paranáentero tropieza con ellos, busca salida, formando una serie derápidos casi insalvables aún con aguas bajas, por poco que elremero no esté alerta. Y tampoco hay manera de evitarlos, porque lacorriente central del río se precipita por la angostura formada,abriéndose en una curva tumultuosa que rasa el remanso inferior yse delimita de él por una larga fila de espumas fijas. (“En la noche”) El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única.
Estos acantilados de piedra cortan perpendicularmente el río,avanzan en él hasta reducir su cauce a la tercera parte. El Paranáentero tropieza con ellos, busca salida, formando una serie derápidos casi insalvables aún con aguas bajas, por poco que elremero no esté alerta. Y tampoco hay manera de evitarlos, porque lacorriente central del río se precipita por la angostura formada,abriéndose en una curva tumultuosa que rasa el remanso inferior yse delimita de él por una larga fila de espumas fijas. (“En la noche”, p. 118) En el fragmento de la izquierda hay una serie de palabras y expresiones (en su mayor parte adjetivos) que remiten a una misma isotopía: la de LA MUERTE. El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única.
Estos acantilados de piedra cortan perpendicularmente el río,avanzan en él hasta reducir su cauce a la tercera parte. El Paranáentero tropieza con ellos, busca salida, formando una serie derápidos casi insalvables aún con aguas bajas, por poco que elremero no esté alerta. Y tampoco hay manera de evitarlos, porque lacorriente central del río se precipita por la angostura formada,abriéndose en una curva tumultuosa que rasa el remanso inferior yse delimita de él por una larga fila de espumas fijas. (“En la noche”, p. 118) El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única.
Estos acantilados de piedra cortan perpendicularmente el río,avanzan en él hasta reducir su cauce a la tercera parte. El Paranáentero tropieza con ellos, busca salida, formando una serie derápidos casi insalvables aún con aguas bajas, por poco que elremero no esté alerta. Y tampoco hay manera de evitarlos, porque lacorriente central del río se precipita por la angostura formada,abriéndose en una curva tumultuosa que rasa el remanso inferior yse delimita de él por una larga fila de espumas fijas. (“En la noche”, p. 118) El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única.
Estos acantilados de piedra cortan perpendicularmente el río,avanzan en él hasta reducir su cauce a la tercera parte. El Paranáentero tropieza con ellos, busca salida, formando una serie derápidos casi insalvables aún con aguas bajas, por poco que elremero no esté alerta. Y tampoco hay manera de evitarlos, porque lacorriente central del río se precipita por la angostura formada,abriéndose en una curva tumultuosa que rasa el remanso inferior yse delimita de él por una larga fila de espumas fijas. (“En la noche”, p. 118) El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única.
Estos acantilados de piedra cortan perpendicularmente el río,avanzan en él hasta reducir su cauce a la tercera parte. El Paranáentero tropieza con ellos, busca salida, formando una serie derápidos casi insalvables aún con aguas bajas, por poco que elremero no esté alerta. Y tampoco hay manera de evitarlos, porque lacorriente central del río se precipita por la angostura formada,abriéndose en una curva tumultuosa que rasa el remanso inferior yse delimita de él por una larga fila de espumas fijas. (“En la noche”, p. 118) El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negrotambién. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única.
Estos acantilados de piedra cortan perpendicularmente el río,avanzan en él hasta reducir su cauce a la tercera parte. El Paranáentero tropieza con ellos, busca salida, formando una serie derápidos casi insalvables aún con aguas bajas, por poco que elremero no esté alerta. Y tampoco hay manera de evitarlos, porque lacorriente central del río se precipita por la angostura formada,abriéndose en una curva tumultuosa que rasa el remanso inferior yse delimita de él por una larga fila de espumas fijas. (“En la noche”, p. 118) El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negrotambién. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única.
Estos acantilados de piedra cortan perpendicularmente el río,avanzan en él hasta reducir su cauce a la tercera parte. El Paranáentero tropieza con ellos, busca salida, formando una serie derápidos casi insalvables aún con aguas bajas, por poco que elremero no esté alerta. Y tampoco hay manera de evitarlos, porque lacorriente central del río se precipita por la angostura formada,abriéndose en una curva tumultuosa que rasa el remanso inferior yse delimita de él por una larga fila de espumas fijas. (“En la noche”, p. 118) El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negrotambién. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única.
Estos acantilados de piedra cortan perpendicularmente el río,avanzan en él hasta reducir su cauce a la tercera parte. El Paranáentero tropieza con ellos, busca salida, formando una serie derápidos casi insalvables aún con aguas bajas, por poco que elremero no esté alerta. Y tampoco hay manera de evitarlos, porque lacorriente central del río se precipita por la angostura formada,abriéndose en una curva tumultuosa que rasa el remanso inferior yse delimita de él por una larga fila de espumas fijas. (“En la noche”, p. 118) El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negrotambién. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única.
Estos acantilados de piedra cortan perpendicularmente el río,avanzan en él hasta reducir su cauce a la tercera parte. El Paranáentero tropieza con ellos, busca salida, formando una serie derápidos casi insalvables aún con aguas bajas, por poco que elremero no esté alerta. Y tampoco hay manera de evitarlos, porque lacorriente central del río se precipita por la angostura formada,abriéndose en una curva tumultuosa que rasa el remanso inferior yse delimita de él por una larga fila de espumas fijas. (“En la noche”, p. 118) El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negrotambién. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única.
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negrotambién. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única. El sol había caído ya cuando el hombre...”
-¿Cuál es la función de este cambio de tiempo verbal? El pretérito pluscuamperfecto indica el paso del tiempo: abandonamos la DESCRIPCIÓN y regresamos a la NARRACIÓN. El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyasparedes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negrotambién. Adelante, a los costados, detrás, la eternamuralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita enincesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo yreina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo, subelleza sombría y calma cobra una majestad única. El sol había caído ya cuando el hombre...” Pero ¿la descripción de este párrafo era una MERA descripción: es decir, una “pausa” en el relato? SÍ y NO. SÍ, es una mera “pausa” desde un punto de vista puramente literal (denotativo): “la acción” no “avanza” en este párrafo. NO si tenemos en cuenta las connotaciones de los términos que componen la isotopía de la muerte: están anunciando lo que va a ocurrir…