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LA EXPIACIÓN: OFRENDA DE PURIFICACIÓN. Lección 5 para el 2 de noviembre de 2013. Acciones del pecador. Trae la víctima. Impone las manos. Sacrifica la víctima. Acciones del sacerdote. Si pecaba el Sumo Sacerdote o toda la congregación. Si pecaba un jefe o una persona del pueblo.
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LA EXPIACIÓN: OFRENDA DE PURIFICACIÓN Lección 5 para el 2 de noviembre de 2013
Acciones del pecador Trae la víctima Impone las manos Sacrifica la víctima Acciones del sacerdote Si pecaba el Sumo Sacerdote o toda la congregación Si pecaba un jefe o una persona del pueblo Llevaba la sangre al Lugar Santo Rociaba la sangre en los cuernos del altar Quemaba la carne fuera del Santuario Comía la carne del sacrificio DEL PECADO AL PERDÓN DIOS OTORGA EL PERDÓN
Transgresión involuntaria: Un pecado cometido sin darse cuenta. Pecado deliberado: Un pecado cometido sabiendo que se está pecando. Pecado de rebelión: Un pecado cometido por rebeldía contra Dios. TRAYENDO LA VÍCTIMA La ley ceremonial distinguía entre tres tipos de pecado: No existía ningún sacrificio que se pudiera ofrecer por un pecado de rebelión. Sin embargo, si existía un arrepentimiento sincero, Dios estaba dispuesto a perdonar incluso los pecados de rebelión, como los cometidos por Acab (1R. 21:27-29) o Manasés (2Cr. 33:12-13)
TRAYENDO LA VÍCTIMA El pecador arrepentido debía presentarse en el Santuario con una víctima. El tipo de víctima dependía del tipo de pecado, el cargo del pecador y su capacidad económica. Así, la víctima podía ser desde un becerro hasta un par de palominos (hasta se llegaba a aceptar una ofrenda de harina) La víctima debía cargar con la culpa del pecador para que éste fuera perdonado. Dios mismo es el que ha cargado sobre sí, en la cruz, con el pecado de toda la humanidad. “quien llevó él mismo [Jesús] nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados” (1ª de Pedro 2:24)
IMPONIENDO LAS MANOS Y SACRIFICANDO LA VÍCTIMA “Y pondrá su mano sobre la cabeza de la ofrenda de la expiación, y la degollará en el lugar del holocausto” (Levítico 4:29) En el momento de imponer las manos, el pecador confesaba sus pecados (Lv. 16:21) De esta forma, la culpa era transferida del pecador a la víctima. Inmediatamente después, el pecador mismo debía matar a la víctima. Al confesar nuestros pecados, Jesús carga con nuestra culpa y somos tan responsables de su muerte como el soldado que le clavó.
“En el acto de traer su ofrenda al Santuario, la persona se confesaba pecadora y merecedora de la ira de Dios, a la vez que manifestaba su arrepentimiento y su fe en Aquel que habría de venir, cuya sangre removería la culpa del transgresor. Al colocar sus manos sobre la cabeza de la víctima le transfería sus pecados, y en su sufrimiento veía simbolizado a Cristo que daría su vida como sacrificio por nuestros pecados. Al consumir el sacrificio sobre el altar, el Señor mostraba su aceptación de la ofrenda” E.G.W. (Sings of the Times, 15 de julio de 1880)
MINISTRANDO LA SANGRE Si el pecado era del Sumo Sacerdote o de todo el pueblo, la sangre era llevada directamente al Lugar Santo y colocada sobre los cuernos del Altar del Incienso. La culpa era transferida directamente de la víctima al Lugar Santo. En cualquier otro caso (jefe, israelita común, extranjero…), la sangre era colocada sobre los cuernos del Altar de los Holocaustos. Debía realizarse un paso más antes de que la culpa fuera transferida al Lugar Santo. En ambos casos, la grosura y otras partes del animal eran quemadas en el Altar y su humo ascendía en “olor grato a Jehová” (Lv. 4:31)
CARGANDO EL PECADO El pecador no podía llevar directamente ante Dios la culpa de su pecado. Por ello, la transfería a la víctima y de ésta era transferida al sacerdote, el cual la llevaba ante la presencia de Dios (en el Lugar Santo) Cuando no llevaba directamente la sangre (como vimos antes), el sacerdote debía comer la carne de la víctima. De esta manera, al entrar en el Lugar Santo, cargaba el pecado y lo presentaba ante Dios. Jesús, además de morir por nuestros pecados, los cargó sobre sí y los presenta por nosotros ante el Padre, en el Santuario Celestial. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Isaías 53:6)
“Cristo puede salvar hasta lo último porque siempre vive para interceder por nosotros. Todo lo que el hombre tiene la posibilidad de hacer por su propia salvación es aceptar la invitación: “El que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17). No hay ningún pecado que pueda cometer el hombre para el cual no se haya hecho provisión en el Calvario. De esa manera la cruz, con fervientes exhortaciones, continuamente ofrece al pecador una expiación completa” E.G.W. (Mensajes selectos, tomo 1, pg. 403)
OTORGANDO EL PERDÓN “JAH, si mirares a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado” (Salmos 130:3-4) “El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:19) Por su gran misericordia, Dios ideó una manera para que, sin desvirtuar su justicia, el pecador pudiese obtener el perdón. Lamentablemente, no todos gozarán de la gracia salvadora de Dios. El perdón de Dios no es barato ni automático. Involucra la lealtad. Los que han experimentado su gracia responden del mismo modo. Así como Dios “se deleita en misericordia” (Miq. 7:18), llama a su remanente a “amar misericordia” (Miq. 6:8). Su pueblo imitará el carácter de Dios. Su vida reflejará su amor, su compasión y su bondad.