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CICLO INDÍGENAS DE LA BANDA ORIENTAL. Los Charrúas. Ciencias Sociales Historia. Los Charrúas II. Cultura material. Ciencias Sociales Historia. Existe muy poca documentación sobre los indios y prácticamente no hay elementos de su cultura material.
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CICLO INDÍGENAS DE LA BANDA ORIENTAL Los Charrúas Ciencias Sociales Historia
Los Charrúas II. Cultura material Ciencias Sociales Historia
Existe muy poca documentación sobre los indios y prácticamente no hay elementos de su cultura material. • Si bien existen algunos dibujos y grabados sobre ellos, aparte de ser muy pocos, carecen por lo general de detalles de valor etnográfico. • En el Río de la Plata no ocurrió lo mismo que en América del Norte, donde diversos artistas dejaron una obra vasta y rica referida a la cotidianeidad de los indígenas, en la que se incluyeron también retratos; en nuestro caso, no existe retrato de ningún personaje indígena.
Los charrúas, exhibidos como ejemplares zoológicos exóticos en París en 1833.
Es muy conocido que los utensilios de los cazadores recolectores nómades son siempre pocos y sencillos. • Los Charrúas desconocieron aparentemente la cestería. • Utilizaban recipientes de tosca cerámica, secada al sol, de dimensiones limitadas y carentes de decoración. Trozos de cerámica con decoración imbricada e incisa encontrada en Las Cañas, departamento de Río Negro. Colección Tadei. Fuente: www.rau.edu.uy
La piedra y el cuero fueron los elementos básicos con que confeccionaron un instrumental necesario para proveer la subsistencia, y que también sirvió para las actividades bélicas. • En épocas precolombinas sus armas consistieron en flechas de punta de piedra tallada, que se acomodaban en forma de abanico en chatos carcajes de cuero que se cargaban a la espalda; • azagayas cortas también con puntas de piedra tallada; • boleadoras de dos y tres piedras; hondas; • y mazas con cabezas de piedra pulida, las cuales, en lugar de sujetarse a un astil rígido de madera, pudieron también manejarse atadas a una guía de cuero.
Los arcos fueron simples y parece que predominantemente cortos, aunque es difícil saber si tal dimensión no resultó de una modificación impuesta después por el uso del caballo, como lo señaló Azara (1873). • Se piensa que los charrúas hacían las flechas con madera del “quebracho rojo” (arbusto llamado “sombra de toro”). • En cuanto a las plumas, aparentemente utilizaban las de buitre o águila. Es seguro que jamás se usaron venenos para las flechas. Muestras de diferentes tipos de puntas de flechas de distintos departamentos de la República, parte de la Colección Tadei, salvo la más pequeña, que es un microlito encontrado en la Barra de Valizas (Rocha) y pertenece a la Colección C. Mozo. Fuente: www.rau.edu.uy
En cuanto a la otra arma utilizada a la distancia, la honda, poco sabemos de la misma en épocas tempranas, y no ha llegado a nosotros ningún ejemplar. • Se piensa que todo charrúa llevaba generalmente 6 ó 7 hondas colgadas del pecho. • Aparentemente la honda se hacía con “hilos” que se preparaban con las fibras de las carnes del lomo del caballo que dejaban secar al sol, quedando así reducidas a filamentos más o menos gruesos.
Las boleadoras fueron armas arrojadizas, formadas por bolas de piedra pulida, aseguradas al extremo de guías de cuero trenzado o retorcido. Estos ramales tuvieron un largo de un metro a un metro y medio. • Las bolas presentaban un surco que permitía amarrarlas firmemente, y su forma fue predominantemente esférica, aunque también las hubo de configuración casi cilíndrica, apuntada, oval, de pera o con apéndices apezonados. • Presentaron dos tipos: de dos y de tres piedras. Boleadoras autóctonas, piedra y cornamenta de ciervo
La manera de lanzarlas consistía en hacerlas girar velozmente sobre la cabeza, soltándolas luego en dirección a la presa. • Los indios adquirieron una gran habilidad para arrojarlas desde el caballo al galope, aumentando la distancia en que esta arma es eficaz.
Se construyeron boleadoras para usos diversos, fundamentalmente de dos tamaños: • las empleadas primero para ciervos y cuadrúpedos de cierta corpulencia, -que luego se utilizarían para hacer caer a los caballos y vacunos- se construyeron con las piedras de mayor tamaño y se tiraban contra las patas de los animales, a los que inmovilizaban al enredarse en ellas. • Las usadas para cazar ñandúes eran hechas con piedras más pequeñas y eran arrojadas para que envolvieran en el cuello del ave.
Con el uso del caballo, la boleadora se volvió una formidable arma de guerra, utilizada preferentemente durante las persecuciones, siendo rápidamente adoptada por los criollos. • También se empleó como arma de combate individual, desarrollándose una esgrima peculiar consistente en el amague y revoleo de las piedras con una y otra mano. • Emparentada con la boleadora existió otra arma arrojadiza de parecida hechura aunque de manejo más difícil: la bola perdida. Boleadoras autóctonas indígenas. Boleadoras autóctonas indígenas.
Los contactos con los blancos, mestizos y otros indígenas aculturados afectaron, obviamente, la cultura material de los aborígenes. • Éstos tendieron a adoptar, en la medida de los posible, materiales que provenían de otras culturas. • De esta manera, las armas pasarían a tener puntas metálicas y se adoptaría el cuchillo o facón -que portaron a la espalda, atravesado en el cinto- e incluso la espada o el sable cuando ello fue posible.
A su vez, disminuyó la utilización del arco, que llegó a ser poco empleado en los tiempos finales. • Las lanzas -llamadas generalmente “chuzas”- aumentaron su tamaño para adaptarse al uso del jinete (medían más de 3 metros). • La lanza pasó entonces a ser el arma por excelencia de los indios, al punto que los guerreros serían llamados “indios de lanza”. Tres puntas de lanza separadas. De izquierda a derecha: Punta de Lanza Simbólica, signo de mando encontrada en el Río Queguay, Punta Hoja de Laurel encontrada en San Gregorio (Tacuarembó) Colección Tadei, Punta Hoja de Sauce encontrada en la Barra de Valizas (Rocha) Colección Beltrán Pérez. Fuente: www.rau.edu.uy
La primitiva vivienda aborigen fue construida con esteras, de forma cuadrada, de techo plano y también sin techar. • Con la difusión del ganado, por tanto, con la posibilidad de contar con cueros de buen tamaño en abundancia, construyeron con ese material chozas de techo rendondeado y forma alargada o circular. Carbonilla de paradero indígena. Autora: Nancy Ramos Boerr “Fredda”. Fuente: http://www.freddatestimonios.com
La toldería –el conjunto de “toldos” o chozas- se ubicó en los tiempos precolombinos en la costa de los arroyos y ríos por ser esas zonas ricas en caza. • Posteriormente, sin dejar de situarse muchas veces en tales sitios, se buscó ubicarla en campos ricos en ganado. En este caso, por vigilancia y defensa colocaban la toldería sobre las lomas o colinas.
Las fuentes de distintas épocas destacan la desnudez como lo propio y definitorio de los indígenas. • Usaban sin embargo como abrigo un manto formado por pequeñas pieles más o menos rectangulares, cosidas con fibras de origen animal, llamado “toropí” o “quillapí”. • Los Charrúas llevados a París fueron representados envueltos en quillapís; al parecer, no había diferencias entre los que portaban hombres y mujeres.
Algunos autores han hablado del uso, preferentemente entre las mujeres, de un taparrabos o pampanilla. • No existen referencias de que hayan usado nunca ningún tipo de calzado. • Aunque es probable que por lo menos en los tiempos finales, calzaran las llamadas “botas de potro”, como lo hicieron los criollos y también otros indios.
Los Charrúas llevaban el cabello largo y enmarañado. • Los hallazgos arqueológicos han confirmado que usaban adornos metálicos obtenidos de los europeos. • Se han encontrado también collares confeccionados con discos pulidos de valvas de moluscos, así como algún colgante de cerámica de manufactura indígena. Carbonillas de los últimos Charrúas: Vaimaca, Senaqué, Tacuabé y Guyunusa. Autora: Nancy Ramos Boerr “Fredda”. Fuente: http://www.freddatestimonios.com
Fuentes escritas: • Adaptación de textos del libro “Los indios del Uruguay”. Autor: Renzo Pi Hugarte, antropólogo, 1993. • Fuentes iconográficas: • http://www.freddatestimonios.com • http://www.rau.edu.uy