110 likes | 238 Views
“De juzgado de guardia”. 127 seg. (Pedro Infante). Miguel-A. El fiscal de forma implacable había expuesto sus tesis de asesinato con premeditación. Finalizaba su exposición solicitando al jurado 60 años de prisión mayor para la acusada.
E N D
“De juzgado de guardia” 127 seg. (Pedro Infante) Miguel-A.
El fiscal de forma implacable había expuesto sus tesis de asesinato con premeditación. Finalizaba su exposición solicitando al jurado 60 años de prisión mayor para la acusada.
Era el turno de preguntas del abogado de oficio. Éste no se había marcado una estrategia concreta. Iba a dirigir el interrogatorio a mover al jurado a compasión hacia su defendida. - ¿Qué edad tiene usted? -preguntó el abogado. - Tengo 85 años, y el mes próximo cumpliré 86 -respondió con voz clara la anciana, de surcos pronunciados en su rostro, delatando que su tiempo vivido no había pasado en balde.
- ¿Podría contarnos con sus propias palabras, lo que sucedió la mañana del crimen?. - ¡Sí, claro!. ¡Por supuesto!. Estaba yo sentada tranquilamente en la mecedora del porche, cuando el joven se acercó, y se sentó junto a mí.
- ¿Pero usted conocía a ese joven?. - ¡No demasiado!. Solamente lo conocía de vista. Sabía que era el hijo de unos vecinos, pero nunca había tenido con él una conversación de más de un minuto.
- ¿Y nunca dudó aquel día de sus intenciones?. - ¿Y por qué habría de dudar yo de la intenciones de nadie? Además, el joven en aquel momento mostraba una actitud sumamente amistosa... ¡Nadie hubiera dudado de nada!.
- ¿Y qué sucedió después de que él se sentara a su lado?. - Comenzó a acariciar mis piernas de una forma muy sensual. - ¿Y usted se lo permitió? Pregunto si detuvo su proceder. - No. Yo no lo detuve. - ¿Se puede saber por qué le dejó continuar?. - Aquello era muy agradable. Nadie me había hecho esa clase de caricias desde que murió mi esposo, hace casi 20 años.
- ¿Qué ocurrió después?. - Comenzó a acariciarme los pechos, y a besarme de forma jadeante. - ¿Y tampoco lo detuvo entonces? -quiso saber el Juez, que hasta entonces había permanecido en silencio. - Bueno, señor Juez, sus caricias me hicieron sentir viva y excitada. No me había sentido así desde hace muchos años.
- ¿Y qué sucedió después? -retomó otra vez el interrogatorio el abogado defensor. - Bueno, yo estaba tan caliente y excitada que me puse de pie, me subí las falda, me bajé las bragas, y le dije: "¡Hazme tuya! ¡Tómame! ¡Hazme el amor aquí mismo!".
- ¿Y él la tomó?. - Sí, me tomó... ¡pero lo que me tomó fue el pelo! Se rió en mi cara y me dijo: "Abuelita, ¡feliz día de los santos inocentes!".
- ¿Y qué más pasó?. - Entré en mi vivienda tomé la escopeta, puse un cartucho en la recámara, y salía al porche. Él ya no estaba allí. Por ello, fui a su casa a buscarlo. Al no encontrarlo, ¡maté a su puta madre!.