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“TESTIMONIO Acerca de las drogas”
Mí salida del infierno de las drogas...Soy Lucía Ortiz. Edad 22 años. Actualmente estudio 4° semestre en la universidad. Mí destino venía marcado, ya que mi padre era adicto a la marihuana y a la cocaína. Por esto nací con la bilirubina alta y a los 2 días de nacida me hospitalizaron en la clínica. También sufrí de asma hasta los 12 años. Comencé por aficionarme a la música rock o metal que escuchaba por la emisora Radioactiva, para estar en la onda, esto fue a la edad de 11 años. También me gustaba la música champeta, (música que estimula la violencia, la drogadicción y la degeneración sexual). Después escuchaba música rock metal pesado en conciertos, donde la mayoría de los jóvenes que asistíamos utilizábamos drogas como marihuana, cocaína, etc. Cada concierto era una oportunidad de consumirlas. Recuerdo que las portadas de los discos son imágenes de enfermedades incurables, anos y vaginas con enfermedades, etc. Es una música abiertamente satánica. A los 16 años me relacioné a través de la música con jíbaros y rateros; ellos se drogaban con la marihuana y me invitaban a que lo hiciera. "Ven y fuma me decían" y por primera vez la probé.
Recuerdo que reía y reía (risa propia del adicto), después caí en depresión y paranoia, imaginando que ellos me iban a violar, me fui corriendo drogada a mi casa. Y seguí con la música rock, marihuana, conciertos, solo iba a mi casa a comer.Un día escuchando un programa de música rock en Radioactiva llamado "La Cortina de Hierro", me dormí y el radio quedó encendido toda la noche. Al despertar al siguiente día, sentí una gran depresión y ganas de matarme y me dije: "Voy a morir con dignidad", me vestí de negro, coloqué un CD con música metal y me tomé varias pastillas sedantes. Esto fue a las 10 a.m., me dio sueño, me acosté. A las 11 a.m. me levanté. Me iba a dar un paro respiratorio, ya que la respiración menguaba. Perdí el conocimiento y mis familiares me llevaron de urgencia a una clínica, allí me realizaron un lavado gástrico que me salvó la vida. Realmente la droga con sus alcaloides estimula y después el cuerpo agotado por su efecto, entra en depresión, y acompañado de los mensajes subliminales que nos ordenan, sin darnos cuenta, que robemos, matemos, que nos suicidemos.
Haciendo que cometamos hechos que pueden ser fatales. Ya recuperada, seguí consumiendo droga con mis amigos. Para estos tiempos cursaba el bachillerato en un colegio de monjas, fumaba marihuana en los baños del colegio y en otros sitios aislados. Recuerdo que le ofrecí marihuana a varias estudiantes y dos de ellas lo hicieron, una de ellas actualmente está casada y todavía la consume. El jíbaro, o sea, el vendedor de droga, que era el cabecilla de una banda de atracadores, (yo lo consideraba mi mejor amigo), después de consumir marihuana me dio Whisky con Escoploamina (burundanga). No recuerdo lo que pasó después, pues no sabía ni quién era ni dónde estaba. Una amiga drogadicta me contó que el jíbaro me había violado. Recuerdo que la mujer del jíbaro que me violó, me arrastró en plena calle, me partió la nariz, y lo peor... en la misma calle donde yo vivía. A pesar de todo lo que me pasaba, seguía consumiendo la marihuana, ya que trataba de buscar la felicidad y me daba la risueña, reía y reía y después la depresión y las ganas de morir, entonces lloraba y lloraba. Me preguntaba la razón por la que había venido a este mundo.
Resolví retirarme de ese grupo, recuerdo que fue el 4 de Junio del año 2.000. Ese mismo día llegó una prima que pertenecía a una banda de rock metal y me invitó. Sentí un cambio, ya que ellos no eran ladrones ni jíbaros. Los parches (reuniones) eran los sábados: metal, marihuana y cocaína. Otras veces nos íbamos para la playa y era: alcohol, cigarrillo y marihuana. Para mi, esa inconsciencia en que vivía era una felicidad, aunque realmente me estaba destruyendo. En mi casa me sentía deprimida. En el año 2.001 comencé a trabajar en un supermercado, mi sueldo era para las reuniones, la marihuana y el alcohol. Vivía deprimida y mi madre me llevó a una secta religiosa porque era una chica problema. Esa secta no me gustó, pues sus miembros brincaban palmoteando y luego caían como posesos. Pero quería cambiar. Vi en la calle un aviso del Centro Anael me llamó la atención y comencé a asistir y me sentía muy bien ahí, pero aún continuaba escuchando música metal. Como a los tres meses de asistir a la Gnosis me encontré con mi prima y me dijo: Te metiste a loca y tan bella que es la vida y me invitó a un concierto a fumar marihuana y a escuchar la música metal. Caí en la tentación y me fui con el grupo. Consumí marihuana, cigarrillo, vino con pepas y me volví como loca y por primera vez realicé lesbianismo con otra drogadicta.
Es muy normal que el joven drogado caiga o realice actos de homosexualismo o lesbianismo, ya que bajo el efecto de la droga se pierde el control psíquico del comportamiento normal y se cae en manifestaciones infrasexuales, criminales, fraticidas, etc., y donde todo es posible. En el año 2.001 entré a la universidad y quería volver a la Gnosis, pero antes de regresar aborté. El médico me hizo el aborto, sin anestesia, recuerdo que me amarraron las manos y los pies. ¡Maté a mi hijo!. Por lo general, la joven drogadicta al quedar embarazada, aborta. Y en Diciembre del 2.002 resolví regresar al Centro Anael. En esa vida que tuve, las mujeres somos degradadas, ya que tenemos relaciones sexuales con el uno y con el otro, no nos valoran como mujeres, nos lo dicen en la cara. Estudiando bajo la luz de la sabiduría gnóstica y con la comprensión que ella nos brinda y con mi experiencia en ese mundo en que viví, pude comprobar que la mayoría de los jóvenes que se inician en la música metal tienen problemas con su familia: A una compañera su padre la había violado; a otra, su padre la amenazaba con una pistola; en mi caso, mi padre era drogadicto y nos abandonó.
Mi madre por la situación en que quedó, no me quería tener y desde pequeña siempre me trató mal, sobretodo afectivamente. A mi prima drogadicta, su padre o sea, mi tío, la violó y los abandonó; otro joven nunca conoció a su padre, y el otro, su padre es un jíbaro (vendedor de droga). Por esta situación familiar que se nos presenta a los jóvenes, quedamos como en un vacío y buscamos un escape, comenzamos por esa música y nos enredamos en el mundo de la droga. Ahora medito en ese pasado y en la necesidad de alertar a los jóvenes para que no pasen por ese suplicio mío: música rock, metal y champeta, malas amistades, droga, una vida sin valores espirituales y sobre todo como la mía, que desgraciadamente y no se si le debía algo a Dios, ya que mi padre es un drogadicto.