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Lectio divina del Salmo dominical Domingo VI de Pascua. Hch 8,5-8.14-17: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo. Sal 65,1-3a.4-5.6-7a.16.20 : Aclamad al Señor, tierra entera. 1P 3,15-18: Como era hombre, lo mataron, pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida.
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Lectio divina del Salmo dominical Domingo VI de Pascua Hch 8,5-8.14-17: Les imponían las manos y recibían el Espíritu Santo. Sal 65,1-3a.4-5.6-7a.16.20 : Aclamad al Señor, tierra entera. 1P 3,15-18: Como era hombre, lo mataron, pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Jn 14,15-21: Yo le pediré al Padre que os dé otro defensor.
Aclamad al Señor, tierra entera,tocad en honor de su nombre,cantad himnos a su gloria;decid a Dios:«Qué temibles son tus obras.»
Que se postre ante ti la tierra entera,que toquen en tu honor,que toquen para tu nombre.Venid a ver las obras de Dios,sus temibles proezas en favor de los hombres.
Transformó el mar en tierra firme,a pie atravesaron el río.Alegrémonos con Dios,que con su poder gobierna eternamente.
Fieles de Dios, venid a escuchar,os contaré lo que ha hecho conmigo.Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica,ni me retiró su favor.
Lectio¿Qué dice el texto? El salmo 65 es el famoso “Iubilate Deo omnisterra” cuyo título en algunos manuscritos griegos y en la vulgata es “Salmo de la resurrección.” Su estructura es un tanto compleja porque se trata de un salmo mixto, compuesto por dos grandes partes: a) un himno comunitario de alabanza (vv. 1-7) y de acción de gracias (vv. 8-12), que se prolonga b) en otra acción de gracias individual (vv. 13-20). En la primera parte se invita a la tierra y al pueblo a aclamar, tocar, cantar himnos (vv. 2b-4). La razón de esta acción de gracias la encuentra el salmista en las obras pasadas (v. 5): el paso del Mar Rojo y del río Jordán (v. 6), el gobierno de Dios con su poder que vigila las naciones para que no se subleven contra el pueblo de Dios (v. 7). En el v. 8 tenemos una segunda invitación a la alabanza cuyas razones son diversas: Dios mantiene vivo a su pueblo y no permite que tropiecen sus pies (v. 9), a pesar de refinarlo como a la plata (v.9) y de acumular sobre sus hombros todo tipo de tribulaciones (vv. 10-12 a) al final lo liberó de todo ello (v.12b). En la segunda parte ya no es la situación de todo un pueblo lo que se canta sino la de una persona que ha superado un grave conflicto, durante el cual clamó al Señor y fue escuchado (vv. 16-19), de ahí que ahora, en el templo, ofrezca los sacrificios prometidos en el peligro (vv. 13-15). El salmo concluye con una bendición a Dios por su misericordia siempre fiel y por acoger la oración del orante (v.20).
MeditatioLo propio de este paso es meditar qué me dice a mi el texto. Esto es algo muy personal por ello aquí para ayudar a esta meditación relacionamos el salmo con las lecturas del domingo. El grito universalista con el que comienza este salmo 65 está en plena sintonía con el contenido de la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles. En ella se no proclama la predicación del diácono Felipe en Samaría. Es el primer paso en la apertura del Kerygma hacia las naciones tal y como les indico el mismo Jesús antes de su ascensión. Podemos poner los versículos de este salmo, que escoge la liturgia, en labios de Felipe: la gran obra del Señor que se nos invita a cantar desde la óptica del Nuevo Testamento es la resurrección del Señor de entre los muertos. No hay proeza mayor y temible (=admirable) que ésta que ha obrado Dios a nuestro favor. Consecuencia de ella podemos rememorar el gran acontecimiento del Paso del Mar Rojo tal y como hace el salmo de hoy, pero desde Cristo. Lo leemos –como lo hacen los Santos Padres- en clave bautismal: dejar el Egipto del pecado para, a través del bautismo, de nuestra inserción en Cristo resucitado, entrar en la tierra prometida, y convertirnos en criaturas nuevas, hijos en el Hijo y miembros del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Esta es la gracia que hemos recibido y que con el salmista –desde Cristo- cantamos para dar razón de nuestra esperanza. (2ª lectura) A la luz de todo esto podemos recordar nuestra historia personal en clave de salvación: ¿de cuántos peligros me ha librado el Señor? ¿cuántas pruebas me ha ayudado a afrontar? ¿Soy agradecido a Dios y a los hermanos haciendo de mi vida un sacrificio de alabanza?
Oratio¿Qué me hace decirle a Dios este salmo, la liturgia de este domingo? ¡Aclamad al Señor tierra entera! ¡Como desearía asociar a toda la creación a tu alabanza cada vez que oro, Señor! Que los hombres y mujeres de nuestro tiempo descubrieran con gozo y agradecimiento la gran obra de la redención: que Tú has muerto y resucitado por nosotros. Dame, Señor, la coherencia de vida del orante de este salmo, para vivir y contar agradecida cuanto has hecho conmigo.
ContemplatioMiro y me dejo mirar… En esto los Padres de la Iglesia son maestros… “Bendito sea mi Dios, que no apartó mi plegaria, ni su misericordia de mí. Así que mientras estemos aquí abajo, hagamos este ruego a Dios, para que no aparte de nosotros nuestra súplica, ni su misericordia; es decir, para que oremos con perseverancia, y él con perseverancia tenga misericordia. Hay muchos que pierden el ánimo en la oración: Mientras es una novedad su conversión, oran con fervor, después sin entusiasmo, luego se enfrían, y después con negligencia; como si estuvieran seguros de sí mismos. El enemigo está vigilando: tú duermes. Luego no desfallezcamos en la oración. Lo que ha de conceder, aunque lo difiera, no lo rechazará. Seguros de su promesa, no desistamos de orar; y esto es un beneficio suyo. Por eso dijo el salmista: Bendito sea mi Dios, que no apartó mi plegaria ni su misericordia de mí. Cuando veas que tu plegaria no ha sido apartada de ti, estate tranquilo, porque tampoco ha sido apartada de ti su misericordia.” (San Agustín, Enarraciones sobre los Salmos, 65, BAC 246, Madrid, 1965)
Actio¿Qué me hace vivir el Señor a partir de esta Palabra? Es el momento de la “obediencia de la Fe”… Contaré lo que el Señor ha hecho conmigo, daré razón de mi Esperanza, con mansedumbre y respeto, a todo aquel que me lo pidiere.