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Orar al Dios de Jesús. Diseño: JL Caravias sj. No recen como los paganos. Ellos creen en dioses caprichosos e impredecibles…. Fuertemente castigadores cuando se sienten ofendidos…. Dioses altaneros, y orgullosos…. Hay que rogarles sin cesar y ofrecerles dones para conseguir
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Orar al Dios de Jesús Diseño: JL Caravias sj
No recen como los paganos Ellos creen en dioses caprichosos e impredecibles… Fuertemente castigadores cuando se sienten ofendidos… Dioses altaneros, y orgullosos… Hay que rogarles sin cesar y ofrecerles dones para conseguir su protección… Podemos ofender su dignidad aun sin darnos cuenta…
Con los dioses hay que ser zalameros Y debemos temer sus iras y sus rayos, si es que no le damos gusto, aunque sea inconscientemente Ustedes no recen así… Si quieren, pueden arruinarnos la vida… Dan felicidad o desgracias, sin que sepamos por qué… Hay que alagarles y colmarles de atenciones… Están siempre castigándonos
El Dios que nos presenta Jesús es totalmente otra cosa… Él es todopoderoso sólo en el amor… Es amor… Sólo AMOR Está siempre dándose: ofreciéndose, esperando, perdonando, ayudando… Con inmenso respeto a nuestra libertad
Se define el hecho religioso como una búsqueda de Dios por parte del hombre. El hecho cristiano, en cambio, es la búsqueda del hombre por parte de Dios. Reflexiones de José Mª Castillo: El cristianismo no se distingue de las otras religiones porque tenga un objeto distinto (Cristo, Yavé o Alá), sino porque se basa en una forma radicalmente nueva de encuentro con Dios. La fe cristiana no es ante todo un sistema de verdades, ni un conjunto de prácticas religiosas con las que se intenta influir en la divinidad; la fe es la aceptación sin condiciones de Cristo Jesús, como norma decisiva de la propia existencia. Cree en Cristo el hombre que se decide seriamente a coejecutar la vida de Cristo. Lo original y diferencial del cristianismo está en la relación personal que el hombre entabla con Dios, aceptando y comprometiéndose con la persona de Cristo Jesús.
En la unión a Cristo reside el verdadero problema de la oración, y no en la elección de su forma o de su fórmula. La más bella contemplación histórica, afectiva o estética de una escena evangélica no es necesariamente una oración cristiana. Tampoco lo es la más impecable liturgia. Ni siquiera la meditación más profunda de las verdades cristianas. La oración es cristiana cuando te hace vivir sinceramente como hijo de Dios, en Cristo Jesús. Esta decisión distingue a la oración cristiana de toda otra oración, pagana, musulmana, budista...
La oración cristiana no es posible en la sola verticalidad; si no hay una orientación de toda la vida hacia los demás, no es oración cristiana… La oración de un cristiano brota del encuentro personal con Cristo, que precisamente está esperandonos en los hermanos... La plegaria que surge en nosotros a la luz de la encarnación implica atención a las realidades humanas, para que, a través suyo, nos dejemos encontrar por Dios.
Únicamente cuando el hombre llega a dar su «sí» al Crucificado, al hombre que existió para los demás hombres, hasta dejarse matar, amando en la muerte, únicamente entonces, el hombre llega a situarse en la zona del profundo humanismo que ha venido a ofrecernos Jesús. José Mº Castillo, Oración y existencia cristiana
Reflexiones de Andrés Torres Queiruga: No tiene sentido insistir a Dios para que tenga misericordia con nosotros. Él está siempre queriéndonos ayudar... Ante un Dios que no tiene otro interés que nuestra realización, la única postura razonable es abrirle nuestras puertas de par en par. Su alegría como Padre/Madre es que seamos felices. Su gozo es nuestra realización. No es necesarioinsistirle en nada porque nos está ofreciendo todo. Lo que necesitamos es decirle de veras que SÍ…: ¡ACEPTARLO! Dejarnos ayudar por él… Dejarle quedarse en nosotros…
El Dios de Jesús no nos crea para que le sirvamos a él, sino para servirnos él a nosotros(Mc 10,45). Le interesa todo lo que nosotros somos y podemos ser: cuerpo y espíritu, individuo y sociedad, cosmos e historia. El “Dios amor” nos ha creado -y sigue creando- para nuestra realización y felicidad. Fallará la realidad que, en cuanto finita, tiene fallos inevitables. Y fallaremos nosotros que no comprenderemos, nos resistiremos o nos negaremos. Cuando algo que parece tener solución, no la recibe, es porque o en realidad no la tiene o nosotros no colaboramos con Dios. Entonces es Dios quien nos pide a nosotros que recibamos su llamada y su impulso en bien nuestro y de los hermanos.
No sería posible creer en un Dios que, pudiendo, no impidiera el mal: si el mal puede evitarse, ninguna razón puede valer contra la necesidad incondicional de evitarlo… Un mundo en evolución no puede realizarse sin choques y sin catástrofes; una vida limitada no puede escapar al conflicto, al dolor y a la muerte; una libertad finita no puede excluir a priori la situación límite del fallo y de la culpa.
Supuesta su decisión de crear, Dios no puede evitar la fragilidad de todo lo material: sería anular con una mano lo que crea con la otra. No es que Dios no pueda mantener un mundo sin mal, es que eso no es posible: sería tan contradictorio como hacer un círculo-cuadrado… Mientras estemos situados en el espacio y en el tiempo, somos torpes, rompibles y ensuciables… No debe decirse que “Dios manda o permite” ciertos males, sino que los sufre como frustración de la obra de su amor en seres limitados.
Cada vez que pedimos a Dios que acabe con el hambre en África o que cure la enfermedad de un familiar estamos suponiendo que lo puede hacer y que, si no lo hace, es porque no quiere. En nuestra actual situación cultural, ello tiene consecuencias terribles: Un Dios que, pudiendo, no elimina los enormes males que afectan al mundo, acaba mostrándose como un ser mezquino, indiferente y cruel.
No tiene sentido que intemos convencer a Dios para que nos libre de nuestros males. Él es el primero en luchar contra ellos y es él quien nos llama y suplica que colaboremos con él en esta lucha. Muchas de nuestras oraciones toman ideas del Antiguo Testamento, sin tener en cuenta la novedad del Dios revelado en Jesús. La imagen de Dios que debemos grabar en nuestros corazones y trasmitir a los demás no es la de un Dios de omnipotencia arbitraria y abstracta, que pudiéndonos librar del mal, no lo hace, o sólo lo hace a veces en favor de unos cuantos privilegiados… Dios es siempre solidario con nosotros, hasta la sangre de su Hijo. Dios no es un soberano altivo e indiferente, sino “el gran compañero, que nos comprende y sufre con nosotros”
• Conversar con Dios como se conversa con una persona de la que me fío totalmente: ORAR ES... le cuento mis asuntos íntimos, lo que sufro y lo que me alegra, y le escucho con mucha atención y cariño. • Tratar a Dios como amigo íntimo, de forma natural, nada complicada, como algo lindo e indispensable... • Sentirme hijo muy querido de Papá-Dios. Su alegría es mi alegría • Sentirme elevar por él, para ver, como él, el horizonte… •Sentirme en los hombros del más cariñoso de los Padres… Dejarme mimar… Recibir sus regalos… Aceptar sus proyectos… Aceptar que él me ha dado otros muchos hermanos, a los que quiere tanto como a mí…
• Orar es ir dejándome llenar de los sentimientos de Jesús, mi hermano mayor: pensar como pensaba Jesús, sentir como sentía él, querer lo que quería Jesús, amar como amaba él, hablar de lo que él hablaba, actuar como actuaba él, comprometerme como él... • Orar es vivir; no es "soñar“… Es abrirme a Dios... Dejarle actuar en mí… Verlo esperándome en los demás. • Orar es experimentar a Dios, en mí y en los demás. Una cosa es soñar en un río y otra cosa es disfrutar del río metiéndose dentro de él... Una cosa es saber hacer un dulce y otra cosa muy diferente es saborearlo...! La sed se quita bebiendo agua y no "pensando" en una fuente de agua fresca...! Ignacio Hualde, Despertar a la vida diferente
SALMO AL DIOS ENTERAMENTE BUENO Señor, Dios nuestro, te queremos dar gracias porque en Jesús te has revelado como un Dios Enteramente Bueno. Tú has establecido con nosotros una alianza eterna, y nada podrá quebrantarla. Por eso no te enfureces con nuestros pecados ni tomas venganza de los que obran el mal; no matas a los que matan sino que los proteges, como a Caín, de sus vengadores. Porque eres enteramente bueno haces salir el sol sobre justos y pecadores. Es que amas a cada uno y no quieres la muerte del pecador sino que se convierta y viva. A todos nos perdonas los pecados y haces sentar a la misma mesa al que llegó a última hora y al que trabajó desde el amanecer…
Estás tan apartado del mal, tan ajeno a todos los mecanismos del mal, que ni siquiera castigas a los transgresores para no añadir violencia a nuestras violencias. Tú no tienes el poder de matar porque ése no es un poder divino. Tu poder es amar sin medida crear, sanar, perdonar y hasta triunfar de la muerte. Tu justicia no es tasar y medir, sino hacernos justos y reconciliarnos por fin en esa justicia de vida. Dios nuestro, estamos contentos de que tú seas nuestro Padre, y puesto que nos hiciste a tu medida danos un corazón generoso como el tuyo. Pedro Trigo, Salmos del Dios Enteramente Bueno