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Ciclo C Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario. «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas». Santos del Día. • San Acisclo de Córdoba. España ( †303 ) Mártir • San Alfeo de Cesarea . Palestina, Israel ( †303 ) Mártir • San Aniano de Orleáns . Francia ( †453 ) Obispo
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Ciclo C Domingo XXXIIIdel Tiempo Ordinario «Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas»
Santos del Día • San Acisclo de Córdoba. España ( †303 ) Mártir • San Alfeo de Cesarea. Palestina, Israel ( †303 ) Mártir • San Aniano de Orleáns. Francia ( †453 ) Obispo • San Florino de Rëmus. Suiza ( †856 ) Sacerdote • San Gregorio Taumaturgo. Turquía (213 †270 ) Obispo • Santa Hilda de Whitby. Reino Unido (614 †680 ) Abadesa • San Hugo de Lincoln. Reino Unido ( †1200 ) Monje, Obispo • San Hugo de Noaria. Italia ( †1172 ) Abad, Cisterciense • Santa Ilda de Inglaterra. Reino Unido • Santos Zaqueo de Cesárea. Israel ( †303 ) • Santa Isabel de Hungría. Hungría (1207 †1231) Madre, Viuda • Beato Josafat Kocylovskyj. Ucrania ( †1947 ) Mártir, Obispo • San Juan del Castillo. España (1595 †1628) Mártir, Jesuita • San Lázaro de Constantinopla. Armenia. Monje • Beato Lope Sebastián Hunot. Francia ( †1794 ) Mártir, Sacerdote • San Namacio de Vienne. Francia ( †599 ) Obispo • San Raveriano. Monje • Beata Salomé de Cracovia. Polonia ( †1268 )Abadesa • Santa Victoria de Córdoba. España ( †303 )Mártir
Santa Isabel de Hungría Viuda Fue una princesa que nació en Hungría, hija del rey Andrés II y de Gertrudis de Andechs-Merano. Se casó a los 14 años con Luis IV, landgrave o gran condede Turingia. Tuvo tres hijos. Enviudó a los veinte años. Murió a los 24. Su peregrinación hacia Dios empezó en la tierna infancia. Siempre dedicó mucho tiempo a la oración. Al enviudar se entregó a la vida religiosa franciscana para mujeres profesas, sin clausura estricta y dedicadas a una labor social: servicio a los pobres, marginados, enfermos, peregrinos. En los desventurados Isabel veía la persona de Cristo (Mt 25,40). La santidad aparece en la historia de la Iglesia como una locura porque se sigue la corriente de Dios en lugar de seguirla corriente del mundo. Isabel irradiaba gozo y serenidad. 1207 † 1231 Ruega por nosotros El fondo de su alma era el reino de la paz. Vivió realmente la perfecta alegría enseñada por Francisco, en la tribulación, en la soledad y en el dolor. “Debemos hacer felices a las personas”, les decía a sus doncellas, sus hermanas.
† En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén Espíritu Santo dame un corazón humilde para recibir la Palabra de Dios, y hazme dócil a sus divinas enseñanzas.
Primera Lectura -Malaquías 3, 19-20 19 Porque llega el Día, abrasador como un horno. Todos los arrogantes y los que hacen el mal serán como paja; el Día que llega los consumirá, dice el Señor de los ejércitos, hasta no dejarles raíz ni rama. 20 Pero para ustedes, los que temen mi Nombre, brillará el sol de justicia que trae la salud en sus rayos, y saldrán brincando como terneros bien alimentados. Palabra de Dios Te alabamos Señor
«Brillará el sol de justicia » Malaquías significa, en hebreo, «mi mensajero» y era uno de los doce profetas menores. El nombre le vendría del capítulo 3, 1. Los primeros profetas post exílicoshabían acudido animosos a levantar al pueblo de la postración primera. La comunidad, empero, daba de nuevo señales de cansancio y de abandono. Otras voces vienen a despertarlo. Entre ellas la de Malaquías.
El juicio de Dios camina en dos direcciones, a unos alienta y regocija, a otros amenaza y aterroriza. Y es que Dios, cuando interviene, a unos castiga y a otros levanta. La expresión señala de por sí al futuro. Como quiera que las intervenciones de Dios no son definitivas, permanece siempre en el mundo la tensión justicia-injusticia más o menos tolerable. Pero las cosas no pueden seguir así por una eternidad. La justicia de Dios, junto con su santidad, exige una definitiva intervención que ponga en orden las cosas para siempre. Será un último juicio de Dios que es para unos vida y es para otros muerte.
Nótese el término horno: lugar candente, abrasador, cerrado, donde nadie encuentra un resquicio para escapar. Allí será consumido el impío, como paja vana, que no puede oponer resistencia, como árbol seco al que ni siquiera las raíces se le han perdonado. Lugar de exterminio radical y completo. El fuego divino es sol de justicia para los piadosos. El sol de luz que ilumina, sol de calor que da vida, sol de justicia que regocija y da placer. Así de terrible y de consoladorviene el Día del Señor. El Sol de Justicia nos recuerda a Cristo, Sol de Justicia. Él ha de venir a juzgar.
Salmo 98 (97) 5-6.7-8 5 ¡Canten con la cítara al Señor, con la cítara y al son de la salmodia, 6 al son de la trompeta y del cuerno aclamen el paso del Rey, el Señor! 7 ¡Rujan el mar y todo lo que contiene, el mundo y todos los que lo habitan! 8Aplaudan los ríos y los montes griten de alegría delante del Señor, 9 porque ya viene, porque ya viene a juzgar la tierra. Juzgará al mundo con justicia y a los pueblos según su derecho.
«El Señor llega para regir los pueblos con rectitud» El salmista invita a todos los habitantes del orbe a mostrarse exultantes por el advenimiento próximo del Juez de la tierra. A este júbilo de los habitantes de la tierra debe responder la exultación de la naturaleza inanimada: el mar, los ríos y los montes. El Señor va a inaugurar los tiempos mesiánicos, gobernando con justicia y equidad.
El pueblo confiesa a su Dios «rey», lo aclama, lo espera jubiloso. El coro de la creación entera le responde con una confesión y aclamación de amplitud cósmica. La creación entera no puede ocultar su intensa emoción ante el Señor que se presenta. Las intervenciones de Dios, hasta ahora parciales, preparan una última y definitiva intervención. A Dios se le ve venir ya, como Rey, para poner todo en orden: El Señor llega para regir la tierra con justicia.
Segunda Lectura - II Tesalonicenses 3,7-12 7Porque ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. Cuando estábamos entre ustedes, no vivíamos como holgazanes, y nadie nos regalaba el pan que comíamos. 8Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de no ser una carga para ninguno de ustedes. 9 Aunque teníamos el derecho de proceder de otra manera, queríamos darles un ejemplo para imitar. 10 En aquella ocasión les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma. 11 Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. 12 A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan. Te alabamos Señor Palabra de Dios
«El que no trabaja, que no coma» La idea de la proximidad de la Venida del Señor conmovía a muchos en la primitiva comunidad. Algunos, bajo pretexto de que el fin estaba ya encima, no querían trabajar. Más aún, predicaban la inacción. Con ello no sólo disminuían las obras de caridad -no tenían con qué ayudar a nadie-, sino que molestaban y depauperaban a los miembros de la comunidad. Los fieles vivían en tensión molesta.
Pablo se enfrenta decidido y tajante a tal inmoralidad: el que no trabaja, que no coma. No es de cristianos andar ociosos y molestando. Pablo también trabaja. Bien pudiera haberse dispensado del trabajo manual, pues era apóstol. Su ocupación primera era la evangelización. Con ello le bastaba. De hecho ese trabajo llenaba toda su vida.
La conducta de Pablo es ejemplar: de nadie tomó nada; para nadie fue carga; nadie le dio nada de balde; trabaja en todas partes, se fatiga de día y de noche. La ley del trabajo obliga a todos. Hay que trabajar tranquilamente para ganarse el pan. La recomendación viene en nombre del Señor. Así debe ser el cristiano.
Lectura del Santo Evangelio -Lucas 21,5-19 5Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: 6"De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido". 7 Ellos le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?". 8 Jesús respondió: "Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: 'Soy yo', y también: 'El tiempo está cerca'. No los sigan. 9Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin". 10 Después les dijo: "Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
11 Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenosaterradores y grandes señales en el cielo. 12 Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, 13y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. 14Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, 15porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduríaque ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. 16Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. 17Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. 18 Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. 19Gracias a la constancia salvarán sus vidas.
Palabra de Dios Gloria a Ti, Señor Jesús
«Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas» La construcción del segundo Templo de Jerusalén había sido iniciada el año 19 a.C. por Herodes el Grande. Se alzaba sobre las ruinas del primer Templo, construido por el rey Salomón casi diez siglos antes sobre la colina más alta de Jerusalén, el monte Moria, y destruido en el siglo VI a.C. por los babilonios. Para el momento en que los discípulos de Jesús comentan sobrecogidos de asombro la grandiosidad y belleza de este edificio, el imponente Templo llevaba ya 46 años en construcción.
El Señor se encuentra en el mismo Templo seguido de sus discípulos, aquella obra maestra de arquitectura arranca palabras de encomio y admiración de algunos. Mas el Señor no responde como uno podría esperar, alabando también Él la majestuosidad del Templo, sino que en cambio lanza su mirada al futuro y anuncia su completa y total destrucción: «Esto que ustedes contemplan, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Esta dura e inesperada predicción la lanza el Señor en el contexto de su ya próxima Pascua. En efecto, “su hora”, el momento de su Pasión, Muerte y Resurrección, se hallaba ya cercano. No es de sorprender, pues, que el pensamiento del Señor estuviese puesto en las cosas que habían de venir.
La importancia del Templo para los judíos era tal que en la mente de los discípulos su destrucción era la antesala del fin del mundo y del advenimiento final del Mesías. La respuesta del Señor no implicaba que uno y otro acontecimiento estuviesen estrechamente unidos en el tiempo, pero tampoco excluía la posibilidad. En su respuesta hace una distinción entre el momento de la destrucción del Templo y el fin del mundo: «eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida» (Lc 21,9).
El primero de los sucesos anunciados ocurrió el año 70 d.C., durante la primera generación de cristianos, tal y como lo había anunciado el Señor. Guerras y revoluciones precedieron a la destrucción del Templo por los romanos. Lo único que subsistió a aquella terrible devastación fue una parte del fundamento de aquel magnífico edificio, conocido hoy como “el muro de los lamentos”.
Otros serán los signos que precedan el fin del mundo: «Habrá señales .... Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria» (Lc 21,25-27). Finalmente advierte el Señor a sus discípulos que antes de sobrevenir el fin del mundo sufrirán una fuerte persecución por causa de su Nombre. La perseverancia será decisiva en medio de las duras pruebas: «Gracias a la constancia salvarán sus vidas».
Gracias Señor por tu Palabra purificadora, que ilumina, alimenta, enriquece, alegra, consuela y compromete. Concédenos vivir conforme a ella. Señor, danos el don de la fortaleza espiritual y la perseverancia final.
Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios. Salve, palacio suyo; salve, tabernáculo suyo; salve, casa suya. Salve, vestidura suya; salve, esclava suya; salve, Madre suya y todas vosotras, santas virtudes, que sois infundidas por la gracia e iluminación del Espíritu Santo en los corazones de los fieles, para que de infieles hagáis fieles a Dios. San Francisco
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