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CR2 15 de 55. MEDIADOR Y CABEZA, 1. Mediador es nombre de oficio . Se aplica a quien hace de medio entre los que están separados para reconciliarlos, o para unirlos de alguna forma. En la economía divina, los mediadores no son primariamente representantes del pueblo ante
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CR2 15 de 55 MEDIADOR Y CABEZA, 1 Mediador es nombre de oficio. Se aplica a quien hace de medio entre los que están separados para reconciliarlos, o para unirlos de alguna forma. En la economía divina, los mediadores no son primariamente representantes del pueblo ante el Señor, sino representantes de Dios. La alianza y la salvación vienen de lo alto; no es obra humana. “Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre en la unidad de su Persona divina; por esta razón Él es el único Mediador entre Dios y los hombres” (CCE 480).
CR2 16 de 55 MEDIADOR Y CABEZA, 2 Cristo, mediador de la Nueva y eterna Alianza: las anteriores eran parciales e imperfectas, pues no hacían a los hombres partícipes de la intimidad divina. Jesús nos revela plenamente al Padre, qui- ta el pecado del mundo y establece la verdadera comunión de vida entre Dios y los hombres. Cristo es el único Mediador entre Dios y los hombres: sólo Él une a los hombres con Dios (Jn 14, 6: “Nadie va al Padre sino por mí”). Hay otros mediadores, pero subordinados a Cristo y partícipes de su mediación. Existen grados de media- dores subordinados (sólo Cristo repara el pecado y comunica la gracia por sí mismo): 1) la Virgen Ma- ría Mediadora de todas las gracias, 2) los ángeles, 3) los santos, 4) los sacerdotes, 5) todos los cristianos.
CR2 17 de 55 MEDIADOR Y CABEZA, 3 1 Tim 2, 5-6: “Uno solo es el Mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre, que se entregó a sí mismo en redención de todos”. Cristo en cuanto Dios no tiene condición de medio (no difiere del Padre ni del Espíritu Santo). Tampoco la tiene simplemente por el hecho de ser hombre. La tiene en cuanto es hombre lleno de gracia y con su entrega (vivificada por esa plenitud de gracia) reconcilia los hombres con Dios. La unión hipostática es el fundamento de su mediación: si Cristo no fuera Dios hecho hom- bre, no tendría la plenitud de gracia y, por tan- to, no sería Mediador. Cristo ejerce su mediación como Sacerdote, Profeta y Rey.
CR2 18 de 55 MEDIADOR Y CABEZA, 4 Cristo, Sacerdote de la nueva Alianza El sacerdote es mediador entre Dios y los hombres. Pero el término “mediador” es más amplio que el de “sacerdote”. No toda media- ción es un sacerdocio (profetas, reyes, etc.). La suya es la principal: consiste en unir y re- conciliar a los hombres con Dios quitando el pecado. Ofrece sacrificios para reconciliar- nos con Dios. Cristo es el único y sumo Sacerdote que con su sacrificio nos re- concilia con Dios. Todo otro sacerdocio (ministerial o común) es participación de su sacerdocio y subordinado a él. Su sacerdocio es distinto y superior al levítico, y es eterno.
CR2 19 de 55 MEDIADOR Y CABEZA, 5 Cristo, Profeta: mediador y plenitud de la revelación Es mucho más que los profetas del AT y se distingue de todos ellos: “en diversos mo- mentos y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En estos últimos días nos ha habla- do por medio de su Hijo” (Heb 1, 1-2). El Hijo de Dios, al venir a este mundo, como hombre, es el media- dor perfecto de la revelación pues nos manifiesta a Dios a quien ve y oye. Él es la misma verdad. Él es la plenitud de la revelación: es la Palabra única y perfecta del Padre. Dios en su Verbo lo ha dicho todo: no habrá otra palabra más que ésta. Nos libera de la ignorancia y del error.
CR2 20 de 55 MEDIADOR Y CABEZA, 6 Jesucristo, Rey Cristo se presenta como Buen Pastor y Rey: “el pueblo de Dios participa (...) en la función regia de Cristo. Cristo ejerce su realeza atrayendo a sí a todos los hombres por su muerte y su resurrección. Cristo, Rey y Señor del universo, se hizo el servidor de todos, no habiendo ‘venido a ser servido, sino a servir y dar su vida por mu- chos’ (Mt 20, 28). Para el cristiano, ‘servir a Cristo es reinar’ (Lumen gentium 36)” (CCE 786). La Iglesia también ha presentado a Cristo como Legislador (nos da la Ley nueva de la gracia y de la caridad), o como Juez (dispensa la gracia y el perdón de los pecados, y premia con la gloria).
CR2 21 de 55 MEDIADOR Y CABEZA, 7 Dios quiso que la humanidad tuviera su principio en Adán. Éste pecó no sólo como persona individual, sino también como cabeza del género humano, y su acción implicaba a toda su descendencia (cfr. Rom 5, 12-19). Cristo es el “nuevo” o “segundo” Adán. Dios quiso que Jesucristo fuera el principio y la causa de la vida sobrenatural de todos, el inicio de una humanidad redimida. Adán y Cristo son principios de todo el género humano: el primero en cuanto a la naturaleza y al pecado, Cristo en cuanto a la salvación. Cristo es el hombre nuevo y perfecto, superior a Adán y a todos los hombres, el ejemplar de todos los demás.
CR2 22 de 55 MEDIADOR Y CABEZA, 8 Cristo en cuanto hombre es Cabeza del géne- ro humano. Tiene la misma naturaleza de los hombres y es solidario con todos ellos. Es Cabeza de los hombres porque tiene una preeminencia sobre ellos por su plenitud de gracia, en virtud de la cual es el más perfecto y el ejemplar de cada uno de los hombres. Es Cabeza del género humano porque es el principio de la gracia de todos los hombres, el salvador de todos ellos. El fundamento o raíz de la plenitud de gracia de Cristo hombre es la unión hipostática: si Cristo no fuera Dios hecho hombre, no sería Cabeza del género humano.
CR2 23 de 55 MEDIADOR Y CABEZA, 9 Solidaridad de Cristo con el género humano: 1) físi- ca, de la sangre (comparte nuestra naturaleza, es hijo de Adán); 2) moral e intencional por el amor (nace de la libre voluntad de Jesús, de su amor, virtud que une e identifica al amante con el amado y que hace que las cosas del amado sean como propias; “me ha amado y se ha entregado a sí mismo por mí” (Gal 2, 20)). Cristo representa a los hombres ante Dios y se ofrece por todos, pero propiamente no nos sustituye: no decide por nosotros, puesto que debemos arrepentirnos de los pecados e incorporar- nos voluntariamente a Él como miembros suyos; y tampoco nos ahorra en esta vida las penas del pecado, incluida la muerte.