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(Sátira social y formas de vida). Tipos populares en la época de Manuela Malasaña.
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(Sátira social y formas de vida) Tipos populares en la época de Manuela Malasaña La Ritirata Notturna di Madrid (Quattro versioni originali di Luigi Boccherini, sovrapposte e trascritte per ochrestra de Luciano Berio. “Allegro sempre – tema y XI variaciones”. L. Boccherini (1743-1805) y L. Berio (1925)
Esta estructura rígida servía para estilizar el talle de las personas de la aristocracia. “Ir a la moda” se convertía en una de las actividades más habituales y caras de la nobleza. Se compite por llevar el atuendo más despampanante y para ello no se duda en usar todo tipo de complementos. Sin embargo, no todos tienen un cuerpo perfecto, y antes de vestirse, era necesario “recomponer la figura”. A fines del S XVIII entró en desuso por influencia de la Revolución Francesa que trató de igualar a todas las clase sociales en el vestir. El corsé reapareció en 1830. 1. El corsé Anónimo La sátira social
En el siglo XVIII apareció una moda que impregnó no sólo la vida de la sociedad de nuestro país sino también la literatura y las artes pictóricas: el cortejo. Esta moda provocó la aparición en el entramado social de nuevos tipos humanos: el petimetre (y la petimetra) y, como reacción ante la aparición del anterior, el majo (y la maja). El cortejo consistió en España en la posibilidad de que una mujer casada tuviera un acompañante cuando su esposo estuviera atendiendo sus negocios o los actos sociales a los que acudía solo. El petimetre (castellanización del francés petit maître) era el hombre que cortejaba a una dama y que debía cumplir los siguientes requisitos: Tener dinero para poder cumplir con los caprichos de la dama. Haber viajado de joven a París y haber conocido allí, de primera mano, las modas de Francia. Mantener en todo momento un cuidado aspecto exterior. Llevar signos externos y extravagantes de su modernidad: relojes, cadenas, pañuelos… Tener un carácter civilizado, afable, alegre y desenvuelto, es decir, poseer cualidades para triunfar en sociedad. Saber bailar las danzas de moda (contradanza, minué). Despreciar el estudio, que no era sino distracción de las cosas importantes para el ascenso social ... En la actual entendemos por petimetre (o petimetra) a un “lechuguino”, una persona que se preocupa mucho de su compostura y de seguir las modas (Diccionario RAE). 2. El Petimetre Anónimo
En el siglo XVIII aparecen con frecuencia referencias en la literatura y en las artes referencias al papel del hombre en el matrimonio. Es evidente que de “puertas para fuera”, el hombre mandaba y decidía lo que se hacía, pero dentro de la casa, en muchas ocasiones, la situación de desvalimiento de la mujer y de tiranía del hombre, era algo bien distinto En este ejemplo, la mujer disputa con el hombre los calzones, sin los que no puede salir a la calle por decoro, y le amenaza con otro de los signos de su virilidad, el bastón. 3. La dueña de los calzones Anónimo
4. Majo y Maja Petaca para tabaco, Anónimo. La decoración de esta petaca de tabaco representa a dos tipos muy populares en las pinturas de fines del siglo XVIII y principios del XIX: el majo y la maja, que representan el estereotipo de las clases sociales bajas. El majo es el ideal del modelo masculino, casi chulesco, de la época; la maja es su pareja: una mujer que no se arruga ante nada, y que mantiene a raya a sus pretendientes. Esta pareja, en el anverso y reverso de la tabaquera, están realizando un baile popular acompañado con castañuelas. Gentes del pueblo
Gamborino, mediante estas dieciséis representaciones, ocho femeninas y otras tantas masculinas, nos ofrece un repertorio de los oficios populares que se desarrollaban en pueblos y ciudades de la España de principios del siglo XIX. Diferentes ocupaciones como la de aguadora, lechera, afilador o reparador de sillas de enea eran habituales entonces debido al “atraso” que se tenía. Estos personajes recorrían calles y plazas pregonando sus actividades, y a ellos acudían los que tenían necesidad de sus servicios. El progreso durante el siglo XIX fue arrinconándolos, y en el pasado siglo casi desaparecieron. Queda, de forma testimonial, el sonido del afilador que de vez en cuando oímos en nuestras calles. 5. Vendedores de Madrid Manuel Gamborino
6. La acerolera Lorenzo Tiépolo Esta obra, fue realizada en la década de los setenta del siglo XVIII por Lorenzo Tiépolo, hijo del famosísimo Giambattista Tiépolo. Representa a una vendedora de acerolos rodeada por dos soldados y un majo fumando. Lorenzo Tiépolo destaca a la protagonista por su posición central y una fuerte iluminación que resalta sus ropajes blancos. Ajena a lo que ocurre a su alrededor, bajo esa mirada inteligente, penetrante, esboza una leve sonrisa cómplice que parece querer coquetear no sólo con los hombres que la rodean, sino más precisamente con el espectador. Además, el tema le sirve para presentar una galería con tipos populares.
7. La merienda. 8. La gallina ciega. Anónimos Ambos grabados, de factura popular, se inspiran en temas parecidos de los cartones para tapices que Goya hacía por los mismos años de fines del siglo XVIII. Son escenas de esparcimiento en el campo en las que dos parejas se divierten, bien tomando un refrigerio, bien jugando a uno de los juegos más de moda en el momento. Son personas del pueblo que por su vestimenta o peinado imitan a la nobleza. Pero hay crítica social: el sombrero de uno de los galanes del grabado superior es demasiado exagerado, lo mismo que el peinado de la dama que nos da la espalda, en el inferior. La diversión (de las clases populares)
9. Abanicos y roscas. Ramón Bayeau Sus cartones para tapices, dentro de la misma temática costumbrista y madrileña en la que el mejor maestro es Goya, están ejecutados con dibujo preciso y ajustado y cierta frialdad cromática, en la que se detecta lo rococó de forma atemperada. Excelente muestra de la labor pictórica de Ramón Bayeu es este ejemplo de 1778. Asistimos al encuentro de unos amantes en un paisaje; los vendedores ambulantes acuden con sus mercancías para que los hombres se las compren y distraer así a las guardesas de sus amadas.
10. Romance de ciegos. Ernesto Jiménez. Hasta principios del siglo XIX la Literatura de tradición oral era muy importante debido al elevado número de analfabetos que había. De entre esa tradición se destacan por su volumen los llamados “romances de ciego”. Consistía este modo literario en grandes cartones o tapices con diferentes viñetas en las que se contaba la historia que un ciego iba explicando como narrador; en algunos casos, incluso, como en la presente imagen, un par de actores remarcaban la acción bien con mímica, bien recitando algún pasaje especialmente emotivo o conmovedor. Este tipo de Literatura iba dirigido a clases populares y, frecuentemente, formaba parte de sus diversiones.
11. Pareja bailando el bolero José Camarón El pintor José Camarón, máximo exponente de la pintura rococó valenciana, fue un exquisito pintor de escenas de género galante, como esta Pareja bailando el bolero. En un ambiente totalmente idealizado, una pareja de majos están bailando cual si danzarines de ballet fuesen, mientras otros majos les acompañan con instrumentos de cuerda, les contemplan o charlan animada-mente. La esbeltez y estilización son características de Camarón, que supo reflejar el ambiente del majismo dieciochesco con una elegancia formal y un refinamiento incomparables.
12. La corrida de toros (Toros en un pueblo) Francisco de Goya Esta tabla acerca de la suerte de varas forma conjunto con Procesión de disciplinantes,Auto de fe de la Inquisición y Casa de locos (1815-1819), cuarteto conservado en la Academia de San Fernando. La tabla muestra una meditada composición; la escena central muestra las distintas masas de color de los protagonistas (toro, caballo y picador, mozos de cuadrilla, etc.) eficazmente resaltadas en el centro de la arena y rodeados por un público apenas esbozado en el abigarrado fondo, cualidades ya experimentadas en las estampas de la Tauromaquia. El punto de vista del espectador se sitúa en un punto alto del tendido, de tal forma que puede contemplar las primeras filas de aficionados (colocados, con gran modernidad, de espaldas) al igual que todo el resto de la plaza y los edificios que se hallan al fondo.
13. Contradanza Antonio Casanovas Pocas noticias tenemos de este pintor al cual Carlos III concedió un escudo heráldico en 1784. El origen de la Contradanza es europeo, siendo muy popular a fines del XVIII y principios del siglo XIX en toda Europa y América; la música es rápida y sencilla y, seguramente se repetía, una y otra vez, con la finalidad de tener suficiente tiempo para realizar el baile. Como muestra la imagen, era un ritmo de las clases acomodadas, y marcaba el contrapunto al minuet. La diversión (de las clases altas)
14. Fuente de Neptuno José Gómez La Fuente de Neptuno, diseñada por Ventura Rodríguez, ocupa un lugar central en el llamado Salón del Prado creado en el siglo XVIII durante el reinado de Carlos III. Dentro de un programa ilustrado, junto al Museo de Ciencias y al Jardín Botánico, obras de Juan de Villanueva, se crea un espacio público para que la nobleza se pueda lucir y en el que se pueda pasear lejos del bullicio de las estrechas calles del casco urbano. A las afueras del Madrid dieciochesco, se crea, bajo frondosos árboles un paseo ameno para que en coche o a caballo, la aristocracia pueda pasear, y ver y ser vista.
15. El Palacio Real José Gómez El nuevo Palacio Real, construido sobre las cenizas del viejo Alcázar de los Austrias incendiado en la Navidad de 1734, se terminó en época de Carlos III. El rey se instala en él y se convierte en el eje vertebrador de la Corte. La vista que nos ofrece Juan Gómez en este grabado hoy no se puede contemplar: el arco que cerraba la plaza de la armería ha desaparecido y en su lugar se alza la catedral de Nuestra Señora de la Almudena. Sin embargo, la estampa no deja de ser curiosa por la información que aporta: casas y multitud de personas pegadas al recinto palaciego.
16. El Paseo del Prado Isidro González La escultura de la diosa Cibeles, proyectada por Ventura Rodríguez hacia 1780, marca el inicio del Salón del Prado diseñado en época de Carlos III. En esta obra se realizó el Paseo del Prado en el que se ubican tres fuentes, la de Cibeles, la de Apolo y la de Neptuno. El grabado de principios del siglo XIX muestra el emplazamiento original de la escultura, mirando a la del dios Neptuno; en 1895, en la remodelación de la plaza, se desplazó a la diosa al centro y se la puso mirando hacia Alcalá.
17. Baile de máscaras. Juan Salvador Carmona En 1770 Juan Salvador Carmona ingresa en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y en 1789 es Grabador de Cámara de Carlos IV. Murió en 1805. El grabado muestra el baile de disfraces que se realizó en el Teatro del Príncipe en El Escorial. Los bailes de máscaras eran muy populares en las fiestas de la aristocracia, permitían todo tipo de extravagancias y hacer ostentación de lujo e ingenio. Disfrazados, los nobles se entregaban al juego del cortejo con el aliciente de no saber quién era la persona que te podía lisonjear.
18. La Plaza de la cebada Manuel de la Cruz. Manuel de la Cruz desarrolló su actividad pictórica a finales del siglo XVIII, pintando cuadros religiosos o costumbristas como ésta de la Feria en la plaza de la Cebada de Madrid. La escena presenta a un grupo de nobles (posiblemente una familia), reconocibles por sus atuendos, acompañados por un sacerdote, que se dirigen a los puestos de una feria o verbena popular, y que son observados por grupos de gente de condición social baja, desde los extremos de la composición. Era frecuente a fines del siglo XVIII que la aristocracia usase temas del pueblo para decorar los palacios.