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“CAVI” Lima - 03–IX-2013. "Federico Ozanam y su experiencia de Dios”. Sor Pilar Caycho Vela Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl. Introducción.
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“CAVI” Lima - 03–IX-2013 "Federico Ozanam y su experiencia de Dios” Sor Pilar Caycho Vela Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl .
Introducción • Cuando el Venerable Federico Ozanam sea canonizado, no lo será por haber fundado la Sociedad de San Vicente de Paúl, ni por haber sido un distinguido profesor en la Sorbona, de París, o por haber sido un excelente escritor, sino por haber practicado virtud en grado heroico y haber sido fiel a la Gracia de Dios (CIC 828). La Iglesia declara santos a hombres y mujeres no por sus éxitos, sino por su santidad. Ellos tomaron en serio el doble mandato delAmor y lo llevaron a la práctica en grado heroico. Después de todo, la santidad es la perfección de la caridad.
Federico Ozanam oyó e hizo suya la llamada de la santidad. Buscó la santidad primero en su estado de soltero, después de casado y padre de familia. • Federico comprendió que la • unión con Jesucristo depende de nuestros deseos y prontitud de elegirle progresivamente a niveles cada más profundos ya sea diariamente o durante toda su existencia. • Toda su vida fue un hombre de piedad excepcional.
1.- Personalidad y santidad de Federico Ozanam Con la beatificación de Federico Ozanam en el marco de la Jornada mundial de la juventud, que tuvo lugar el 22 de agosto de 1997 en París, el Papa Juan Pablo II, reconoció con solemnidad y para siempre, la santidad de Federico Ozanam. “amaba a todos los desfavorecidos…Se unía así a la intuición de San Vicente: Amemos a Dios hermanos, amemos a Dios…”.
Benedicto XVI dijo a los jóvenes en Colonia: “Los santos nos indican el camino para ser felices y nos muestran cómo se consigue ser personas verdaderamente humanas”.
“La figura que hoy presentamos fue de un hombre joven que tuvo una breve existencia, 40 años. Un hombre que vivió la santidad en lo cotidiano: como hijo, estudiante universitario, profesor, filósofo, hombre de ciencia, esposo y padre de una hija; un hombre de una riqueza espiritual excepcional que elevó el amor familiar, conyugal y paterno a un grado sumo”.
Un hombre que defendió la fe con un gran vigor espiritual. Todo su ser: puesto al servicio de la fe, un hombre plenamente humano que encarna al tipo de cristiano de la caridad, de la Iglesia, del pobre, de la ciencia, y de la democracia; con un ideal nutrido del Evangelio.
Sus amigos y las personas más allegadas estaban convencidos que era algo extraordinario, que era un santo. Paul Lamanche escribió, treinta años después de haber muerto Ozanam: “No he conocido a nadie que tuviera un alma como la suya, solo Nuestro Señor Jesucristo”.
Juan Pablo II en la homilía de su beatificación dijo: “Fiel al mandamiento del Señor, Federico Ozanam creyó en el amor, en el amor que Dios tiene a los hombres. Él mismo se sintió llamado a amar, dando ejemplo de un gran amor a Dios y a los demás. Salía al encuentro de todos los que tenían mayor necesidad de ser amados que los demás: los pobres, a quienes, Dios Amor, sólo podía revelarse efectivamente mediante el amor de otra persona. Ozanam descubrió en eso su vocación, y vio el camino al que Cristo lo llamaba. Allí encontró su camino hacia la santidad. Y lo siguió con determinación”.
2.- Herencia familiar Los cimientos de santidad de Ozanam se fraguaron en el seno familiar. Era un hogar profundamente cristiano, donde recibió de una manera plena el don de la fe. Fueron sus padres los que le enseñaron a amar a Dios y a servir a los pobres. El mismo afirma que fue de su madre de quien recibió formación cristiana.
Su madre fue una cristiana, cuya fe fue probada por los infortunios, compartió junto con su esposo una vida de trabajo incesante vivificado a diario por la oración y la práctica de las virtudes evangélicas. De su madre, Federico, al igual que sus hermanos aprendió la grandeza y dulzura de Dios, el gusto de la oración y la práctica de las virtudes. Cada tarde toda la familia oraban juntos.
Uno de los hitos que marcaron su vida fue la Primera Comunión el 11 de mayo de 1826, a los 13 años de edad. Los propósitos de este día le ayudaron a cambiar. Se hizo más trabajador, más obediente, aunque también dice él: “Me hice un poco escrupuloso”.
a.-Sus primeras dudas de Fe A los 15 años le llegó su primera crisis existencial. Era la época de abandonar las creencias infantiles para acoger una fe adulta. Se produjo un viraje que tambaleó su existencia humana. Pero la afrontó, aunque con sufrimiento, lleno de confianza, sentía que le faltaba fervor y caridad. Escribía: “….mi confesor me dice que ese tipo de tentación es frecuente a mi edad”. Atravesando esta “noche de la fe”, Federico permaneció ligado a la fe de su infancia y en tener una vida sacramental.
Con sólo 17 años, en medio del “marasmo” hizo VOTO a Dios de consagrar su vida en la DEFENSA DE LA VERDAD“con tal de que le fuese dado a él mismo poseerla. La salvación y estabilidad le llegó a través del Padre Noirot, su guia espiritual “que puso orden y dio luz a sus ideas”, hasta conseguir su propia serenidad.
b.-Su vida familiar: bendición de Dios El 23 de junio de 1841, ante su hermano el sacerdote Alphonse Ozanam, en la Iglesia San Nizier, en Lyon, Federico y AmélieSoulacroixMagagnos contraen matrimonio. Describe como una bendición el nacimiento de su hija, el 25 de julio de 1845, vive horas de plenitud, y en una explosión de alegría: • “….Soy padre y soy depositario y guardián de una criatura inmortal, hay en ella un alma hecha para Dios y para la eternidad”.
En el otoño de 1843 atraviesa una etapa, sin duda, esencial para su vida espiritual, es una especie de conversión y de purificación. “He usado mal sus beneficios y sus gracias, en lugar de amar en mi esposa a Aquel que me la ha dado, es a mí mismo a quien he buscado en ella….” Quiere ayudar a su esposa a crecer en la perfección y le escribe una preciosa carta desde París:
c.-Prácticas de piedad y vida de oración La santidad de F. Ozanam estaba sustentada en la oración. La Palabra de Dios que leía y meditaba diariamente, era la clave del secreto de su vida interior. Gran amor a la Eucaristía comulgando casi diariamente.
De su esposa tenemos este testimonio: “A lo largo de los periodos de su grave enfermedad jamás dejó la oración. No le he visto nunca levantarse ni acostarse sin hacer la señal de la cruz. Por la mañana hacía una lectura de la Biblia, en versión griega, que meditaba media hora. En los últimos días de su vida, asistía diariamente a Misa donde encontraba sostén y consuelo…. Antes de comenzar sus clases .. pedía a Dios la gracia de no hacer nada para recibir aplausos sino buscando solamente la gloria de Dios y el servicio de la Verdad…”.
En octubre de 1853, un amigo A Dufieux dice de él: “Que maduro estaba para el cielo… lo conocí desde los 19 años… ¡Cuántas virtudes le he visto practicar! ¡Qué bueno, qué paciente, qué agradable era para todos! Le acaparaban totalmente la gloria de Dios y la dedicación a los amigos…”
3. Su amor por la Iglesia Católica Que se ve caracterizado en la búsqueda continua de la verdad. En muchos lugares de sus intervenciones y escritos, su preocupación por la Iglesia Católica, ocupa un lugar preferencial y lo hace notar hasta en los últimos momentos de su vida: “Entrego mi alma a Jesucristo, mi Salvador, atemorizado por mis pecados, pero lleno de confianza en su infinita misericordia. Muero en el seno de la Iglesia Católica,…conocí todas las dudas del presente siglo, pero toda mi vida estuve convencido de que el descanso del espíritu y del corazón, se encuentra únicamente en la Iglesia de Cristo y el sometimiento a su autoridad…
Federico Ozanam se dio cuenta de que él era Iglesia y tenía parte activa en ella, la amaba y la servía. Su amor por la Iglesia le llevó a ser apologista. El cristianismo informó toda su vida y puso él su inteligencia al servicio de la fe. Las verdades cristianas fueron fuentes y objeto de todo cuanto escribió. “Ni en Francia ni en nuestra época, ningún cristiano amó más a la Iglesia que Federico Ozanam” (Larcordaire, carta desde Sorèze, Abril 1855)
Fue exactamente su fe lo que le llevó a actuar como defensor de la iglesia en muchos casos y a dar testimonio de servicio y amor porque creyó y sirvió. ……Después de 20 años largos que han pasado, la fe se ha hecho más fuerte… Yo he experimentado su apoyo en los grandes dolores, en los peligros públicos… Es el tiempo de escribir y dar a Dios y ofrecerle mis promesas de los 18 años.
4.- Los pobres, sacramento y rostro de Cristo Para Ozanam, el pobre, fue su lugar de encuentro, fue su Evangelio, la buena noticia. Un Cristo encarnado para transformar al hombre, para liberarlo, universal y abierto a todos como gracia salvadora y donación gratuita. El amor a Cristo, a quien veía en el pobre, le urgió al servicio: “Lo que hiciste a uno de mis hermanos, a Mí me lo hiciste…” (Mt 25,40). Considerándolo como un deber sagrado, piensa con el apóstol Juan: “Quién no ama al hermano a quien ve, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ve?. (1° carta 4, 20)
Cuando cumplió 20 años, el amor al pobre lo plasmó, en compañía de otros camaradas lioneses, en una asistencia sistemática a ese pobre, en el servicio personal y caritativo al hermano necesitado, con un fundamento evangélico cristo-céntrico, a imitación de San Vicente. En este amor al pobre vio un medio eficaz para cumplir con más acierto el mandato divino de amor y servicio: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo..(Mt 22,39),….. y “…En verdad os digo que cuanto hicierais al más pequeño, a mí me lo hacéis”. (Mt 25.40).
Su alma plena de amor consideraba un deber sagrado amar al hermano en el que ve a Dios. En uno de sus discursos dice: “Pero ¿qué podemos hacer para ser católicos de verdad, sino consagramos a aquello que más agrada a Dios? Sirvamos, pues, al pobre como lo haría Jesucristo y pongamos nuestra fe bajo las alas protectoras de la caridad”. De esta manera demostró con el ejemplo que los seguidores de Jesús optan con Él por los más desheredados y no por sus cualidades, sino simplemente porque al estar llenos de amor no se puede dejar de amar.
El actuar de Federico Ozanam, su caridad hacia los pobres, era verdaderamente expresión de la virtud teologal de la caridad. Su amor sobrenatural al prójimo no fue más que expresión del amor a Dios.
Ozanam quiere “darse”, y en esta donación total encuentra la imagen de Cristo: el pobre. Allí está presente en contacto personal directo y práctico, unifica la caridad corporal y espiritual, y cuando explica cómo se debe tratar al pobre, insiste una y otra vez en el trato personal, en la visita a domicilio, en conversación y diálogo, conociendo sus problemas y participando en sus dolores y necesidades.
En una carta del año 1836 a sus amigos les explica la forma de ver a Dios a través del pobre: Si no sabemos amar a Dios como los santos le aman, sin duda debe ser objeto de reproche… Parece que hay que ver a Dios para amarle y no vemos a Dios más que con los ojos de la fe… Pero a los pobres los vemos con los ojos de la carne, están ahí y podemos meter el dedo y la mano en sus llagas …… Deberíamos caer a sus pies y decirles con el Apóstol: “Tú eres mi Dios y mi Señor”. Son nuestros dueños y nosotros somos sus servidores. Son imágenes sagradas de Dios a quien no vemos, y no sabiendo amarle de otra manera, lo haremos en sus personas.
La caridad de Ozanam se apoyó completamente en el precepto ,evangélico: “Que la mano derecha ignore lo que hace la izquierda”, y también dejó bien claro las diferencias que existen entre caridad y filantropía. Desde París escribe: La caridad nunca debe mirar hacia atrás, sino hacia adelante, porque el número de buenas acciones ya pasadas, es siempre muy pequeño, mientras que las miserias presentes y futuras a las que hay que atender, son infinitas.
La caridad que le inunda, era una fuerza que le incita a la praxis, es algo dinamizador, como un buen discípulo de san Vicente. Desde las primeras reuniones de las Conferencias dejó bien claras las coordenadas en que debe moverse este amor activo: “Si deseáis, les dice, … ser útiles a los pobres, haced que vuestra caridad no sea tanto una obra de beneficencia como una obra de moralización cristiana, santificándoos vosotros mismos por la contemplación de Jesucristo sufriente en la persona del pobre…”.
Sus sentimientos sobre Jesús eran de completa entrega, absoluta confianza y total ternura filial. • Entregó al Señor su vida. Una de las señales de la seriedad de Federico por avanzar en la vida espiritual fue el hecho de que tenía director espiritual. El P. Marduel era un director espiritual muy popular y contaba entre sus dirigidos a toda una grey de gente famosa y común de París. Era el director más idóneo para Federico.
Federico decía a su madre que el P.Marduel: “es el único consejero espiritual íntimo que tengo, el único que, con bondad y sabiduría, puede ocupar el lugar del padre y de la madre.” (Baunard, p. 39-40).
Juan Pablo II en la homilía de la Beatificación dijo: “Frente a las formas de pobreza que agobian a tantos hombres y mujeres, la caridad es un signo profético del compromiso del cristiano en el seguimiento de Cristo”..
“Es necesario que todos estos jóvenes….. Comprendan que, si quieren ser auténticos cristianos, deben escoger este mismo camino. Que abran mejor los ojos del alma a las necesidades tan numerosas de los hombres de hoy…” “Cristo les llama, a cada uno por su nombre, Para que cada uno pueda decir: ¡Este es mi camino! Beato Juan Pablo II
5.- Humildad de Federico Federico fue muy austero consigo mismo. El mundo le creía grande; él se tenía por muy pequeño. El mundo le creía bueno; él se tenía por indigno. Creía que debía su situación en la vida al duro trabajo y a la gracia de Dios. Federico fue un hombre de profunda humildad a imitación de su patrono, San Vicente. Veía la humildad como la virtud distintiva de cada Vicentino y de las Conferencias de San Vicente en general.
Aunque Federico era duro consigo mismo, era afable con su prójimo. Su corazón era tierno y afable con amor compasivo hacia los pobres y abandonados hijos de Dios. (cf. Baunard, P-342-343) Al fundar las Conferencias, dijo a su compañero Le Taìllandier, “Debemos hacer lo más agradable a Dios. Por lo tanto, debemos hacer lo que Nuestro Señor Jesucristo hizo cuando predicaba el Evangelio. Vayamos a los pobres.” “ La bendición de los pobres es la bendición de Dios”.(Baunard,p. 65).
¿Hasta qué punto debemos amar a Jesucristo en la persona de los pobres? Federico dice, “Incluso hasta el martirio”. “El mundo se ha vuelto frío, somos nosotros los católicos los que debemos reactivar el fuego vital que se ha extinguido.“ Estas palabras de Federico nos recuerdan las de San Vicente: “Nuestras vocación es encender los corazones de la gente, hacer lo que el Hijo de Dios hizo, quien vino a encender un fuego en la tierra para abrasarla con Su Amor. “
Dice Federico: “A nosotros toca inaugurar la era de los mártires, porque el martirio es posible para todos los cristianos, dar la vida por Dios y por sus hermanos; entregarla en sacrificio es ser mártir. • Del mismo modo si el sacrificio se consuma en un momento, o se va realizando lentamente, llena el altar de suave perfume. Ser mártir es devolver al cielo todo lo que se ha recibido, salud, vida, toda nuestra alma. En nuestras manos está hacer esta ofrenda, este sacrificio. A nosotros toca seleccionar el altar al que se lo vamos a ofrecer… “ (Baunard, P-97).
Federico Ozanám practicaba lo que creía. Su vida fue la de un mártir – consumiéndose lentamente. Hizo el sacrificio y eligió su altar. “Ayudémonos unos a otros, mi querido amigo, con el ejemplo y el consejo. Esforcémonos porque nuestra confianza en la Gracia pueda igualar a nuestra desconfianza en la naturaleza. Seamos fuertes incluso en los sufrimientos, ya que la debilidad es la enfermedad de los tiempos...hemos vivido ya un tercio de nuestra existencia, y que hemos vivido de la bondad de los demás; debemos vivir lo que queda para bien de los demás. No dejemos de hacer todo el bien que esté en nuestras manos”. (a Francisco Lallier, oct. 5, 1837).
El sufrimiento fue parte de aquel ofrecimiento sacrificial de sí mismo a Dios. Su salud frágil fue su cruz de cada día. En sus últimos años experimentó dolores intensos. Que supo aceptarlo con amor.
Una de las características de la espiritualidad del venerable Federico Ozanám es su fe y su adhesión a la Divina Providencia. 6.- Providencia de Dios • Veía el plan de Dios operando en todo, confiaba que Dios cuidaba verdaderamente de ellos, actuando siempre en su vida y en las vidas de los demás.
Federico escribe a Emmanuel Bailly, primer presidente de las Conferencias: “Sin duda la Providencia. no necesita de nosotros para la ejecución de sus designios misericordiosos, pero nosotros la necesitamos y nos promete su asistencia sólo a condición de nuestros esfuerzos… sigan la obra comenzada y trabajen por su propagación y consolidación.” (Carta # 135, Oct. 22, 1836). • Y escribe un año más tarde: • “Nuestra pequeña Conferencia de San Vicente de Paúl ha crecido lo suficiente para ser un hecho providencial” (a Francisco Lallier, oct- 5, 1837).
Más tarde escribió: “Dejo mi futuro en manos de la Providencia. Aceptaré de buen grado cualquier lugar al que le plazca asignarme, por humilde que sea. Será noble siempre que se desempeñe dignamente.” (Baunard, p. 89-90).
Federico tiene hermosos e inspirados pensamientos sobre la Providencia en su matrimonio. “Hace tres años, cuando el éxito como profesor era incierto. no dudé, ni escuché los dictados del propio interés: sólo busqué .. el saber. Creo que fue Dios quien me inspiraba y me hacía actuar con una confianza ajena a mi débil carácter. Después la Providencia te puso en mi camino, y yo te ofrecí compartir una vida pobre, oscura por mucho tiempo.., pero santificada, ennoblecida por el cultivo de todo lo que es hermoso: Te ofrecí soledad alejada de cuanto te pertenecía, pero con toda la ternura de un corazón que nunca había pertenecido a nadie más que a tí.” • Escribe a Amelia, • su mujer:
7.-Federico tenía una gran devoción a María. Fue idea suya colocar las Conferencias bajo el patronato de la Santísima Virgen, poco después de ser fundadas. También se decidió celebrar la Fiesta de la ImmaculadaConcepción con especial devoción. Añadió el Ave María a las oraciones de las reuniones semanales de las Conferencias. El Santuario de Nuestra Señora de Fourvière, en la colina que domina la ciudad de Lión, lo consideró como un lugar especial de oración. Al pie de este altar a la edad de 21 años, decidido santificarse por medio de un mayor sacrificio.
8.- Federico Ozanamy Sor RosaliaRendu No se concibe describir la vida y obra de Federico Ozanam, sin dejar de evocar a Sor Rosalía Rendu, que trabajaba al servicio de los pobres en el barrio de “Mouffertard” de Paris. La convergencia providencial de estos dos destinos deberá marcar la historia de la Caridad en el siglo XIX. Ella se las ingeniaba para encontrar solución a todos los problemas de la miseria. Además era de una actividad que no conocía el cansancio y multiplicaba las horas y las jornadas.
Encuentro con la Conferencia Cuando en 1833, Federico Ozanam y algunos otros jóvenes tienen la idea de la Conferencia de San Vicente, van a su casa de Sor Rosalía, a la calle L’Epée de Bois, a buscar consejo, orientaciones, para luego ser mensajeros de la caridad. Contando así en sus pasos iniciales con la ayuda de esta infatigable Hija de la Caridad, mujer conocida en la época por su acción caritativa.
Sor Rosalía les puso en contacto con las situaciones de pobreza del París de finales del XIX y animó y ayudó a Las Conferencias en su crecimiento. A través de su experiencia orientó el apostolado de este grupo, fue su consejera. • Viendo con alegría como se iba avivando y propagando el fuego de la caridad.
9.- El nacimiento para el cielo El 8 de IX de 1853, Ozanam muere en Marsella, después de pasar por una dolorosa enfermedad. Qué mejor conclusión a este sencillo bosquejo del caminar espiritual de Federico Ozanam que meditar en su maravilloso adiós en esta vida, último acto de fe, amor y esperanza, que se abrió a la luz de la eternidad. Agotado y afectado por una grave enfermedad, los últimos años de su vida fueron años de sufrimientos físicos y morales. Es el momento del abandono total, el sacrificio de su gran obra. La separación de todo y de todos los que ama.
Murió muy joven, pero ciento cincuenta años más tarde siguen vivos sus planteamientos sociales y su testimonio evangélico: “Muero en el seno de la Iglesia católica, …. He conocido las dudas de nuestro siglo, pero a lo largo de mi vida me he convencido de que no hay reposo para el espíritu y el corazón más que en la Iglesia y bajo su autoridad…”