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El Político y el Administrador. Diagnóstico, multiagencialidad y evaluación como ejemplos de tensiones entre lógicas de acción en la implementación de las políticas de seguridad frente al delito. Máximo Sozzo Universidad Nacional del Litoral Seminario Internacional
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El Político y el Administrador. Diagnóstico, multiagencialidad y evaluación como ejemplos de tensiones entre lógicas de acción en la implementación de las políticas de seguridad frente al delito Máximo Sozzo Universidad Nacional del Litoral Seminario Internacional Seguridad Ciudadana en América Latina Procesos políticos, políticas y prácticas FLACSO Ecuador – CESC (Universidad de Chile) Quito, 27 y 28 de enero de 2009
Premisa • Los actores (estatales y no estatales) y sus acciones para producir seguridad frente al delito producen un campo complejo –en el sentido de P. Bourdieu- con diversos planos y articulaciones. Ejemplos: local/central, público/privado, reacción/proacción. • Existen dos tipos ideales –en el sentido weberiano- de actores que personifican al Estado, con sus lógicas de acción respectivas : el político y el administrador. La contribución de D. Garland. • Lo general y lo particular: radicación y desradicación del análisis de este campo como ejercicios metodológicos simultáneos.
Objetivos • Anatomizar las características fundamentales de estos dos tipos ideales de actores estatales –el político y el administrador- y sus lógicas de acción como contribución teórica al análisis del campo de las políticas de seguridad frente al delito. • Observar como las lógicas de acción de estos dos actores estatales se tensionan en la implementación de políticas públicas con respecto a la seguridad frente al delito, explorando, como ejemplificación, tres elementos cruciales que aparecen como “palabras de orden” en las tendencias “novedosas” en este campo: diagnóstico, multiagencialidad , evaluación.
El Político 1. Crisis de la inseguridad frente al delito y proceso de su polítización/electoralización. Quiebre de los consensos básicos, “dados por descontados” entre los “políticos de profesión” en este campo y emergencia de una competencia “fuerte” por el consenso político/electoral. La “legitimación desde abajo” por oposición a la “legitimación desde arriba”. La contribución de S. Hallsworth. 2. El político y el experto. Desplazamiento de la centralidad de los expertos tradicionales en el campo (penalistas, criminólogos, etc.). La crisis de la inseguridad frente al delito y su constitución como “el” tema central del gobierno de la ciudad/comunidad, de la nación/sociedad. Reversión –siempre parcial- de la delegación del político en la toma de decisión hacia el experto y hacia el administrador. El peso de los “nuevos expertos”: de los “consejeros del príncipe” a los encuestadores de opinión pública, de las víctimas del delito a los representantes de las organizaciones internacionales de diverso tipo. La contribución de K. Haggerty
3. El protagonismo del político y la centralidad de la publicidad. De las campañas electorales a las decisiones y acciones: trazos comunes. Los medios de comunicación como el escenario virtual de los problemas y las soluciones: “gobernar la seguridad leyendo los diarios, escuchando la radio y mirando la televisión”. Las potenciales derivas hacia la “esloganización”, el recurso al sentido común y el fortalecimiento del carácter emotivo y apasionado del discurso del político sobre la seguridad frente al delito. La contribución de J. Pratt. 4. La entronización de la búsqueda de la “efectividad” y la paradójica “despolitización” del discurso del político sobre la seguridad frente al delito en un contexto de politización/electoralización. La potencial deriva hacia la irrelevancia de las posiciones de principios acerca de los asuntos molares de la vida política y social en lo que respecta a la seguridad frente al delito. Su combinación con el declive de dichos debates políticos molares en el escenario político contemporáneo. La contribución M. Pavarini.
5. Las dos “efectividades” y sus pesos relativos en la lógica de acción del político en este campo: • La “efectividad” en la reducción del volumen de delito y de la sensación de inseguridad. • La “efectividad” en la generación de consenso entre los ciudadanos acerca de que el político está haciendo las cosas bien para producir seguridad frente al delito. 6. La inmediatez (aquí y ahora) y la visibilidad como rasgos medulares de la lógica de acción del político en este campo. 7. La dinámica de la reacción frente a la emergencia como forma general de la lógica de acción del político en este campo.
Una tentativa provisional de delimitación de dos subtipos igualmente ideales- de políticos de acuerdo a la orientación de sus decisiones y acciones en este campo –sin modificar sus características generales –inspirada en P. O`Malley: a. El político “regresivo”. Su afinidad con el neoconservadurismo/neoautoritarismo como racionalidad política mas amplia. Su inclinación hacia medidas de incremento de la severidad y la punitividad y hacia el reforzamiento de la centralidad del Estado y de la tradición de sus instituciones de control del delito. Ejemplos: de la reducción o eliminación de la libertad condicional a la pena de muerte. b. El político “progresivo”. Su afinidad con el neoliberalismo como racionalidad política mas amplia. Su inclinación hacia medidas de “managerialización” de las instituciones estatales de control del delito y hacia la responsabilización y de nuevos actores estatales y no estatales y el “gobierno a la distancia”. Ejemplos: de la apelación a la vigilancia de la comunidad a la prevención situacional y ambiental.
El administrador 1. Burocracias estatales con cuadros técnicos “débiles” y “fuertes”. Niveles burocráticos “altos” y “bajos”. Su peso desigual, en términos históricos, en el diseño e implementación de las políticas de seguridad frente al delito. Estilización en la construcción de un tipo-ideal. 2. El administrador como experto “burocrático” . La compleja relación con el tradicional experto “académico” en el campo: cooperación y conflicto, saber teórico y saber práctico. El valor de la experiencia en la construcción del administrador. El habitus del administrador y la complejidad de su transformación. La ambivalencia de la construcción de relaciones con los “nuevos expertos”.
3. El administrador, su distancia inicial con respecto a la necesidad de la “legitimación desde abajo” y las exigencias de la política como constreñimiento externo de su lógica de acción. El “administrador-político” como hibridación y sus tensiones. 4. El administrador y la prudencia en lo que respecta a la posibilidad del protagonismo. Manejo de la información sobre la burocracia estatal y riesgos que implican los medios de comunicación con respecto al proceso organizacional. 5. El “realismo” y el “tecnicismo” del discurso del administrador y sus dificultades en el despliegue público.
6. La entronización de la búsqueda de la “efectividad”. Las dos “efectividades” ´y su peso relativo en la lógica de acción del administrador: • La “efectividad” en la reducción del volumen de delito y de la sensación de inseguridad. • La “efectividad” en el mantenimiento de formas de actuar y pensar –viejas o nuevas- que constituyen el proceso organizacional y su preservación de la crítica externa. 7. EL administrador y una lógica de acción mas proclive al mediano y largo plazo, la invisibilidad –incluso, el secreto- y la planificación –más o menos estructurada- en torno a la masa de eventos que integran la materia prima del proceso organizacional.
Una tentativa provisional de delimitación de dos subtipos -igualmente ideales- de administradores de acuerdo a su relación con la tradición de la burocracia estatal en este campo –inspirada libremente en R. Merton: a. El administrador “ritualista”. Su inclinación hacia el mantenimiento de formas de actuar y pensar que constituyen la tradición de la burocracia estatal. Negación del componente de crisis institucional en la crisis de la inseguridad frente al delito. Su afinidad con el neoconservadurismo como racionalidad política más amplia b. El administrador “innovador”. Su inclinación hacia la transformación de las formas de actuar y pensar que constituyen la tradición de la burocracia estatal. Aceptación del componente de crisis institucional en la crisis de inseguridad frente al delito. Su afinidad con el neoliberalismo como racionalidad política mas amplia.
Diagnóstico, multiagencialidad y evaluación como dilemas en la implementación de políticas de seguridad frente al delito en el presente. • Diagnóstico, multiagencialidad y evaluación como “palabras de orden” en las tendencias “novedosas” de las políticas de seguridad frente al delito que se han desarrollado en contextos en los que se ha registrado una cierta fuerza de administradores “innovadores” y en ciertos casos, políticos “progresivos”. Las contribuciones de A. Crawford, G. Hughes y D. Gilling. • Diagnóstico. Conocer el problema para intervenir. Diversas fuentes de conocimiento y la complejidad de su producción y entrecruzamiento. La necesidad de constituir equipos capacitados para la realización de diagnósticos. El dilema acerca de su carácter interno o externo al proceso de implementación.
Multiagencialidad. Dado que el problema de la seguridad frente al delito es multidimensional la intervención debe ser multiagencial. Los problemas del establecimiento de esquemas de cooperación entre agentes estatales –diversos planos, diversas divisiones administrativas- y con agentes no estatales –privado, voluntariado. Conflictos y responsabilidades. La generación de mecanismos de coordinación y sus dificultades. • Evaluación. La única manera de mejorar la “efectividad” de las intervenciones es sabiendo que resultó y que no resultó en las ya realizadas. Modelos de evaluación: a) evaluación de resultados y el problema de los múltiples procesos que influyen en los productos b) la evaluación procesual y el problema de la producción de información no cuantificada. La necesidad de constituir equipos capacitados para la realización de evaluaciones. El dilema acerca de su carácter interno o externo al proceso de implementación. • El político y el administrador. Tensiones en torno a estos tres elementos de las dos lógicas de acción descriptas anteriormente en términos “típico-ideales”.
Derivas generadas en los procesos de implementación de políticas de seguridad frente al delito en torno a estos tres elementos claves: • Diagnóstico:escaso financiamiento / equipos poco profesionalizados y de carácter interno / utilización preferente de estadísticas oficiales sobre el delito / utilización preferente de mecanismos de “consulta a la comunidad”, asistemáticos y no representativos /orientación hacia los eventos y las demandas y no hacia los problemas. Razones para pensar estas derivas en relación a la lógica de acción del político –no son las únicas, claro está-: escaso impacto público directo de la actividad de diagnóstico –salvo los mecanismos de “consulta a la comunidad”, especialmente en su orientación hacia la detección de demandas / reforzamiento de la utilidad del conocimiento producido por las instituciones estatales como forma de fortalecerlas frente al público / rapidez y facilidad de la recolección de información sobre eventos y demandas -por oposición a la construcción de información sobre problemas.
Multiagencialidad: escasa planificación / carácter informal y provisorio de los esquemas de cooperación / dependencia fuerte de personas específicas (político o administrador) para que la cooperación funcione / dinámica de la cooperación como “intercambio de favores”. Razones para pensar estas derivas en relación a la lógica de acción del político –no son las únicas, claro está-: escaso impacto público directo de la multiagencialidad cuando no involucra agentes no estatales en función de su escasa visibilidad / temporalidad larga de la construcción de mecanismos formales y permanentes de cooperación entre agentes estatales / sensación de debilitamiento de las instituciones estatales cuando se busca generar esquemas de cooperación con agentes no estatales / competencia entre políticos y administradores-políticos ubicados en distintos lugares de la arena estatal en torno a la cooperación entre agentes estatales en función del desarrollo de su carrera política.
Evaluación: frecuente ausencia / escaso financiamiento/ cuando se produce, evaluaciones de resultados hipersimplificadas /utilización preferente de estadísticas oficiales de baja confiabilidad / equipos poco profesionalizados y de carácter interno / secreto de los resultados de los procesos de evaluación. Razones para pensar estas derivas en relación a la lógica de acción del político –no son las únicas, claro está-: potencial impacto público directo negativo de los resultados de la evaluación / temporalidad larga de las evaluaciones de resultados que tienen en cuenta el contexto y de las evaluaciones procesuales / reforzamiento de la utilidad del conocimiento producido por las instituciones estatales como forma de fortalecerlas frente al público / rapidez de las evaluaciones de resultados hipersimplificadas en torno a estadísticas oficiales.
A modo de conclusión • El campo de las políticas de seguridad frente al delito está atravesado por dos lógicas de acción que tienen sus propias exigencias y tendencias, encarnadas en dos tipos ideales de actores estatales: el político y el administrador. Esta diferenciación es una de las fuentes de complejidad del campo –que junto a otras, basta pensar en la presencia plural de los actores no estatales- hacen del mismo un escenario caracterizado por la inestabilidad, la volatilidad y la contradicción. • Reconocer estas calidades es un imperativo para el desarrollo de intervenciones en dicho campo que busquen revertir algunos de sus efectos constantes negativos. • Dos preguntas medulares para nuestro presente: ¿Cuanto espacio existe hoy para que el político y el administrador puedan desarrollar respectivamente lógicas de acción distintas a las aquí descriptas? ¿Qué racionalidades políticas alternativas pueden sustentar estas innovaciones?