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ETAPA FALICO-URETRAL. Psicología del Desarrollo I USAL – Sede Pilar Prof. Lic. Leandro M. Sánchez. La pulsión fálica tiene una fuente erógena compuesta :
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ETAPA FALICO-URETRAL Psicología del Desarrollo I USAL – Sede Pilar Prof. Lic. Leandro M. Sánchez
La pulsión fálica tiene una fuente erógena compuesta: el centro de la excitación se ubica en la mucosa, aunque también recibe aportes, desde la fantasía o del estímulo sensorial y no sólo de la economía pulsional
El acto estimulante placentero tiende a separarse de la expulsión de alguna sustancia del interior del cuerpo, a diferencia de lo que ocurría en la fase anterior
Sin embargo, en el proceso excitatorio es de fundamental importancia la estimulación urinaria y el pasaje de la orina al exterior; de allí el nombre que recibe el primer momento de esta fase: fálico-uretral
El erotismo fálico-uretral implica que ciertas magnitudes voluptuosas, correspondientes a las fuentes pulsionales pasivas, deben encontrar una forma de trasposición sensorial como rescate de la pasividad sufrida por el yo. • Dichas fuentes pulsionales pasivas están ubicadas en la mucosa vesical, por un lado, y el clítoris y la mucosa del pene, por el otro
El derrotero seguido por este erotismo en la búsqueda de cualificación difiere en uno y otro sexo. Así también la construcción de la premisa fálica y el complejo de castración varían en el niño y en la niña.
En el varón, el intento de ligadura entre excitación anal, tacto y vista, no alcanzado en la fase anterior, encuentra en la fase fálica una forma de plasmación. Este logro se da a través del registro visual, articulado con sensaciones cinéticas y táctiles, vinculadas con la actividad masturbatoria y el control de la orina.
La excitación pasiva producida por la orina en la mucosa de la vejiga suele transponerse en actividad en la micción. Esto ocurre a través del pasaje del valor psíquico de la mucosa vesical al pene en tanto órgano de la micción.
El erotismo uretral genera la posibilidad de ocupar diferentes lugares: uno activo, el de aquel que decide orinar; otro pasivo, el de quien es orinado o se orina, y el de la orina misma. La orina que tenía un valor excitatorio para un yo pasivo se transforma luego en un objeto visible que permite identificatoriamente la conquista de un espacio exterior como perteneciente al yo.
La conquista de un espacio exterior visible como propio expresa un deseo ambicioso que podrá desplegarse en el momento en que se renuncie a la meta directa de la pulsión
El cambio introducido en la meta crea un espacio distinto para desplegar la rivalidad, en el cual la sensualidad queda sustituida por un logro intelectual.
Por otra parte, cuando no ocurre un cambio en la meta, sino una sofocación del deseo, ya sea por angustia, sentimiento de culpa o de aniquilación, el yo queda sometido a un estado de pasividad. En este estado cede a otro la realización del deseo ambicioso, en cuyo caso el yo queda en el lugar de ser orinado por el rival ante el cual se experimenta una crisis de humillación.
En lo que respecta a la otra fuente pulsional pasiva, la mucosa del pene, excitable por estimulación táctil, el yo logra una respuesta activa en la erección La meta específica, el orgasmo fálico, se articula generalmente con la micción.
El placer por orinar como transposición de un goce pasivo en otro activo, parece estar asociado a un proceso identificatorio con la actividad del padre. En los casos en que predomina la pasividad, el esfuerzo por retener la orina como sustancia estimulante en la mucosa desemboca finalmente en una descarga enurética.
Valor de la fantasía. La madre fálica Es una teoria sexual infantil (preedípica) previa al reconocimiento de la diferenciación sexual (fálico-castrado) Corresponde a la etapa fálica.
No se reconoce la falta de pene en la mujer. • Se reconoce diferencias entre las personas pero éstas son particularidades de cada una de ellas. • No hay diferencias universales, no hay dos tipos de seres humanos con cuerpos y sensaciones diferentes.
Tiene correspondencia con la Teoria de la cloaca, por la que los niños vienen al mundo a través de la defecación, como las heces (ecuación heces= niño) • Por ello todos los seres humanos son iguales y pueden tener hijos al mundo
La premisa universal del falo, descripta por Freud como válida para ambos sexos, implica la existencia de un único órgano genital: el pene, cuyo opuesto no es la vagina, concepto imposible de asir en esta fase, sino la castración.
La actividad autoerótica en que se entrelazan las metas pulsionales fálicas y uretrales es acompañada de fantasías en las que ocupa el lugar predominante la producción de una representación madre fálica, modelo con el cual el yo pretende alcanzar una identificación
La producción de la fantasía de la madre fálica desemboca en determinado momento en el anhelo de percibir aquello representado. • El falo materno, que el niño supone haber visto alguna vez, debe ser reencontrado en la percepción, pese a la no evidencia visual.
Este no dar crédito a la información proveniente de lo visual sucumbe finalmente a la eficacia de un acto psíquico, un pensamiento, como lo es el juicio de existencia del yo real definitivo
La admisión de la no existencia del falo materno se presenta también como una fantasía, que intenta salvar la premisa universal a través de una contingencia: la castración.
Un efecto inmediato de la fantasía de castración es su admisión identificatoria, dado que la madre se halla colocada en el lugar de modelo, en un vínculo en el que se juega el ser; el destino del propio yo es el mismo que el del ideal.
La admisión identificatoria de la supuesta castración materna es debida al pensar judicativo que intenta reconducir lo percibido al propio cuerpo; este esfuerzo culmina en horror ante la propia castración
Una parte del trauma es transpuesta en hostilidad hacia la madre y otra queda ligada en el interior como masoquismo erógeno fálico. El horror ante la castración queda asociado con un deseo masoquista de ser castrado, deseo expresado en fantasías de ser cortado, arrojado, etcétera.
Tramitaciones del erotismo fálico en la niña • Al igual que en el varón al comienzo, las dos fuentes pulsionales pasivas, la mucosa del tracto urinario y la del clítoris obtienen una respuesta activa en la micción y la erección; también en la niña la micción puede transformarse en un modo de descarga de un orgasmo clitorídeo.
La necesidad de encontrar un correlato sensorial para la erogeneidad fálica promueve un esfuerzo proyectivo sobre estímulos visuales y prensiles. Por tal razón, la proyección recae sobre el pene, visto o supuesto, pero en realidad producido psíquicamente. • Con el atributo supuesto en la madre, la niña establece un enlace causal, de características similares al que realiza el niño; pone al pene como causa del goce autoerótico
La producción de la fantasía de la madre fálica es condición necesaria para que se mantenga la actividad autoerótica. El falo atribuido a la madre se constituye en el soporte de las fantasías que acompañan la masturbación. El proceso atributivo que dota de pene a la madre y a todo ser viviente es seguido de un movimiento identificatorio, por el cual el yo placer se apropia del pene, puesto como causa del goce.
La niña realiza un esfuerzo por trasponer la erogeneidad fálica, en la imagen visual del propio cuerpo, en un intento de reducir la contradicción entre lo que supone debería verse y lo que se ve. Cuando este esfuerzo fracasa, surge un intento sustitutivo, basado no en las proporciones en cuanto a tamaño, sino en la forma y los elementos cromáticos que ponen de manifiesto el valor estético. La fantasía que permitió a la niña apropiarse del falo por identificación es sustituida por otra mediante la cual su cuerpo se constituye en falo por identificación.
Los encantos visuales, olfatorios, gestuales, corresponden a predicados atribuidos a una representación cuerpo femenino que sustituyen a la falta de un núcleo y con los cuales es posible acceder a una identificación, pero que no es la de sujeto sino la de objeto para la mirada de otro.
Como hemos dicho, el esfuerzo por realizar una unificación estética es posterior a otro, en que niña pretende articular su erogeneidad en mucosa con un registro visual, verbal o prensil.
Mientras que el varón puede ligar el placer por tocar con el placer por ver, la niña solo registra un borde erotizado en sus genitales que no puede ligar con una sensación visual. • Además, el varón puede desplegar en relación con su pene la pulsión de aferrar en su forma activa, mientras que la niña sólo puede desplazar la yema de sus dedos sobre una superficie.
Se podría describir la siguiente secuencia: • 1) proyección e identificación con el pene del varón; 2) desidentificación y búsqueda de una impresión sensorial propia en que trasmudar la erogeneidad fálica; 3) fracaso de este esfuerzo y vivencia de fragmentación corporal; 4) reunificación a partir de criterios estéticos y cesión de la posición de sujeto a otro. Su creencia en la premisa universal se derrumba y surge la envidia fálica.
La admisión del juicio de la castración en la niña puede relacionarse, en un primer momento, con la frustración en el intento de pasaje de la pasividad a la actividad en la micción. La conquista de un espacio que el varón podía realizar a través del chorro de orina, en la niña culmina en fracaso. Queda ubicada en cambio en el lugar de ese espacio conquistado por otro quien la avergüenza y la humilla. La conservación del deseo ambicioso requiere de otros procesos identificatorios y defensivos
Los desarrollos de afecto En la niña parece haber un incremento de los celos como derivados de la envidia fálica. La diferencia entre ambos consiste en que en la envidia hay un deseo hostil hacia el modelo decepcionante e injusto y en los celos este deseo no se encuentra. Es posible inferir que en el pasaje de la envidia a los celos ha habido una sustitución de la persona que ocupa el lugar de ideal, de la madre por el padre, -por quien la niña desea ahora ser amada.
Otro desarrollo de afecto, en este caso vinculado con el placer, es el goce autoerótico derivado de la estimulación del pene o del clítoris, el cual supone un estado tal de omnipotencia, de felicidad que determina un apego, un enamoramiento del yo con la fuente del placer
Estos tres desarrollos de afecto reunidos en el horror determinan defensas diferentes como forma de mantener dichos afectos en amago; ellas son: la represión, la identificación secundaria y la desmentida.
El discernimiento de la falta de pene en la madre provoca en el niño un desarrollo de afecto complejo al que Freud denomina horror. En él se conjugan la angustia, el sentimiento de culpa y el sentimiento de aniquilación del yo; estos tres afectos se hallan relacionados con tres deseos del niño hacia su madre: el deseo de hallar en la madre un doble de sí, del cual deriva la angustia de castración; el deseo hostil hacia el objeto investido libidinosamente, al que el yo atribuye la causa de la carencia, y que origina el sentimiento de culpa; y el deseo de ser el ideal -cuando el ideal del cual depende la identificación cae, origina el sentimiento de aniquilación del yo.