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Acaba la historia…. La espesa nieve no dejaba ver todo el camino recorrido. El viento rugía desde lo más profundo del horizonte. Parecía que los tres jinetes se dirigían hacia la nada, pero ellos sí sabían su destino. La cueva de la gran montaña. .
E N D
La espesa nieve no dejaba ver todo el camino recorrido. El viento rugía desde lo más profundo del horizonte. Parecía que los tres jinetes se dirigían hacia la nada, pero ellos sí sabían su destino. La cueva de la gran montaña.
Ya existía una ruta hacia allí pintada en la enorme mole de piedra, sin embargo era difícil seguirla. En la cueva esperaba Laila. La vieja y erudita hechicera. Ella les daría la clave para acabar con lo que ocurría en el país. La anciana, que tantos lugares había conocido y que con tantos males se había enfrentado, tenía que encender un halo de esperanza a la trágica situación de lo que sucedía en sus hogares. Ella tenía que darles la fuerza.
Pocos habitantes la habían visto alguna vez, pero cuentan las leyendas que no envejece. Su piel es delicada y limpia como la más bella de las reinas, aunque su alma está curtida con mil batallas ganadas de tiempos pasados. Esa era Laila.
Paulatinamente, los tres jinetes se acercaron a la cueva. Dejando atrás la gélida y blanquecina nocturnidad, bajaron de sus monturas y accedieron buscando algo que nunca vieron.
Laila sabía, días atrás, que los jinetes vendrían en busca de auxilio para derrotar el mal que acecha. Ahora tocaba actuar.