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Este es el Sacramento de nuestra fe. Anunciamos tu muerte, proclamamos tu R esurrección . ¡ Ven, Señor Jesús! . Fundamentos T eológicos de la Vida Eucarística .
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Este es el Sacramento de nuestra fe
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
Fundamentos Teológicos de la Vida Eucarística.
La Eucaristía ocupa un lugar central en la economía de la salvación; que tiene como punto culminante el Misterio Pascual de Cristo muerto, resucitado, vivo y presente en su Iglesia.
En la Sagrada Escritura: “Así amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Unigénito, a fin de que todo el que crea en El, no perezca, sino que alcance la vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él” (Juan 3,16).
La misión del Hijo consiste en la Encarnación. El Hijo de Dios con su Encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre (GS 22). Dios se implica a través del Hijo, en lo más profundo y universal de la historia humana.
La misión visible del Verbo consiste en la relación personal del Verbo con cada uno de los hombres. El mismo en la Última Cena habla de que los cristianos han de injertarse en Él, como el sarmiento en la vid (Cfr. Jn 15,1-8).
Esta unión, se realiza en primer lugar, por la palabra., “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a Él y haremos morada el él”, (Jn 14,23). La unión del Verbo con el hombre, tiene lugar en forma inefable, en la Eucaristía. Por ella, el Verbo se entrega de modo invisible al creyente. La Eucaristía de la Iglesia se remonta a Jesús y tiene su origen en la última Cena
Toda la creación no le costó a Dios sino una palabra de sus labios: “Dijo Dios y todo fue hecho”. No así la Eucaristía: Mucho le costó a Cristo. Le costó toda su Pasión y su misma muerte de cruz; porque el Cenáculo presupone la cruz; porque no hay Eucaristía sin Misa, porque no es posible la inmolación incruenta del Altar, sin la inmolación cruenta del Calvario.
La Eucaristía como sacrificio de la Nueva Alianza: El punto culminante de la misión de Cristo lo constituye no solo la muerte, sino sobre todo la resurrección. Este es el misterio que celebra la Eucaristía. La Eucaristía se presenta como <<fuente y cima de toda la vida cristiana>>, porque es el Sacramento, el don más importante que Dios ha dejado: Se ha quedado Él mismo bajo la forma de un signo sacramental.
EL SACRIFICIO SACRAMENTAL
El Mesías de Dios (Lc 9,20), • ElHijo del Altísimo, • ElSanto (Lc 1, 31-35), • Nacido de mujer (Gál 4,4), • Nacido de una virgen (Is 7,14; Lc 1,34), • Enviado de Dios (Jn 3,17), • Esplendor de la gloria del Padre (Heb 1,3), • Anterior a Abraham (Jn 8,58), • Primogénito de toda criatura (Col 1,15), • Principio y fin de todo (Ap 22,13), • Santo Siervo de Dios (Hch 4,30), • Consolador de Israel (Lc 2,25), • Príncipe y Salvador (Hch 5,31), • Cristo, Dios bendito por los siglos (Rm 9,5) En la plenitud de los tiempos, después de treinta años de vida oculta, nuestro Señor Jesucristo
Durante tres años, predicó el Evangelio a los hombres como Profeta de Dios(Lc 7,16), mostrándose entre ellos poderoso en obras y palabras (24,19). Y una vez proclamada la Palabra divina, consumó su obra salvadora con el sacrificio de su vida. <<Primero la Palabra, después el Sacrificio>>. En la Cena del Jueves Santo realiza el Señor la entrega sacrificial de su cuerpo y de su sangre -«mi cuerpo entregado», «mi sangre derramada»-, anticipando ya, en la forma litúrgica del pan y del vino, la entrega física de su cuerpo y de su sangre, la que se cumplirá el Viernes Santo en la cruz.
Para comprender la idea de sacrificio asociada a la vida de Jesús es necesario excluir toda representación que hable de castigo para aplacar la cólera divina. En el lenguaje bíblico, la tradición del siervo doliente clarifica que el sacrificio es la oferta voluntaria de sí mismo hasta la muerte. Es decir que la muerte vicaria del Siervo de Dios se entiende no como sacrificio cultual sino como entrega total de la persona.. Él representa la respuesta, la aceptación y la afirmación del Padre. Por esto lo esencial del sacrificio es la total dedicación o consagración a Dios. (Cf. Revista de Teología mística, año 85, mayo-junio 2005, No 639).
El sacrificio del hombre, consiste en morir al mundo para vivir en Dios. En esta perspectiva San Agustín nos propone la definición del perfecto y verdadero sacrificio: “Es verdadero sacrificio, toda acción que se realiza para estar en comunión con Dios en la santidad, cada acción orientada hacia aquella finalidad buena, en la que podemos ser verdaderamente felices”. En otras palabras, sacrificio es la misma vida del hombre, cada acción suya (sacrificio visible), por la cual el hombre pueda realizar con Dios una Sociedad Santa, es decir uniéndose a Él (sacrificio invisible).
El sacrificio histórico de la cruz Toda humanidad tiene que ofrecer a sí misma un sacrificio a Dios. Y el sacrificio visible de Cristo sobre la cruz, aparece también como Sacramento histórico del sacrificio invisible de la humanidad. Este no es un rito, sino la misma vida de Jesús, ofrecida para todos los hombres Jesús tiene el poder de ofrecer o de no ofrecer su vida; pero Él la ofrece libremente (Jn 10,18) y una vez para siempre (Hb 9,28). El no muere para sí porque es inocente (Hb 7,26-27) se ofrece así mismo a Dios como Cordero Inmaculado (Hb 9,14), donando su vida como precio de rescate por todos (Mc 10,45; Mt 20,28).
Entonces, la solidaridad de toda la humanidad con Cristo, no se fundamenta solo en el hecho que Cristo, pertenece a la humanidad, y por lo tanto la representa sustituyéndola, sino también sobre el hecho de que Cristo, es el Jefe de la Nueva Humanidad, la cual tiene que morir a sí misma para vivir en Dios. El reconocer el “Don” del Padre, es decir Cristo muerto y resucitado, constituye la nueva modalidad que adquiere el sacrifico de la Cruz, en cuanto el Cuerpo de Cristo es ofrecido y su sangre es derramada “por mí”.
MEMORIAL PERPETUO. No se trata aquí del recuerdo entendido como conmemoración, sino de hacer presente y actual el acontecimiento salvífico la acción litúrgica. <<Haced esto en memoria mía>> (Lc 22,19; 1Cor 11,24-25). La Iglesia ha de actualizar hasta el fin de los siglos el sacrificio de la cruz, y ha de hacerlo empleando en su liturgia la misma forma decidida por el Señor en la última Cena. Un memorial que hace presente y actual el Sacrificio único de Cristo, en sus elementos constitutivos: la misma víctima, el mismo oferente y la misma acción sacrifical, aunque distinta de la manera incruenta de ofrecer. Cuando se celebra la Santa Misa o Eucaristía no somos nosotros los que la celebramos es el mismo Jesús que se ofrece al Padre como Víctima propicia, como acción de gracias.
La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no solo como un don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación. Esta no queda relegada al pasado, pues “todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos…” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1085). En ella se actualizan y representan sacramentalmente la muerte y resurrección de Jesucristo; en ella se alaba al Señor presente bajo las especies de pan y vino, se implora su venida definitiva y se realiza la comunión con el Señor.
EUCARISTÍA Y VIDA La Eucaristía es una plegaria filial y una acción paterna de Dios. La plegaria expresa de manera ascendente, hacia Dios Padre, cuanto se da de manera descendente, del Padre hacia nosotros. La Iglesia que ora y actúa <<en el Espíritu Santo>>, pide y obtiene este don de Cristo que transforma el pan y el vino y reúne a la Iglesia en la unidad del único Cuerpo eclesial. El sacerdote que ora y consagra lo hace <<en la persona de Cristo y en virtud del Espíritu Santo>>. La Eucaristía es la presencia de Cristo en su misterio pascual, como sacerdote y víctima, don de Dios a los hombres, don de los hombres a Dios. La Iglesia eucarística es Iglesia trinitaria, hecha a imagen de aquella misteriosa comunión de personas en la única naturaleza. También nosotros <<aun siendo muchos, somos un solo cuerpo>>.
EUCARISTIA Y AMIGOS DE LA EUCARISTÍA Siendo pues fuente de caridad, la Eucaristía ha ocupado siempre el centro de la vida de los discípulos de Cristo. La veneración a Dios que es Amor nace del culto Eucarístico de esa especie de intimidad en la que el mismo, análogamente a la comida, llena nuestro ser espiritual, asegurándole igual que ellos, la vida.
De tal concepción del culto eucarístico brota el estilo sacramental de la vida del cristiano y por consiguiente de un Amigo de la Eucaristía. Conducir una vida basada en los sacramentos, animada por el sacerdocio común, significa ante todo por parte del Amigo/a de la Eucaristía, desear que Dios actué en el/lla para hacerlo/a llegar en el Espíritu “a la plena madurez de Cristo” (Ef 4,13). Dios por su parte no le toca solamente a través de los acontecimientos y con su gracia interna, sino que actúa en el/lla, con mayor certeza y fuerza, a través de los sacramentos (Cf. Carta de Juan Pablo II, EL Misterio y el culto de la Eucaristía, 1980).
LA EUCARISTÍA Y LLAMAMIENTO La/el Amigo/a de la Eucaristía como discípulo/a de Cristo debe asociarse a su Cuerpo que se entrega, es decir formar parte de ese cuerpo glorioso que ha sido fuente de bendición hasta la muerte en la cruz, donde traerá sobre sí toda la maldición del mundo (Jn 1,29). Con esta palabra “Tomen” los discípulos son constituidos como tales, incorporados en el destino de su Maestro. (Una comunidad lee el Evangelio de Marcos, Colección lectura pastoral de la Biblia) Limitar nuestra devoción a la Hostia, a la adoración al Señor, y no extenderla a la ofrenda de Jesús al Padre, a la Santísima Trinidad; es no comprender toda la Eucaristía, es no comprender a todo Jesucristo, es no abarcar toda la razón de su venida.
No hay que maravillarse de que tal vez el testimonio de una vida eucarística pida hoy, como en los primeros tiempos de la Iglesia, la lógica del martirio: lo evidente de la muerte violenta, pero también lo escondido del dar la vida y la sangre hasta la última gota, día tras día. Este rostro eucarístico de la Fundación Amigos de la Eucaristía está destinado a ser mostrado al mundo en la continuidad de vida eucarística que brota de la celebración. Vivamos me incluyo como celebramos; vivamos lo que se celebra y quede la lección de vida cada día nueva en el don renovado de la Eucaristía.
MARÍA, PRIMER SAGRARIO Naturalmente nuestro rostro no puede no ser un rostro mariano. Toda celebración eucarística es interiormente mariana porque la Iglesia, debe conformarse a su modelo de escucha de la Palabra, de gratitud, de invocación del Espíritu, de ofrenda de Cristo, de intercesión por la salvación de todos. Así pues, Amigo/a que celebra la Eucaristía debe ser como María, su modelo: humilde, pobre, discreta, fiel a Dios y a su gente, materna y acogedora, reserva de esperanza para la humanidad porque tiende hacia las promesas de Dios que es fiel a su alianza. El cuerpo que consagramos procede y es de la Virgen María! ¡Madre humilde de la Ternura!, ¡Madre de la Hermosura! ¡Custodia viviente! ¡Señora de la Pascua! ¡En ti adoramos a Dios!