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Lección 10 para el 7 de septiembre de 2013. REFORMA: DISPOSICIÓN A CRECER Y CAMBIAR.
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Lección 10 para el 7 de septiembre de 2013 REFORMA: DISPOSICIÓN A CRECER Y CAMBIAR
Al cooperar con Dios y permitirle completar en nosotros la obra que él comenzó, como lo hizo en la vida de Santiago, Juan, Pedro, el pródigo, y en el hombre que estaba junto al estanque de Betesda, Jesús obrará cambios asombrosos en nuestra vida. Día tras día llegaremos a ser más semejantes a él, y de eso se trata la reforma.
“Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad. Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo” (Filipenses 2:12-15) Jesús nos convence de pecado, nos atrae a sí mismo, pone en nuestros corazones el deseo de responder a su gracia, nos salva y nos sostiene con su gracia. • Aunque “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer”, debemos “ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. • La reforma ocurre cuando elegimos entregarle a Dios cualquier cosa que el Espíritu Santo nos señale que no está en armonía con su voluntad. A menos que hagamos esas elecciones (a veces muy dolorosas), no ocurrirá un cambio espiritual positivo.
CAMBIAR: JACOBO Y JUAN ANTES DE LA REFORMA • Sin amor a los demás. “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” (Lc. 9:54) • Codiciando los primeros puestos: “Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda” (Mr. 10:37) DESPUÉS DE LA REFORMA • Heraldos del amor. “El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo” (1Jn. 2:10) • Humildes y obedientes: “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1Jn. 2:6)
“De día en día su corazón [de Juan] era atraído hacia Cristo, hasta que en su amor por su Maestro perdió de vista su propio yo. Su genio rencoroso y ambicioso cedió al poder transformador de Cristo. La influencia regeneradora del Espíritu Santo renovó su corazón. El poder del amor de Cristo transformó su carácter. Tal es el seguro resultado de la unión con Jesús. Cuando Cristo mora en el corazón, la naturaleza entera se transforma. El Espíritu de Cristo y su amor enternecen el corazón, subyugan el alma y elevan los pensamientos y deseos a Dios y al cielo” E.G.W. (El camino a Cristo, cp. 8, pg. 73)
CONFIAR: PEDRO ANTES DE LA REFORMA Confiaba en lo que él podía hacer. “Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré” (Mt. 26:35) DESPUÉS DE LA REFORMA Confiaba solo en el poder de Dios. “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda” (Hch. 3:6) Jesús oró especialmente por Pedro y, conociendo la reforma que se iba a producir en él, le dijo:“y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lc. 22:32)
CREER: TOMÁS DESPUÉS DE LA REFORMA Creyó sin reservas. “¡Señor mío, y Dios mío!” (Jn. 20:28) ANTES DE LA REFORMA Solo creía en lo que él podía ver. “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Jn. 20:25) Después de su encuentro personal con Jesús, “Tomás relataba la historia de su incredulidad y contaba cómo sus dudas se habían disipado” (DTG. Pg. 757) Revitalizado con el poder del Espíritu Santo recibido en Pentecostés, la tradición nos dice que Tomás evangelizó las lejanas regiones de Persia, Etiopía y la India.
DECIDIR: EL HIJO PRÓDIGO ANTES DE LA REFORMA Anhelaba vivir su vida a su manera. “se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente”(Lc. 15:13) DESPUÉS DE LA REFORMA Anhelaba volver a casa y vivir junto a su padre. “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros” (Lc. 15:18-19)
El reavivamiento surgió en el joven cuando recordó el amor de su padre. La reforma ocurrió cuando decidió dejar su lugar e ir al encuentro de su padre. El reavivamiento sucede cuando el amor de Dios quebranta nuestros corazones. La reforma ocurre cuando elegimos responder al amor que no nos suelta. Sucede cuando hacemos las difíciles decisiones de abandonar las actitudes, hábitos, pensamientos y sentimientos que nos separan de él.
EJERCER FE: EL PARALÍTICO DE BETESDA ANTES DE LA REFORMA DESPUÉS DE LA REFORMA Vivía sin esperanza. “no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo”(Jn. 5:7) Obedeció sin dudar. “Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo” (Jn. 5:9)
Un sentimiento de culpa mantenía a este hombre paralizado en su lecho. Jesús sanó su cuerpo paralizado para revelar su capacidad de sanar su alma paralizada. “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor”(Jn. 5:14) “Jesús no le había dado seguridad alguna de ayuda divina. El hombre podría haberse detenido a dudar, y haber perdido su única oportunidad de sanar. Pero creyó la palabra de Cristo, y al obrar de acuerdo con ella recibió fuerza. Por la misma fe podemos recibir curación espiritual. El pecado nos separó de la vida de Dios. Nuestra alma está paralizada. Por nosotros mismos somos tan incapaces de vivir una vida santa como aquel lisiado lo era de caminar… El os invita a levantaros llenos de salud y paz. No esperéis hasta sentir que sois sanos. Creed en su palabra, y se cumplirá. Poned vuestra voluntad de parte de Cristo. Quered servirle, y al obrar de acuerdo con su palabra, recibiréis fuerza” E.G.W. (El Deseado de todas las gentes, cp. 21, pg. 172)
“En los concilios celestiales se diseñaron los medios y métodos a través de los cuales la gracia de Cristo sería efectiva para salvar el alma. Resulta claro que a menos que el pecador consienta en ser ayudado; a menos que esté dispuesto a cooperar con las agencias divinas, el ideal divino no se alcanzará. Debe haber unidad de propósito; lo humano y lo divino deben trabajar juntos para que el pecador, dependiendo de la gracia, pueda obedecer los dictados del Espíritu de Dios. “Ocupaos de vuestra salvación con temblor y temor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:12-13)” E.G.W. (Signs of the Times, 12 de febrero de 1894)