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CÁNTiCO DE ISAiAS (Is 26,1-4. 7-9.12).
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CÁNTiCO DE ISAiAS (Is 26,1-4. 7-9.12)
Entre los capítulos 24 al 27 del libro de Isaías, denominados “el gran Apocalipsis de Isaías” y en el Apocalipsis de san Juan, con frecuencia, aparecen dos ciudades contrapuestas entre sí: la ciudad rebelde, encarnada en algunos centros históricos de entonces, y la ciudad santa, donde se reúnen los fieles. En ambos de hace un descripción poética del juicio divino sobre la historia y se exalta la espera de salvación por parte de los justos.
El presente cántico que está tomado del capítulo 26 de Isaías, es la celebración gozosa de la ciudad de la salvación. Se eleva fuerte y gloriosa, porque el Señor mismo ha puesto sus fundamentos y sus murallas de protección, transformándola en una morada segura y tranquila (cf. v. 1). Él abre ahora sus puertas de par en par, para acoger al pueblo de los justos (cf. v. 2),
Quien entra en la ciudad de la salvación debe cumplir un requisito fundamental: «ánimo firme, ... fiarse de ti, ... confiar» (cf. Is 26,3-4). Es la fe en Dios, una fe sólida, basada en él, que es la «Roca eterna» (v. 4). + El don que Dios ofrece a los fieles es la paz (cf. Is 26,3), el don mesiánico por excelencia, síntesis de vida en la justicia, en la libertad y en la alegría de la comunión. + Es un don reafirmado con fuerza también en el versículo final del cántico de Isaías: «Señor, tú nos darás la paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas tú» (v. 12).
Presenta también este cántico de Isaías una reflexión sobre la «senda recta del justo» (cf. v. 7) y una declaración de adhesión a las decisiones justas de Dios (cf. vv. 8-9). +La imagen dominante es la de la senda, clásica en la Biblia, como ya había declarado Oseas, profeta poco anterior a Isaías: «¿Quién es sabio para entender estas cosas, inteligente para conocerlas?: porque rectos son los caminos del Señor, por ellos caminan los justos, mas los rebeldes en ellos tropiezan» (Os 14,10).
En el cántico hay otro componente, que es muy sugestivo. En efecto, se menciona el alba, esperada después de una noche dedicada a la búsqueda de Dios: «Mi alma te ansía de noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti» (Is 26,9). + Precisamente a las puertas del día, cuando inicia el trabajo, el fiel debe comprometerse nuevamente a caminar «en la senda de tus juicios, Señor» (v. 8), esperando en él y en su palabra, única fuente de paz.
Aquel día se cantará este canto en el país de Judá: Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes:
Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad; su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti.
Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua.
La senda del justo es recta. Tú allanas el sendero del justo; en la senda de tus juicios, Señor, te esperamos, ansiando tu nombre y tu recuerdo.
Mi alma te ansía de noche, mi espíritu en mi interior madruga por ti, porque tus juicios son luz de la tierra, y aprenden justicia los habitantes del orbe.
Señor, tú nos darás la paz, porque todas nuestras empresas nos las realizas tú.
Nuestro poema es un cántico de victoria y un himno de esperanza. Los habitantes de Jerusalén se sienten orgullosos de su ciudad, protegida por Dios y, por eso victoriosa e inconmovible: hacia ella confluyen los justo que confían en el Señor. La ciudad enemiga, en cambio, la Babilonia orgullosa y dominante, ha sido derrotada. Esta acción de Dios es el fundamento de la confianza que siente el pueblo de Dios. El Señor es la Roca perpetua; todas nuestras empresas nos las realizas tú.
Que este cántico, recitado al empezar el nuevo día, dé optimismo a nuestra jornada. Mi alma, Señor, te ansía, mi espíritu madruga por ti, tú nos das la paz en este día, porque en ti confiamos y en ti tenemos una ciudad fuerte.
ORACIÓN Tú, Señor, eres nuestra ciudad fuerte, tú, nuestra muralla y baluarte de salvación, tú nos darás la paz porque en ti confiamos; sé tú, pues, nuestra ayuda y protección durante la jornada que empezamos, porque todas nuestras empresas de hoy deseamos que nos las realices tú. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.