680 likes | 1.24k Views
San Bernardo. 20 de Agosto. Bernardo en alemán parece significar: CORAZÓN DE ORO”.
E N D
San Bernardo 20 de Agosto
Bernardo en alemán parece significar: CORAZÓN DE ORO”. Puede derivarse de “BER” (pozo, fuente) y de “NARDO”, que es una planta, cálida y muy aromática. San Bernardo fue cálido, humilde en su conducta, fuente de doctrina, pozo de ciencia profunda y aromática, pues su fama y palabra se extendía cual suave perfume por todas partes. El hombre más influyente en la Iglesia del siglo XII.
Suelen llamarle: "El último de los Padres" Entre los doctores de la Iglesia recibe el nombre de “Doctor Melifluo”. Esto proviene de los calificativos que da a Jesús. Dice que sólo Jesús es “miel en la boca, cántico en el oído y júbilo en el corazón”. Y dice: “Cuando discutes o hablas, nada tiene sabor para mi, si no siento resonar el nombre de Jesús”.
Es hombre de grandes contrastes: Es dulce y violento; es doctor melifluo y luchador terrible; es todo palabras y todo silencio; es todo ojos y oídos para descubrir el error y no conoce detalles fáciles de su convento. Lleva al mismo tiempo vida monástica, política, apostólica y contemplativa. Es gran místico y activo. Es hombre interior, profundo y gran psicólogo y predicador. Es vehemente y conciso.
Una característica especial de san Bernardo fue su gran devoción a la Virgen María y la influencia que tuvo en el desarrollo de esta tierna devoción. Comencemos poniéndonos, con palabras de san Bernardo, bajo el amparo de la Virgen María.
Bajo tu amparo nos acogemos, Virgen María, Madre de Dios. Automático
No desoigas las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades.
oh Virgen gloriosa y bendita. Hacer Click
Nació en el castillo de Fontaine, cerca de Dijon (Francia). Era el año 1090. Su padre, Tescelín, era noble caballero del duque de Borgoña. Su madre, Aleth de Montbard, también pertenecía a la nobleza; pero fue la gran educadora cristiana de sus hijos. Bernardo era el tercero entre siete hermanos.
A los 9 años le llevaron a la famosa escuela clerical de Chatillon-sur-Seine. Allí se dedicó a las artes liberales: gramática, retórica, etc. Pronto vieron su inclinación y aptitudes para la literatura y para la poesía. Al mismo tiempo que crecía en los estudios, crecía también en la virtud.
A los 19 años murió su madre. Hubo un tiempo en que se dedicó a fiestas; pero lo mundano le llenaba de desilusiones. En cada fiesta quedaba más desilusionado del mundo y de sus placeres. Por lo cual pensó retirarse del mundo y llevar una vida de soledad y de oración. Atacado por pasiones sexuales, una noche se revolcó entre el hielo, quedando casi congelado; pero su alma quedó en paz. Y decidió visitar el convento del Císter.
En Molesmes, había un monasterio benedictino que, como todos los filiales de Cluny, llevaba una vida algo mundana. San Roberto, que era el abad, decidió retirarse con algunos compañeros, fundando el año 1098 un nuevo monasterio con reglas más rígidas en Citeaux (Císter), cerca de Dijon. Pronto tuvo que volver a Molesmes, dejando como abad a san Alberico, quien murió en 1109. Le sucedió, como abad. san Esteban Harding, con muchos problemas, pues llevaban varios años sin que nadie pidiera ser admitido. Estaba pensando cerrar el convento. Hasta que llamó a la puerta el joven Bernardo.
El joven Bernardo pidió a san Esteban poder ingresar en la comunidad. Estuvo un breve tiempo y quedó entusiasmado. Y volvió donde su familia para despedirse y quizá poder conquistar algún compañero para la vida del Císter. En su familia todos se opusieron. Le decían que era desperdiciar su personalidad y como enterrarse vivo en el convento. Y aquí comienza a actuar el poder de persuasión de Bernardo.
Como si fuese un juglar cantando glorias humanas, Bernardo expuso tan brillantemente las ventajas y cualidades de la vida religiosa que poco a poco fue ganándose a toda su familia y a muchos de sus amigos y compañeros. A todo el que se decidía le llevaba a su finca particular para tener unos meses de adiestramiento a la vida conventual. Despues, con cuatro hermanos, un tío y varios amigos, hasta treinta hombres, volvió Bernardo a llamar a las puertas del Cister. Era el año 1112 y tenía 22 años de edad.
Es difícil encontrar en la historia un hombre con tal poder de atracción para llevar gentes a las comunidades religiosas. Llevó a toda su familia. Había casos difíciles, como su hermano mayor, Guido, que estaba casado y tenía dos hijas. Por fin tuvieron pleno consentimiento y también la esposa de su hermano se fue religiosa, juntamente con la única hermana, la beata Humbelina, que también estaba casada. Necesitó el permiso del esposo, que también se fue con Bernardo. Más tarde iría su padre y el hermano pequeño, Nivardo.
Su poder de atracción era tal que las muchachas tenían terror de que su novio hablase con el santo, porque seguramente se iban con él. Había madres que escondían a sus hijos y hasta sus maridos, cuando el santo llegaba. El monasterio del Císter se iba llenando y pensaron que algún grupo debería salir a establecerse en otro lugar. El abad san Esteban señaló a san Bernardo como superior de una nueva comunidad. Habían pasado sólo tres años y tenía 25 años de edad.
Salió san Bernardo con un grupo de monjes en manos de la Providencia divina. Varios eran de la misma familia. El día 25 de Junio de 1115 llegaron a un valle casi inhóspito. Se llamaba “valle de la amargura” o “valle del ajenjo”. Pero era muy claro, pues le daba mucho el sol. Desde entonces lo llamaron “CLARAVAL”. Los principios fueron muy difíciles. Tuvieron que trabajar mucho para poder cosechar algo. En lo espiritual san Bernardo pudo afinar su propia concepción de la vida monástica. Vida sobria y mesurada: en la mesa, en la indumentaria, en los edificios.
El obispo de la región, Guillermo de Champeaux, le ordenó sacerdote y le bendijo como abad. San Bernardo permane-cería como abad de Claraval hasta el fin de su vida. La austeridad que pedía san Bernardo, primeramente la practicaba consigo mismo. Tanto que acabó enfermando y tuvo que intervenir el obispo para suavizar algo la vida en Claraval. Al principio eran 20 religiosos. A los pocos años eran más de 120 y comenzaron a realizar nuevas fundaciones.
Una de sus labores apostólicas importantes fue el escribir cartas. Se conservan 534. En ellas va expresando sus pensamientos y sentimientos. Escribe cartas a personajes importantes de la Iglesia o de la política, y también a gente de modesta condición social.
San Bernardo participó profundamente en la formación del espíritu cisterciense, cuya regla era, en la práctica, una crítica de la de Cluny, pues eran éstos ostentosos en gastos y lujo. Esto se notó en la arquitectura, pues debía resaltar la pobreza y el ascetismo riguroso. Rechazaban las demasiadas esculturas, porque lo consideraban gasto inútil y porque distraía la atención de los monjes. Los ideales del monje debían reflejarse en la construcción: silencio, contemplación, ascetismo y pobreza.
San Bernardo fue el gran difusor del espíritu cisterciense Cuando entró, el Císter era el único convento. Al morir, eran 343. De ellos 68 se tenían por filiales de Claraval. Después de varios años, en Claraval solían ser unos 600 monjes. Cada uno conservaba su aislamiento interior, como si estuviera solo. Y todos tenían un trabajo manual que hacer, cuando no estaban en oración. Según iban creciendo iban fundando nuevos conventos.
Su gran deseo era permanecer en su convento dedicado a la oración y la meditación. Pero el papa, obispos, gobernantes y pueblo le pedían constante ayuda y Bernardo no sabía negarse. Por lo tanto, a pesar de su salud débil por sus muchas penitencias, tuvo que recorrer toda Europa poniendo paz, deteniendo herejías, corrigiendo errores y aun reuniendo ejércitos para defender la religión católica.
Por sus luchas a favor de la Iglesia, fue llamado “una columna de la Iglesia. El papa Benedicto XIV decía: “San Bernardo no es de los que solamente han enseñado en la Iglesia, sino que han enseñado a la Iglesia”. También se le ha llamado “la conciencia de su pueblo” por estar clamando siempre contra los vicios, aunque muchas veces no le hicieran caso. Era un gran orador. Preparaba por horas cada sermón y lo unía con mucha oración y grandes penitencias. De ahí sus efectos para el bien.
Tenía una gracia especial para comprender las debilidades de los otros y la de acomodarse al espíritu de cada uno para ayudarles y vencer sus miserias. A veces parece como que el Espíritu Santo le dictara. Para el camino llevaba un secretario, a quien le iba dictando los pensamientos sobre el tema que tenía que tratar. También por el camino visitaba a los amigos, con cuyo fervor podía contagiarse espiritualmente. Así con su amigo Guido I, abad de la cartuja de Chartreuse.
Tuvo gran influencia en la creación y expansión de los templarios En el año 1099 los cruzados recuperaron Jerusalén; pero los peregrinos eran atacados y robados. Así que algunos caballeros pensaron dedicar su vida a la defensa de los peregrinos. En 1127 Hugo de Payens pidió al papa Honorio II el reconocimiento de la organización. Para ellos san Bernardo escribió: “El elogio de la nueva caballería”. Serían soldados intrépidos, pero también cristianos consagrados al amor de Dios, al estilo de los cistercienses. En el concilio de Troyes de 1128 san Bernardo entregó los estatutos a Hugo. Más tarde se reformaron los estatutos.
En 1130, por causa del cisma del antipapa Anacleto, tuvo que emprender una actividad pública para defender al papa Inocencio II. Al morir el papa Honorio II, la mayoría de cardenales nombró a Anacleto II, mientras que unos pocos a Inocencio II. Hubo tal dificultad que la cristiandad se dividió en dos. San Bernardo, examinando todo lo mejor que pudo, reconoció que el verdadero papa era Inocencio II. Y recorrió Europa explicando a reyes, nobles y prelados que el verdadero papa era Inocencio, siendo depuesto Anacleto.
Tuvo que luchar contra las principales herejías del momento, como eran los albigenses, que profesaban el dualismo y atacaban abiertamente a la Iglesia. Pero contra quien más tuvo que emplear tiempo y energías fue contra Abelardo. Pedro Abelardo era muy brillante como escolástico, muy técnico en la lógica. Pero pretendía que en la religión todo debería ser entendido por la razón. Era la exaltación de la razón por encima de la fe. San Bernardo encontró 19 proposiciones heréticas y se le enfrentó ante tribunales de la Iglesia y ante el público. Abelardo fue condenado como hereje.
En 1130 fue nombrado papa Eugenio III, que era discípulo del santo. En un viaje por Italia, san Bernardo conoció a quien sería papa y se llamaba también Bernardo. Le conquistó para la vida monástica y le llevó a Claraval donde permaneció 10 años. Las primeras semanas le dedicó a transportar carbón. El futuro papa se portó como un excelente monje. Por ello san Bernardo le mandó como abad a la fundación nº 34, la de “Tre fontane” en Roma. Cuando llevaba cinco años de abad, los cardenales se fijaron especialmente en él para elegirle como papa.
El mismo papa le pidió a san Bernardo le escribiera algunas notas que le ayudasen a ser buen papa. Entonces el santo escribió un tratado muy famoso, leído y meditado por casi todos los papas: “De Consideratione”. La principal idea es que la reforma de la Iglesia debe comenzar con la santidad de su cabeza. Los asuntos temporales son secundarios, con respecto a la piedad, la meditación o la consideración. Insiste en la necesidad de la vida interior y la oración para aquellos que tienen las mayores responsabilidades de la Iglesia. Le llega a decir, sobre las ocupaciones externas del papa: “Malditas serán dichas ocupaciones, si no dejan dedicar el debido tiempo a la oración y a la meditación”.
Por entonces llegaron malas noticias de tierra santa. Edesa había caído en manos de los turcos, y Jerusalén y Antioquía amenazaban el desastre. Los obispos de Armenia solicitaban ayuda al papa y al rey de Francia. Sería necesaria una segunda cruzada. Era el año 1145. El rey de Francia pidió a san Bernardo que la predicase. El santo respondió que sólo el papa se lo podía pedir. Como el papa estaba en Francia, por haber dificultades en Roma, el rey fue a verle. Y el papa, que era Eugenio III, se lo pidió a su maestro Bernardo. Éste dedicó muchos esfuerzos, argumentando que el ir a las armas era para salvaguardar el orden establecido por Dios. Muchos siguieron a la palabra ardiente del santo.
Pero la cruzada fracasó. San Bernardo quedó para muchos como embaucador y falso profeta. Su consuelo era que había sido criticado él y no Dios. Él más que lo material predicaba el ideal religioso. Luego, escribiendo al papa, le dice que lo mismo que en la Biblia aparecen los pecados como causa de los infortunios, así había sido allí. Había mucha maldad en los que participaban. Había falta de disciplina, presunción, intrigas, avaricia y traición. Otras varias contradicciones tuvo en la Iglesia. En el concilio de Troyes actuó de secretario. Algunos fallos del concilio se le achacaron a él. Se defendió con la verdad y la humildad.
En 1153 enfermó gravemente y tuvo que quedarse en Claraval. Sus discípulos le pedían que pidiera a Dios el poder vivir unos años más para ayudarles. Él decía: “Mi gran deseo es ir a ver a Dios y estar junto a Él. Pero el amor hacia mis discípulos me mueve a querer seguir ayudándo-les. Que el señor Dios haga lo que a Él le parezca”. Y a Dios le pareció que había trabajado bastante y que se merecía el premio eterno. Y Dios se lo llevó el 20 de Agosto de ese año 1153, estando en Claraval. Tenía 63 años de edad.
Fue canonizado por el papa Alejandro III el 18 de Junio de 1174.
Fue declarado DOCTOR de la Iglesia por el papa Pio VIII en 1830
A pesar de tanta actividad externa, san Bernardo no perdía su recogimiento. Después de años no sabía cómo era el techo del claustro ni si había ventanas en la capilla. Para él el verdadero conocimiento de Dios consiste en la experiencia personal y profunda de Jesucristo y su amor. La fe es ante todo encuentro personal íntimo con Dios. “El hombre busca mejor y encuentra más fácilmente a Dios con la oración que con la discusión”.
Su forma de relacionarse con Cristo llevó a nuevas formas de espiritualidad basadas en la imitación de Cristo. Su teología mística tuvo como fin principal mostrar el camino de la unión espiritual con Dios. Para exponer su doctrina estudiaba las Escrituras, los padres de la Iglesia y su propia experiencia religiosa.
Algo muy importante en la doctrina espiritual de san Bernardo es lo relacionado con el amor a Dios. El amor a Dios debe ser puro y desinteresado, que no tenga otro motivo para amarle que el propio Dios. Decía: “El motivo de amar a Dios es Dios mismo; y la medida de amarlo es amarlo sin medida”. “Nada puede amarse con más provecho”. Y describía los cuatro grados de amor a Dios
Primer grado Partimos de que el hombre se ama a sí mismo. Debemos purificar ese amor a sí mismo, ya que el amor debe ordenarse hacia el Autor de la naturaleza. Como somos carnales, el amor empieza por lo carnal y sensible. De suyo no es malo mientras no se salga de su cauce por el egoísmo, que lo quiere todo para sí. De ahí la codicia y la avidez. Para controlar el egoísmo está el “Amarás al prójimo como a ti mismo”. Así el amor carnal se convierte en social, buscando el bien común. Pero el amor al prójimo no es perfecto si no nace de Dios y en Él tiene su causa. De lo contrario sería egoísmo. Para amarle en Dios, hay que amar primero a Dios. Hay que subir otro grado.
Segundo grado Ya en el primer grado se comenzó algo a amar a Dios, pero por conveniencia, porque sacamos algún beneficio. Hay que purificar el afecto humano para llegar a amar a Dios por Él mismo. Hemos comenzado a buscar a Dios porque le necesitamos. Pero aquel que, al darse cuenta que no puede bastarse a sí mismo y que ha sido escuchado por Dios, llega poco a poco a amar a Dios, no sólo por su propio interés, sino por Dios mismo. Tratando a Dios en la oración, Dios se va dando a conocer y se hace más dulce.
Tercer grado En el 2º grado, a través de los dones de Dios, ya se comienza a saborear su misma dulzura y es atraído por ella. Ahora es cuando se comienza a amar a Dios por Él mismo. Es cuando por experiencia el alma está convencida de la bondad de Dios. Es cuando llega a gustar “qué bueno-dulce-suave es el Señor”. Quien experimenta, de algún modo, la bondad de Dios, llega a amar a Dios por encima del propio interés. Se trata de amar a Dios, y no sólo por sus dones. Es un amor desinteresado y libre, porque está liberado de las pasiones carnales. Quien así ama, ama como es amado. Y no busca sus intereses sino los de Jesucristo, como Él.
Cuarto grado Sería la realización en el tiempo de la eternidad, el reino de los cielos, la plena semejanza de la imagen de Dios en el alma. En este grado el hombre ama a todas las cosas, incluso a sí mismo, por Dios. Dice san Bernardo que es difícil saber si se puede conseguir en esta vida, quizá por breve tiempo. El hombre ama en espíritu, más allá de lo sensible e incluso de lo racional. “Los afectos humanos se transforman de algún modo en divinos”. Es cuando “experimenta el alma un amor divino tan grande y embriagador que, olvidada de sí y estimándose como cacharro inútil, se lanza sin reservas a Dios y, uniéndose al Señor, se hace un espíritu con Él”. Quiere estar en total acuerdo con la voluntad de Dios.
En contraste con la fogosidad de su predicación, San Bernardo esclarece por su TERNURA En sus cartas se dan expresiones sublimes de amor. A un discípulo suyo escribía: “Desgraciado de mi que no puedo tenerte a mi lado. Morir por ti es mi vida; vivir sin ti es morir”. Cuando murió su hermano Gerardo, que era el mayordomo del convento, Bernardo no lloró ni exhaló una queja; pero un día, comentando el Cantar de los cantares, no pudo contenerse a la amargura y pronun-ció una de las más bellas elegías, en que comienza: “¿Hasta cuándo disimularé y detendré este fuego que abrasa mi pecho y devora mis entrañas prisionero dentro de mi?...”
Lo que más esclarece en san Bernardo es su devoción mariana. Tuvo un papel importante en la propagación del culto a la Virgen María. De entre sus sermones el más famoso es el del “acueducto”. Dice: “Si te dispones a ofrecer algo al Señor, acuérdate de encomendarlo a María, para que vuelva la gracia por el mismo cauce por donde corrió, al dador de la gracia… Aquello que deseas ofrecer, procura depositarlo en aquellas manos de María, a fin de que sea ofrecido al Señor, sin sufrir de Él repulsa”. “Ella es como el canal por el cual llegan a la humanidad las aguas vivificantes de la Gracia”.
Dice san Bernardo: “La voluntad de Dios es que todo lo tengamos por María”. “Si os asusta la majestad divina, recurrid a María, la Mediadora que Él nos ha procurado, en la cual no hay nada que temer” Ella es la Estrella a quien hay que mirar:
"Si se levantan las tempestades de tus pasiones, mira a la Estrella, invoca a María. Si la sensualidad de tus sentidos quiere hundir la barca de tu espíritu, levanta los ojos de la fe, mira a la Estrella, invoca a María. Si el recuerdo de tus muchos pecados quiere lanzarte al abismo de la desesperación, lánzale una mirada a la Estrella del cielo y rézale a la Madre de Dios. Siguiéndola, no te perderás en el camino. Invocándola no te desesperarás. Y guiado por Ella llegarás seguramente al Puerto Celestial".
De su corazón amante salían hermosas oraciones: “En los peligros, en las angustias, en las incertidumbres piensa en María, invoca a María. Que Ella no se aparte nunca de tus labios, que no se aparte nunca de tu corazón; y para que obtengas la ayuda de su oración, no olvides nunca el ejemplo de su vida. Si tu la sigues, no puedes desviarte; si la rezas, no puedes desesperar; si piensas en ella, no puedes equivocarte. Si ella te sostiene, no caes; si ella te protege, no tienes que temer; si ella te guía, no te cansas; si ella te es propicia, llegarás a la meta...”
Sobre la virginidad y maternidad de María dice: “ Por absoluta conveniencia Dios no podría nacer sino de una virgen; y una virgen no podría dar a luz sino sólo a Dios”. Si está llena de gracia, es para bien de la humanidad: “Llena de gracia en cuanto a ella misma, se desborda de gracias sobre los demás”. De san Bernardo es el final de la Salve: “Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María”. Y quizá su oración más famosa sea: "Acuérdate..."
Acuérdate, oh Virgen María, que jamás se ha oído decir Automático