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Lección 1 para el 5 de abril de 2014. Durante el siglo I, cuando vivieron Jesús y los apóstoles, la sociedad judía estaba regida por diversas leyes:. Leyes humanas: La ley romana. Las leyes rabínicas. Leyes divinas: Las leyes civiles. Las leyes ceremoniales. La ley moral.
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Durante el siglo I, cuando vivieron Jesús y los apóstoles, la sociedad judía estaba regida por diversas leyes: • Leyes humanas: • La ley romana. • Las leyes rabínicas. • Leyes divinas: • Las leyes civiles. • Las leyes ceremoniales. • La ley moral.
“Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien” (1ª de Pedro 2:13-14) Jesús y los apóstoles enseñaron que era correcto someterse a las leyes civiles dictadas por Roma, en tanto que éstas no entrasen en conflicto con la ley divina. Roma tenía un sistema legal tan sólido que la mayor parte de las leyes de las sociedades civilizadas actuales están basadas en la ley romana. Muchos relatos del Nuevo Testamento se entienden mejor al conocer la ley romana. Por ejemplo, la crucifixión (Mt. 27:26), la apelación de Pablo a César (Hch. 25:11), o el uso que Pablo hace de su ciudadanía (Hch. 22:25)
“no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad” (Tito 1:14) Durante el tiempo intertestamentario, los judíos se comprometieron a guardar estrictamente las 613 leyes principales que ellos encontraron en el Pentateuco. A éstas, le añadieron innumerables normas (las leyes rabínicas) que quedaron recogidas en la Mishnáh y la Midrash. Cuando los fariseos acusaron a Jesús de violar la ley al sanar en sábado (Jn. 9), en realidad le acusaban de violar las leyes rabínicas concernientes al mandamiento del sábado.
LAS LEYES CIVILES “Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel” (Malaquías 4:4) Los cinco primeros libros de la Biblia, el Pentateuco, se conocen como la ley de Moisés o la Toráh. Dentro de esta ley, se encuentran las leyes civiles que regían al estado de Israel. Estas leyes incluían el pago de los impuestos del Templo, el divorcio, la circuncisión, la protección de los linderos de los campos, el amparo de los pobres, los testigos, etc… Roma permitió que los judíos se siguiesen rigiendo por sus propias leyes, sometidas a la ley romana. Así, en la mayoría de los casos el sanedrín podía dictar sentencias siguiendo las leyes civiles dictadas por Moisés.
“Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas” (Hebreos 9:9-10) Las leyes ceremoniales son las referidas al Santuario y a las festividades religiosas de Israel. Estas leyes fueron instituidas por Dios para enseñar el plan de la Salvación. Sus ritos y ceremonias apuntaban al ministerio de Cristo. Una vez cumplidas en Cristo, estas leyes dejaron de ser de obligatorio cumplimiento para el creyente. No obstante, su estudio nos ayuda a comprender mejor la obra de Jesús en nuestro favor.
“Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley” (Santiago 2:10-11) La ley moral eterna, los Diez Mandamientos, son la base de cualquier otra ley. Por tanto, cualquier ley ha de ser obedecida cuando esté en armonía con estos diez preceptos divinos. Jesús enseñó a guardar los mandamientos (Mt. 19:16-19) y los apóstoles hicieron lo mismo (Rom. 13:8-10) Todas las personas, aunque no estén sometidas a la ley romana, rabínica, civil o ceremonial, estarán siempre sometidas a la ley moral.
“Aun entonces Dios no confió sus preceptos a la memoria de un pueblo inclinado a olvidar sus requerimientos, sino que los escribió sobre tablas de piedra. Quiso alejar de Israel toda posibilidad de mezclar las tradiciones paganas con sus santos preceptos, o de confundir sus mandamientos con costumbres o reglamentos humanos. Pero hizo más que darles los preceptos del Decálogo. El pueblo se había mostrado tan susceptible a descarriarse, que no quiso dejarles ninguna puerta abierta a la tentación. A Moisés se le dijo que escribiera, como Dios se lo había mandado, derechos y leyes que contenían instrucciones minuciosas respecto a lo que el Señor requería. Estas instrucciones relativas a los deberes del pueblo hacia Dios, a los deberes de unos para con otros, y hacia los extranjeros, no eran otra cosa que los principios de los Diez Mandamientos ampliados y dados de una manera específica, en forma tal que ninguno pudiera errar. Tenían por objeto resguardar la santidad de los Diez Mandamientos grabados en las tablas de piedra” E.G.W. (Patriarcas y profetas, cp. 32, pg. 334)