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Curso de preparación para la Primera Comunión Instituto de Formación Teológica en Internet www.oracionesydevociones.info. Décimo sexto envío I. Historia Sagrada: Los profetas, lenguaraces de Dios. II. Verdades del Compendio: nn. 466 a 486 III. Evaluaciones
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Curso de preparación para la Primera ComuniónInstituto de Formación Teológica en Internetwww.oracionesydevociones.info Décimo sexto envío I. Historia Sagrada: Los profetas, lenguaraces de Dios. II. Verdades del Compendio:nn. 466 a 486 III. Evaluaciones Esta presentación fue preparada por Violeta Brenes y el P. Juan María G.
Aquí, en la Argentina, durante las largas luchas que españoles y criollos mantuvieron con los indios, había hombres que conocían el idioma de éstos y también sabían hablar castellano. Eran conocidos como “lenguaraces”.
Actuaban en las negociaciones entre caciques y cristianos. Hoy día existe un funcionario que tiene una misión parecida: “el vocero presidencial”, que habla con los periodistas en nombre del presidente de la República.
Los profetas eran algo así como lenguaraces o voceros de Dios. Hombres santos que Dios elegía para mandar mensajes al pueblo de Israel y, en ocasiones, a otros pueblos. Moisés, el gran caudillo, fue un profeta. También lo fue Samuel.
Isaías Isaías Algunos son denomi- nados “profetas mayores”. Jeremías Otros, “profetas Menores”. Hablaremos de algunos de ellos. Joel Daniel
Reinaba en Israel un mal rey, que se llamaba Acab. Adoraba a un dios asqueroso que tenía por nombre Baal. Un día se le presenta en su pala- cio un personaje curioso, con ojos de mirada profunda, barba tupida y un manto bastante es- tropeado ceñido por una correa de cuero: era el profeta Elías.
Y ahí nomás le anunció al rey Acab que, por su mala conducta, vendría una seca bravísima sobre Israel. Dicho esto, se retiró.
Elías vivió en el desierto. Tomaba agua de un arroyito que había y, cada mañana, Dios le mandaba un cuervo que traía un pan en el pico, con el cual se alimentaba. En Israel no llovía ni gota.
Llegado el tiempo oportuno, Elías se presentó de nuevo en el palacio de Acab y para de – mostrar cuál es el verdadero Dios, le hizo un desa- fío a los sacerdotes de Baal. El desafío consistía en lo siguiente:
Ellos ofrecerían un sacrificio a Baal y él al Dios de Israel, pero nadie encende- ría la fogata destina- da a consumirlos, si- no que cada cual re- zaría para que ardie- ra la leña.
Los sacerdotes de Baal rogaron al ídolo que envia- ra fuego sobre el sacrificio que habían preparado: pero se cansaron de gritar y ni una chispa se vió. Después Elías rezó a Dios y enseguida, una gran llamarada bajó de las nubes y quemó el sacrificio ofrecido por el profeta, has- ta reducirlo a un montoncito de ceniza
Al ver lo que había suce- dido, los judíos adoraron nuevamente a Dios y vol- vió a llover en la tierra.
Elías no murió que se sepa. Subió al cielo en un carro de fuego y allí estará hasta que vuelva Jesucristo, el día del Juicio Final.
Elías tuvo un discípulo o alumno, que también fue profeta, llamado Eliseo.
Eliseo se hizo famoso por la curación del general Naamán, un militar extranjero que estaba leproso. La cosa fue así:
Naamán era una buena persona y tenía una muca- mita judía que le estimaba mucho. Cuando él se con- tagió la lepra, una enfermedad incurable por entonces, peor que el SIDA, la mucamita se compadeció de él y le dijo que viajara a Israel para pedirle a Eliseo que lo curara.
Al principio Naamán no le hizo caso, pues era sirio de nacionalidad y le hastiaba andarle pidiendo favores a un judío. Pero la mucamita insistió, Diciéndole que el Dios de Israel es el único Dios y que escuchaba los pedidos de Eliseo. Naamán se puso en viaje.
Cuando llegó a la ca- sa de Eliseo, antes de que se hubiera bajado siquiera, sa- lió un peón y le dijo: -Manda decirle Eliseo que se bañe siete veces en el río Jordán y sanará.
Naamán penso: -Bonito remedio. Como si en Siria no hubiera ríos mejores que este cañadón de agua turbia que es el Jordán. he hecho un viaje inútil. Y pegó la vuelta. Pero en el camino uno le dice: - Con el debido respeto, no sea sonso, general, total, darse un bañito no le cuesta nada y menos con este calor.
Naamán volvió para atrás, se bañó siete veces en el Jordán y quedó completamente curado.
Jonás fue otro de los profetas. Dios le ordenó que marchara a la ciudad de Nínive y que le a- visara a los pobladores que, si seguían portán- dose mal, serían castigados.
Jonás tuvo miedo y se dijo: -Si les doy ese aviso a los ninivitas me van a matar. Además, no sé por qué tengo que hacerles una gauchada siendo extran- jero. Mejor no voy nada. Dispararé y me esconderé de Dios hasta que se olvi- de semejante encargo.
Salió con lo puesto. Dios se sonreía al ver el julepe de Jonás. Jonás llegó a la ori- lla del mar y sacó pasaje en un barco que estaba levando anclas.
No bien dejaron atrás la costa vino una tormenta terrible y el barco se empezó a zarandear amena- zando con irse a pique.
El capitán sospechó que la presencia de Jonás en su nave era la causa del temporal. Y mandó que lo tiraran al agua. Como Jonás era muy simpático, a los marineros les costaba cumplir la orden pero, notando que iban a hundirse, lo tiraron por la borda. La tormenta se calmó enseguida.
Jonás no sa- bía nadar y estaba por ahogarse. En esto apareció un pez enorme, parecido a una ballena, y se lo tragó.
Tres días pasó Jonás en la panza del pez. Por último, éste se arrimó a tierra vomi- tándolo en la playa. A la vista de esa playa estaba Nínive.
Jonás comprendió que eso no era casualidad y que debía cumplir la tarea que Dios le había encomendado. Atravesó la ciudad de una punta a la otra, gritando a los ninivitas que se corrigieran.
Que hicieran peni- tencia, porque si no Dios los iba a castigar. Los ninivitas, con el rey a la cabeza, atendieron el aviso de Jonás, se arrepintieron de su pecados y Dios los perdonó.
Pese haberse resis- tido al principio Jonás cumplió así el mandato.
Jeremías e Isaías fueron dos de los profetas mayores. Jeremías fue conocido por sus lamentaciones. Y se lamentaba por la mala conducta del pueblo de Israel.
Isaías anunció muchas veces y con toda claridad la venida del Salvador, del Mesías, dando detalles sobre la época y circunstan- cias en que ello ocurriría.
Verdades del Compendio ( nn.466 a 486 ) QUINTO MANDAMIENTO: NO MATARÁS La vida humana ha de ser respetada porque es sagrada. Desde el comienzo supone la acción creadora de Dios.
Permanece para siempre en una relación especial con su Creador, su único fin.
A nadie le es lícito destruir directamente a un ser humano inocente porque es gravemente contrario a la dignidad de la persona y a la santidad del Creador “No quites la vida del Inocente y justo” (Ex 23,7)
Con la legítima defensa se toma la opción de defenderse y se valora el derecho a la vida, propia o del otro, pero no la opción de matar.
La legítima defensa, para quien tiene la responsabilidad de la vida de otro, puede también ser un grave deber. No debe suponer un uso de la violencia mayor que la necesaria.
Una pena impuesta por la autoridad pública tiene como objetivo reparar el desorden introdu- cido por la culpa, defender el orden público y la seguridad de las personas y contribuir a la corrección del culpable.
La pena impuesta ha de ser proporcionada a la gravedad del delito. Hoy los casos de absoluta necesidad de pena de muerte “suceden muy rara vez, si es que ya en realidad se dan algunos” (Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium Vitae).
Cuando los medios incruentos son suficientes, la autoridad debe limitarse a estos medios. Porque corresponden mejor a las condiciones concretas del bien común, son más conformes a la dignidad de la persona no privan definitivamente al culpable de la posibilidad de rehabilitarse.
El quinto mandamiento prohibe: • El homicidio directo • y voluntario y la • cooperación al mismo.
2) El aborto directo, querido como fin o como medio, así como la cooperación al mismo Bajo pena de excomunión, porque el ser humano, desde el instante de su concepción, ha de ser respetado y protegido de modo absoluto en su integridad.
La eutanasia directa, que consiste en poner término, con una acción o una omisión de lo necesario, a la vida de las personas discapacitadas, gravemente enfermas o próximas a la muerte.
4) El suicidio y la cooperación volun – taria al mismo, en cuanto es una ofensa grave al justo amor de Dios, de sí mismo y del prójimo; por lo que se refiere a la respon- sabilidad, ésta puede quedar agravada en razón del escándalo o atenuada por particulares trastornos psíquicos o graves temores.
Los cuidados que se deben de ordinario a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos Son legítimos el uso de analgésicos, no destinados a causar la muerte, y la renuncia al “encarnizamiento terapéutico”, esto es, a la utilización de trata- mientos médicos desproporcionados y sin esperanza razonable de resultado positivo.
La sociedad debe proteger a todo embrión, porque el derecho inalienable a la vida de todo individuo humano desde su concepción es un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación.
Cuando el Estado no pone su fuerza al servicio de los derechos de todos, y en particular de los más débiles, entre los que se encuentran los concebidos y aún no nacidos, quedan amenazados los fundamentos mismos de un Estado de derecho.
El escándalo consiste en inducir a otro a obrar el mal. Se evita respetando el alma y el cuerpo de la persona. Pero si se induce deliberadamente a otros a pecar gravemente, se comete una culpa grave.
Debemos tener un razonable cuidado de la salud física, la propia y la de los demás. Ha de evitarse el uso de estupefacientes, que causan gravísimos daños a la salud y a la vida humana, y también el abuso de los alimentos, del alcohol, del tabaco y de los medicamentos.