E N D
Cansados quizá de vivir muchas cuaresmas, es hora de hacer una nueva revisión profunda de nosotros mismos y de nuestra relación con Dios para darle la hondura y la sinceridad vital que requiere algo tan importante como la fe, la esperanza y el amor.
Todo suena a invitación, a reflexión, a conversión, a resurrección. Un poco de ceniza en la frente y unas gotas de perfume en el corazón …
Nos invaden las ganas de quemarnos en la batalla, gastarnos en esfuerzos, echar mano de las riquezas… sin tener momentos para el silencio, la escucha, la oración, la Palabra, y dar tiempo al plan de Dios.
Podemos encontrar “desiertos” camino del trabajo, unos momentos de silencio sentados en casa, llegando antes a la iglesia, esperando un bus… Se trata sólo -¡sólo!- de dejarse seducir por el Espíritu de Jesús.
Limosna:Una preocupación exquisita por las necesidades del prójimo, del próximo, porque es mi hermano o hermana, hijos del mismo Padre.
Penitencia: Ponerme en la piel -en los zapatos- de tantos que hacen “penitencia” forzosa cada día, y revisar las actitudes injustas hacia los demás.
La oración:Diálogo frecuente con Dios como necesidad vital de mi existencia. Escucha atenta de su Palabra, que me manifiesta su querer. No puedo poner en el lugar de Dios la inmediatez, el poder, el dinero, la fama …
Un desierto... lleno de vidaUna vez más, Señor,me invitas al desierto.Tú que conoces mi corazónsabes el miedo que me da el silencio, sabes también el miedo que me da encontrarme sin nada que me distraigay tener que encontrarme... conmigo mismo.Me da miedo el desierto, Señor. Pero te pido, a pesar de todo,que me conduzca a él tu Espíritu.Y, una vez en desierto,vacía mi corazón de cosas y ruidos, y crea en él un espacio fecundo de silencio y de libertad: llénalo con tu Palabra y sácialo con tu Pan.