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PSICOLOGIA MEDICA Y FACTORES QUE INTERVIENEN EN LA RELACION MEDICO – PACIENTE. Dr. Fernando Aguirre M. Médico Psiquiatra. PSICOLOGIA Y ENFERMEDAD.
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PSICOLOGIA MEDICA Y FACTORES QUE INTERVIENENEN LA RELACION MEDICO – PACIENTE Dr. Fernando Aguirre M. Médico Psiquiatra
“ una disciplina que se puede enseñar, dando al médico información y conocimientos suficientes para que pueda comprender a su enfermo, en tanto que persona sufriente de una enfermedad, y que pueda tratarlo mejor, según los datos científicos habituales, pero teniendo en cuenta además, los datos psicológicos. ”
“ la relación médico paciente es el objeto privilegiado de la psicología médica, pero no exclusivo. También se ocupa del hombre enfermo, sus reacciones ante la enfermedad y de la relación psicológica con su médico. ”
La enfermedad es conmoción y una puesta en escena del peligro de la existencia individual. Aparece cuando el organismo es modificado de manera tal que llega a reacciones catastróficas dentro del medio que le es propio. La preocupación por evitar las situaciones generadoras de este tipo de reacciones, expresa el instinto de conservación, ley de vida retraída, estrecha y monótona.
El organismo sano, en cambio, afronta riesgos, acepta la eventualidad de reacciones catastróficas; mide su salud por la capacidad para superar las crisis orgánicas. La amenaza de la enfermedad es uno de los constituyentes de la salud.
La medicina positivista del siglo XIX consolidó una teoría según la cual los fenómenos patológicos sólo son en los organismos vivos, variaciones cuantitativas, según el más o el menos, de los respectivos fenómenos fisiológicos.
El esquema positivista que no da cabida central a la angustia, que permite operar con un conocimiento seguro sobre las variaciones precisas y localizadas de lo natural, que ubica al médico en el lugar del práctico estudioso de la enfermedad-objeto que está en el otro, lo coloca también en el único del saber del cuerpo del otro.
La identidad médica tradicional, además de no dar cabida en si misma a lo psicológico, tiene un lado autoritario por el que tiende a imponerse como único modo de tratar al paciente.
En las interrogantes que no pierden actualidad, tienen una influencia clave los aportes de Michael Balint, Psicoanalista del grupo húngaro que inicia en la década del 50 en la Clínica Tavistock de Londres, una experiencia de investigación y enseñanza sobre problemas psicológicos de la práctica médica general. Su libro más importante es “El médico, su paciente y la enfermedad.”
En su línea de pensamiento, se trata de hacerla lo mejor posible. Aprender a escuchar, no apurarse excesivamente en establecer un diagnóstico; evaluar el sufrimiento físico y psíquico, discriminar en sus causas lo determinante. Sólo los pacientes con trastornos psicológicos graves y complicados debieran tratarse con especialistas. El resto constituye el amplio campo de acción psicoterapéutica del médico general.
En este contexto, el médico debe efectuar en si mismo todo un desarrollo instrumental. Su principal herramienta, en esta práctica de una patología de la persona total, será su propia persona, lo que implica que debe prestarse atención a sí mismo y a las condiciones que aseguran su eficacia, y que por lo tanto debe aprender a usarse él como instrumento terapéutico.
Cada médico posee una forma de practicar la medicina, un conjunto de ideas y de saberes, de prejuicios acerca de qué debe y no debe esperar del paciente, de cuanto debe soportar, de cómo debe conducirse y tiende a imponerle sus normas.
Nuevamente nos surgen interrogantes: ¿Qué pasa con la práctica clínica cuando el médico es interrogado por los valores de poder y de prestigio implícitos en su vocación?. ¿O por sus rasgos fálico narcisistas que lo llevan a querer curar siempre y a toda costa?.
El desencadenamiento de la enfermedad significa la respuesta de una personalidad al impacto de una situación vivida como traumática y a los trastornos o desorganizaciones de su equilibrio que le siguen.
Esta relación íntima del enfermo con su enfermedad, se explicará y organizará en función de la personalidad de éste y de las representaciones de la enfermedad que él tiene, de acuerdo, principalmente a la cultura a la que pertenece. Ello significa que la enfermedad toma necesariamente sentido en la historia de un individuo, sentido que se desprende de los trastornos y de los efectos de ruptura en la continuidad de su vida, introducidos por la irrupción de la enfermedad.
En todas las sociedades se ha dado una representación de la enfermedad, que hoy podríamos separar en dos corrientes:La primera se refiere a una concepción ontológica de la enfermedad, es decir, otorgándole una existencia autónoma. La segunda corriente considera a la enfermedad como una reacción del organismo y del individuo en su totalidad a una perturbación de su equilibrio.
La noción de salud se considera después de la de enfermedad, pues es en este orden que las sociedades han tenido que interrogarse. Es la enfermedad por sus efectos perturbadores la que nos obliga a considerar a posteriori la cuestión de la salud.
Estar enfermo, por otra parte, significa en mayor o menor medida, estar en situación de debilidad; encontrarse en situación de dependencia con respecto de aquellos considerados con el poder de reparar la falta
La vivencia depresiva es prácticamente inevitable y tiene que ver con una herida narcisista. La enfermedad representa siempre un perjuicio de la imagen ideal de uno mismo y una prueba de falibilidad y de vulnerabilidad.
El ejercicio de la medicina será, pues, para cada médico más o menos el ejercicio de su medicina. Esta será función de su aprendizaje técnico, de su personalidad, pero también de la concepción del lugar del médico que tiene la sociedad en la cual ejerce.
En otros términos, el poder que él guarda reposa sobre el saber que le es cedido por la sociedad y por el enfermo, que no es necesariamente idéntico a la realidad de su saber técnico, pero corresponde al deseo humano de protección o de magia.
Al hablar de la relación médico paciente hablamos también de una relación más general con las características de ser asistente – asistido. Su característica fundamental es la de ser una relación de desigualdad.
La relación asistente asistido es una relación de espera y de esperanzas mutuas. El enfermo espera alivio y si es posible curación. Por su parte, quien le asiste, reconocimiento de su enfermo, verificación de su poder curador o de la justicia de sus intentos, según sus niveles de interés.
Lo anteriormente señalado nos conduce a desarrollar la noción de transferencia, término psicoanalítico y que se refiere a la repetición, en el adulto, de “modalidades de relación” vividas durante su infancia.
Otro término nacido en el seno del psicoanálisis nos permite esta exploración: se trata de la contratransferencia. Ella designa los movimientos afectivos del médico como reacción a los del paciente y en relación a su propia vivencia infantil.
Esto es lo que se puede producir si el médico desconoce la dinámica relacional que se establece entre él y su paciente o la considera como un ruido superfluo que debe eliminarse.
Se ha señalado cómo el médico es una auténtica medicina para ofrecerse a su paciente. El médico aparece representado, simbolizado en una prescripción, en una cápsula, en una gragea, y en la medida que la empatía lograda con el paciente es adecuada el médico es literalmente incorporado como un objeto bueno destinado a sanar y a aliviar a su enfermo de sus padecimientos.
BIBLIOGRAFIASchneider, Pierre. “Psychologie Medicale”. Payot, 1969.Canguilhem, Georges. “Lo normal y lo patológico.” SigloXXI, 1971.Balint, Michael. “El médico, su paciente y la enfermedad”Vlabrega, J. Paul. “La relation therapeutique”. Flammarion, 1962.Freud, Sigmund. Obras completas. López BallesterosJeammet, PH.; Reynaud, M.; Consoli, S. “Psicología Médica”. Masson, 1989.Focault, Michel. “El nacimiento de la clínica”. Siglo XXI, 1966.