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EL PODER DE LOS CUENTOS. FORO DE PADRES Departamento de Orientación Departamento de Pastoral Departamento TIC JESÚS-MARÍA BURGOS. INTRODUCCIÓN
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EL PODER DE LOS CUENTOS FORO DE PADRES Departamento de Orientación Departamento de Pastoral Departamento TIC JESÚS-MARÍA BURGOS
INTRODUCCIÓN Cuentos, relatos y leyendas nos llevan a mundos irreales donde la tarea de educar a nuestros hijos resulta más fácil. No se trata de llegar a casa después de un día agotador y ponerse a LEER el cuento que nos reclama nuestro hijo, sino de COMPARTIR con él un apasionante mundo de fantasía. Ver cómo expresa su angustia ante la pócima de la bruja, sus deseos de llegar al castillo antes que el dragón, sus ansias de salvar a la princesa … y finalmente la recompensa de un final feliz. 1. ¿QUÉ APORTAN LOS CUENTOS INFANTILES?. LOS CUENTOS INFANTILES SATISFACEN Y ENRIQUECEN LA VIDA INTERNA DE LOS NIÑOS Esto es debido a que los cuentos se desarrollan en el mismo plano en el que se encuentra el niño, en cuanto a aspectos psicológicos y emocionales se refiere. Los cuentos hablan de fuertes impulsos internos de una manera que el pequeño puede comprenderlos inconscientemente y, además, ofrecen ejemplos de soluciones, temporales o permanentes, a sus conflictos. Este tipo de historia enriquece la vida de tu hijo porque estimula su imaginación; lo ayuda a desarrollar su intelecto y a clarificar sus emociones; tiene en cuenta sus preocupaciones y aspiraciones; lo ayuda a reconocer sus conflictos y le sugiere soluciones a los problemas que le inquietan. El niño necesita que le demos la oportunidad de comprenderse a sí mismo en este mundo complejo al que tiene que aprender a enfrentarse. Nuestro hijo necesita ideas sobre cómo poner orden en su casa interior y, sobre esta base, establecer un orden en su vida en general. Los cuentos infantiles generalmente proporcionan seguridad al niño porque le dan esperanzas respecto al futuro por cuanto mantienen la promesa de un final feliz.
LOS CUENTOS PROPORCIONAN CONFIANZA En los cuentos tradicionales, hay un equilibrio entre las fuerzas del bien y del mal, que acaba siempre por inclinarse a favor del primero, hace surgir en el niño la esperanza de que los episodios más o menos desafortunados o desgraciados de su vida irán disminuyendo de intensidad y acabarán por desaparecer; que hallará una suerte más propicia y que, finalmente, encontrará aquella persona o cosa que lo mantendrá al abrigo de cualquier peligro. Algunos finales de cuento representan la forma más perfecta de existencia deseada por el niño: estar unido a la pareja ideal y gobernar su propia vida (casarse con el príncipe o princesa y convertirse en rey o reina). Por esta razón son tan importantes los cuentos tradicionales que tienen un desenlace feliz, como: Blancanieves, La Bella Durmiente, Caperucita Roja, Los Tres Cerditos, etc. Es precisamente su final feliz lo que hace de estos cuentos una narración muy adecuada para ser contada por la noche. El final feliz ayudará a nuestro hijo a dormirse apaciblemente ya que parece prometerle que el sueño que está próximo, al igual que el cuento, acabará bien. Los cuentos posibilitan que el niño exprese sus deseos a través de un personaje; obtenga una satisfacción a través de otro; se identifique con un tercero; tenga una relación ideal con un cuarto; y así sucesivamente. El niño podrá empezar a aceptar y comprender sus ideas y sentimientos contradictorios cuando, por ejemplo, todos sus pensamientos llenos de buenos deseos se expresen a través de un hada buena; sus impulsos negativos a través de una bruja maléfica; sus miedos a través de un lobo; las exigencias de su consciencia a través de un sabio; sus celos a través de unas hermanastras crueles; etc. Al identificarse con los diferentes personajes de los cuentos, los niños empiezan a experimentar por ellos mismos sentimientos de justicia, fidelidad, amor, valentía, etc. Es preferible que contemos cuentos a nuestro hijo en vez de leérselos porque, al contarlo, nosotros podemos intervenir como narradores en la historia y nuestro hijo como oyente. Contar un cuento es un acontecimiento interpersonal en el que el adulto y el niño pueden participar por igual, por lo que fortalece el vínculo padre-hijo. A los niños les fascina escuchar una y otra vez un relato que les gusta. Los cuentos contienen mensajes educativos y valores morales importantes y ayudan a los niños a superar las dificultades con las que se encuentran a lo largo del crecimiento. De ahí que, a veces, el niño insista en la repetición del mismo cuento, porque necesita acabar de captar el mensaje que ese cuento le transmite y la solución que ofrece a su propia problemática. Es importante repetir el mismo cuento a nuestro hijo si éste nos lo pide.
Muchos de nosotros somos narradores en potencia y, sin embargo, nos limitamos a leer una y otra vez aquellos cuentos de los que va haciendo acopio nuestro hijo, con un entusiasmo e interés que va decayendo por las dos partes. Posiblemente esto ocurre porque nos faltan recursos, principalmente expresivos. Porque intuimos que hay algo que va más allá del relato, pero no sabemos qué es ni cómo presentárselo a ese niño que nos mira con la cabeza ladeada, agrandando los ojos y dibujando una inmensa sonrisa, dispuesto a convertirse en héroe, aventurero o mago y esperando que seamos nosotros los que le mostremos cómo hacerlo. En ese caso, aquí van algunos recursos que, cuando menos, mantendrán viva la ilusión y la atención de vuestro hijo. Para que la próxima vez que os pida "¿me cuentas un cuento?", sintáis que se acerca ese momento maravilloso que estabais esperando. LOS CUENTOS ESTÁN LLENOS DE SÍMBOLOS SIGNIFICATIVOS No debemos explicar el significado de los símbolos a los niños. Nuestros hijos se benefician de las enseñanzas del cuento de forma inconsciente y si intentamos reducir la riqueza de los símbolos a explicaciones conscientes, lo único que conseguiremos es que el relato no sea eficaz. 2. ¿CÓMO CONTAR CUENTOS? Cogemos el cuento. Lo abrimos. Primera página. "Érase una vez...". Segunda página. Seguimos leyendo. Un poco más deprisa porque ya es tarde y queremos acabar pronto. Última página. "Ya está. Se ha acabado". Cerramos el cuento y nos disponemos a dar un beso de "buenas noches" a nuestro hijo. Con un mohín en su cara nos dice: "Así no se cuenta". "¿Cómo que así no se cuenta?". Pues no. Francamente, deberíamos esmerarnos un poco. ¿Y si envolvemos la narración con algunos recursos expresivos? ¿Por qué no nos sumergimos en la historia y dejamos fascinado a nuestro hijo con las aventuras que le contemos? ¿Sabemos hacerlo? Contar un cuento a nuestro hijo es como poner en funcionamiento cientos de piezas de un precioso mecanismo. Somos incapaces de explicar cómo o por qué funciona pero nos maravilla su precisión y compás. Del mismo modo, la conexión que se establece entre un adulto que cuenta un cuento y un niño que lo escucha tiene algo de mágica, pero es difícil explicar cuál es el misterio de esa unión que se establece entre ambos.
Conocer o aprenderse el cuento Antes de que nuestro hijo nos pida que le expliquemos aquel cuento de nuestra infancia que casi no recordamos, o el que le compramos hace unas semanas y que aún no hemos leído, procuremos ponernos al día y repasarlos. Es necesario transmitir un profundo conocimiento del cuento y no interrumpir la narración porque tenemos que releer el texto o detenerla porque no recordamos el final. Debemos tomarnos seriamente el cuento, por muy absurdo que parezca o por muchas repeticiones que haya y, si no nos gusta o no nos parece adecuado, intentar sustituirlo por otro. Dediquemos algunos momentos a leer alguna antología de cuentos tradicionales o leyendas (¡nunca es tarde para refrescar la memoria!) y nuestro hijo agradecerá la variedad y riqueza de cuentos que le podamos contar. Utilizar un lenguaje adecuado El tipo de lenguaje empleado al contar un cuento está relacionado con la edad que tiene nuestro hijo, sin embargo, en general, se recomienda que sea un lenguaje caracterizado por la simplicidad y la claridad. Eso servirá para favorecer la comprensión de la historia y evitar el cansancio o incluso el aburrimiento por parte del niño. A los niños de corta edad, es preferible contarles cuentos con un lenguaje adaptado, sustituyendo las palabras que creamos oportunas por otras más sencillas o por explicaciones, siempre y cuando no se trate de las palabras clave del cuento. Por ejemplo, si en un cuento aparece "un portón" lo sustituiremos por "una puerta muy grande"; "abalanzarse sobre" por "echarse encima de"; sin embargo, "la rueca" del cuento de La Bella Durmiente debería ser "la rueca" y no "un pincho", "una máquina para el hilo" o algo por el estilo. Tampoco debemos desaprovechar la ocasión de ampliar su conocimiento del léxico y es más fácil aprender nuevas palabras que están asociadas a algo concreto y que el niño oirá en reiteradas ocasiones, que aprenderlas de forma aislada (¿cuántas palabras no hemos "aprendido" asociadas a personajes de ficción? ¿qué nos sugiere no sólo "rueca" sino "calabaza", "gnomo", "pócima" o "hermanastra"?). Esto último es válido sobre todo a medida que el niño va haciéndose mayor y debe ir ampliando su vocabulario. Podemos utilizar la pausa y la entonación para mantener el interés y la atención de nuestro hijo. Cuando nos paramos al final de una frase o entre dos palabras, estamos indicando que lo que diremos a continuación tiene un valor o significado especiales. De igual modo, un cambio de entonación indica que aparece un elemento sorpresa que afectará al desarrollo de la historia. Por ejemplo: "la princesa abrió la puerta y entonces … vio a una ¡RANA! en su habitación". O que se ofrece la solución al conflicto que se le ha planteado al protagonista de la historia. Por ejemplo: "...y después de lo que le había pasado... NUNCA MÁS VOLVIÓ A PROBAR LA SOPA".
Transmitir entusiasmo Como en tantas otras cosas, debemos intentar transmitir entusiasmo en lo que hacemos. Es cierto que a veces nos decimos "¿y ahora tengo que contar un cuento, que ya he repetido mil veces, después de estar todo el día trabajando y llegar a casa agotado?" Y también es cierto que nuestro hijo notará ese cansancio y ese fastidio si no intentamos superar esa situación con un poco de ánimo. Es importante recordar lo positivo que resulta contar cuentos a menudo a nuestro hijo y la enorme ilusión que eso le supone, luego ¿qué hacer entonces? Podemos empezar simulando que el cuento nos interesa. Seguramente no nos daremos cuenta, pero llegará un momento en que el interés simulado se convertirá en auténtico interés y nuestro esfuerzo inicial nos facilitará la disposición de ánimo que tanto buscábamos. Despertar interés Los niños, con pocas excepciones, escuchan mucho más atentamente un cuento contado que un cuento leído. Narrar un cuento permite mucha más espontaneidad que leerlo. Nuestros ojos se encuentran continuamente con los de nuestro hijo, su expresión responde a la nuestra y la relación se estrecha de manera insospechada. En ocasiones necesitamos emplear algunas estrategias para que no se rompa ese encanto o, de romperse, para restablecerlo de inmediato. La mayoría son recursos expresivos, como el uso de pausas y de la entonación, ya comentados. Sin embargo, una forma de despertar el interés de nuestro hijo es incluir su nombre en el relato y darle un papel especial e inesperado en la historia. Por ejemplo: "el lobo dejó a Caperucita en el bosque y se fue corriendo a casa de la abuela, pero por el camino se encontró con Guillermo y se dio un susto tremendo, porque Guillermo era un niño que...". Las descripciones poco detalladas permiten que el niño deje volar su imaginación. Cuando contamos un cuento, es suficiente con hacer referencia a los rasgos más destacados de los elementos significativos que intervienen en la historia. Nuestro hijo puede completar el resto con su imaginación y nuestra ayuda si es preciso. Por ejemplo es suficiente decir que la bruja es fea (y no hace falta indicar que su espalda está encorvada, que tiene una nariz aguileña, que lleva una capa negra hasta los pies, etc.), o que el castillo es muy grande (y no que tiene un torreón, un puente levadizo y trescientas ventanas). Si nuestro hijo está lo suficientemente interesado en el cuento y no se imagina aquello a lo que hacemos referencia y nos pide más información, debemos proporcionársela. Por ejemplo: - ¿Cómo era la bruja?; - Era una bruja muy vieja y muy fea, que llevaba un sombrero negro acabado en punta; vivía en el bosque en una casa de madera y tenía un gato muy malo. No interrumpir el desarrollo de la acción En ocasiones, cuando "eso" de contar cuentos no se nos da del todo mal y disfrutamos con la narración tanto o más que nuestros hijos, corremos el peligro de recrearnos en ella. Eso supone que en vez de presentar los acontecimientos uno detrás de otro, lo que da un ritmo ágil y rápido a la historia, podemos caer en la tentación de interrumpir la acción lineal para introducir acciones secundarias o descripciones detalladas de algún aspecto o personaje no significativo ni relevante para el desarrollo de la historia. Es preferible seguir el hilo de la narración, de esa manera evitaremos aburrir y confundir a nuestro hijo, sobre todo si aún es demasiado pequeño para ver la diferencia entre información principal y secundaria.
Repetir el mismo cuento Si tu hijo quiere que le repitas una y otra vez el mismo cuento, hazlo. A veces los niños piden que se les cuente un cuento concreto porque presenta un conflicto, un protagonista, una situación ideal, etc. que el niño tiene muy presente en ese momento, por eso aconsejamos respetar la elección que haga del cuento que quiere escuchar. 3. CUENTOS PARA LAS DISTINTAS EDADES. DE 3 A 4 AÑOS "¿Y por qué se pierden en el bosque? ¿Por qué se comió el pastel? ¿Por qué su mamá se enfada con él?". Nuestros hijos comienzan a ser exigentes con los cuentos, con nuestros argumentos y explicaciones. Quieren comprender y no perderse nada. Tendremos que proporcionar a nuestro hijo historias sencillas, afectivas y de acción lineal, que no sean complejas ni excesivamente largas. Las primeras historias que contaremos son aquellas en las que aparecen elementos que a nuestro hijo le son familiares y que encuentra en su vida habitualmente: nosotros, el perro, el gato, la hormiga, etc. Le interesan los relatos formados por episodios similares a los de su vida cotidiana: levantarse, desayunar, lavarse los dientes, etc. Los cuentos de animales les fascinan. Estos personajes pueden estar humanizados o no y ser los protagonistas de narraciones reales o ficticias. De todas formas, les encantarán. Las repeticiones rimadas son ideales porque la capacidad de imitación a esta edad es extraordinaria. El pequeño aprende las rimas y es capaz de repetirlas imitando incluso la voz y los gestos de quien se las enseña. De hecho, a estas edades, nuestro hijo está aprendiendo a expresar con palabras muchas de las realidades que hasta ahora no podía ni siquiera nombrar. En ocasiones lo hace arriesgándose porque su conocimiento de la lengua todavía es limitado ("se ha rompido"), en otras lo hace como parte de un juego en el que resulta gracioso pronunciar cosas que no tienen mucho sentido para los adultos que las oímos ("malulo, malulo"). Aquellos cuentos que tengan juegos de palabras, aunque sólo sea en el nombre de los personajes o lugares que aparecen en la historia, les parecerán muy divertidos. Repitiendo rimas y nombres formados a partir de juegos de palabras perfeccionará su pronunciación. Además de los cuentos, le fascinará escuchar nuestra versión sobre alguna historia real protagonizada por él mismo en su infancia o por algún miembro de su familia. Contémosle qué sucedió aquel día que tiró el chupete a la basura o cuando su hermano se cayó a un charco lleno de barro … ¡La atención está asegurada!
De 6 a 7 años Con 6 y 7 años los niños se sienten fascinados por los cuentos de aventuras en los que aparecen héroes. Buscan emoción tanto en el argumento como en la descripción de los personajes. Os aconsejamos los cuentos de hadas de Grimm y Perrault y aquellos cuentos mágicos que tengan valor moral o que les enseñen los valores importantes de la vida. A esta edad, disfruta con los relatos donde los protagonistas son humanos y donde aparecen personajes secundarios. Nuestro hijo empezará a descubrir que las inquietudes o pequeños problemas que pueda tener también le ocurren a sus personajes favoritos. Es el momento de introducir cuentos que aporten una enseñanza personalizada a nuestro hijo. Por ejemplo, si dice muchas palabrotas le podemos contar el cuento de un niño que se creía más importante que los demás por decir estas palabras… y así ir desarrollando la historia ejemplificando que, por decir palabrotas, no le prestarán más atención. Os sugerimos la siguiente tipología para niños de 6 a 7 años: Cuentos de ambiente familiar: en casa, en la escuela, en el zoo. Cuentos de folklore: fiestas populares de tu pueblo o ciudad. Cuentos con humor o con cierta ironía: niños traviesos, despistados, atolondrados. Fábulas: te recomendamos que actualices las fábulas de siempre con personajes del momento. Leyendas: preferiblemente las relacionadas con el entorno de tu hijo. Cuentos fantásticos: esperará con atención el desenlace final. Entre los ocho y doce años se generan muchos hábitos y aficiones; los niños están abriéndose al mundo, conociendo posibilidades y adquiriendo autonomía de movimientos. Hay que tener en cuenta que para conseguir el hábito lector es necesario otras estrategias; es ineficaz plantearlo como actividad de estudio. Solemos presentar el libro como una alternativa (buena) a la televisión (mala) o a los cómic (malos). O les obligamos a leer un libro para luego contestar a unas preguntas; identificando así el libro como algo ligado a los deberes. De 5 a 7 años Ahora quieren gigantes, enanos, sirenas, dragones. Ahora castillos, príncipes y princesas, habichuelas mágicas y hadas complacientes. Quieren fantasía y creatividad. Su expresión oral y su comprensión les permiten exigir calidad en sus cuentos, emoción e imaginación. Es el momento de contarle los cuentos de hadas con argumentos sencillos como Blancanieves, Pulgarcito, La reina mora y Las Hadas." Preferencias de los niños durante este periodo: Cuentos con estructura repetitiva: cada repetición hace que el cuento sea más familiar y reduce en nuestro hijo el esfuerzo de atención. La repetición, además, le estimula intelectualmente para seguir sin perderse un encadenamiento de aventuras. Por ejemplo: Rizos de Oro, Cuentos de animales. Cuentos con elementos familiares: a los niños les cuesta prestar atención durante mucho rato, por eso prefieren una historia que ya conocen antes que un cuento nuevo. Para crear un mundo nuevo la imaginación debe partir de material viejo. Cuentos de acción rápida: cuanto más rápido se suceden los acontecimientos de la historia más atención nos prestará nuestro hijo al explicarle el cuento. No te desanimes si al principio tu hijo se distrae. Empezará a prestar atención a medida que vaya comprendiendo e interesándose por la trama y las aventuras de los personajes.
PREGUNTAS PARA EL DIÁLOGO. 1.- Según nos señala el tema el "poder de los cuentos" es fundamental para nuestros hijos. ¿Qué dificultades encuentras diarias, como padre y como madre para dedicar un tiempo a la narración de dichos cuentos? 2.- ¿Qué ventajas crees que se consiguen con la preparación y narración de los cuentos? 3.- ¿Qué tipos de cuentos te parecen adecuados según la edad? JESÚS-MARÍA BURGOS c/ Doctor Fleming, nº1 09002 Burgos Tlf: 947 26 82 50 www.jesusmariaburgos.tk